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Sana de hemorragia al nacer

Del número de mayo de 2013 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Original en francés


Nuestro bebé era espiritual, perfecto y completo, ya mismo, y Dios, por ser el Amor infinito, estaba cuidando de él hasta en los más mínimos detalles.

Una o dos horas después del nacimiento de nuestro primer hijo, en el hospital cercano a nuestra casa en las afueras de París, el médico vino a decirme que había un problema. El bebé estaba vomitando sangre, y habían diagnosticado que tenía una perforación en el estómago. En Francia, cuando la vida de un recién nacido está en peligro, la ley manda que el personal médico se haga cargo total del caso. El médico ya había dado todos los pasos necesarios para transportar de inmediato a nuestro hijo al hospital de niños de París, donde le harían una operación a la mañana siguiente. Después de superar el shock, mi esposo y yo estuvimos de acuerdo en llamar de inmediato a una practicista de la Ciencia Cristiana para que orara por nuestro hijo. Los dos éramos estudiantes de esta Ciencia y habíamos tenido muchas pruebas del poder de la oración para resolver todo tipo de situaciones y tener curaciones físicas.

Como acababa de dar a luz, tuve que quedarme en el hospital, y mi esposo se fue en la ambulancia con nuestro bebé. Me sumergí en la lectura de Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por Mary Baker Eddy para encontrar paz y consuelo. Me volví a Dios con todo mi ser para comprender verdaderamente que nuestro bebé era espiritual, perfecto y completo, ya mismo, y que Dios, por ser el Amor infinito, estaba cuidando de él hasta en los más mínimos detalles. 

Un pasaje que siempre me gustó y que todavía me encanta, me dio mucha paz: “En la Ciencia el hombre es linaje del Espíritu. Lo bello, lo bueno y lo puro constituyen su ascendencia… El Espíritu es su fuente primitiva y última del ser; Dios es su Padre, y la Vida es la ley de su ser” (Ciencia y Salud, pág. 63). Poco después me quedé dormida muy apaciblemente.

A la mañana siguiente, mi esposo, a quien no le habían permitido quedarse con nuestro hijo en el hospital, fue a verlo. El médico le dijo que la hemorragia no se había vuelto a producir desde que habían llevado al niño al hospital. La operación ya no era necesaria. Sin embargo, el doctor no comprendía por qué todo había vuelto a la normalidad, así que prefería mantener al bebé bajo observación por unos días más. Para mi esposo y para mí era evidente que nuestro hijo se había liberado completamente de ese problema gracias a la oración.  

Había otra madre en la misma habitación y tenía a su bebé junto a ella. Me negué a sentirme frustrada porque no tenía a mi hijo conmigo, y porque sólo había podido tenerlo en mis brazos un corto tiempo después de su nacimiento. ¡Me sentía muy agradecida porque mi bebé estaba sano! Sólo tenía que tener un poco de paciencia, y podría tenerlo en mis brazos una vez más. Continué leyendo la Biblia y Ciencia y Salud para profundizar mi comprensión de la unidad de Dios y el hombre. Cuatro o cinco días después, tuve la gran alegría de que me devolvieran a nuestro hijo, y dos días después nos fuimos juntos a casa.  

El niño nunca tuvo una recaída ni ninguna secuela de esa condición. En mi país es obligatorio llevar al niño al médico cada mes durante los primeros seis meses de vida. Nunca le encontraron ningún problema. Desde entonces nuestro hijo ha crecido y es hoy un hombre saludable y padre de tres niños.  

Estoy profundamente agradecida por ser estudiante de la Ciencia Cristiana. Es una Ciencia demostrable en la que puedo confiar y que ha traído muchas bendiciones y alegrías a nuestra familia. 

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