Nuestro bebé era espiritual, perfecto y completo, ya mismo, y Dios, por ser el Amor infinito, estaba cuidando de él hasta en los más mínimos detalles.
Una o dos horas después del nacimiento de nuestro primer hijo, en el hospital cercano a nuestra casa en las afueras de París, el médico vino a decirme que había un problema. El bebé estaba vomitando sangre, y habían diagnosticado que tenía una perforación en el estómago. En Francia, cuando la vida de un recién nacido está en peligro, la ley manda que el personal médico se haga cargo total del caso. El médico ya había dado todos los pasos necesarios para transportar de inmediato a nuestro hijo al hospital de niños de París, donde le harían una operación a la mañana siguiente. Después de superar el shock, mi esposo y yo estuvimos de acuerdo en llamar de inmediato a una practicista de la Ciencia Cristiana para que orara por nuestro hijo. Los dos éramos estudiantes de esta Ciencia y habíamos tenido muchas pruebas del poder de la oración para resolver todo tipo de situaciones y tener curaciones físicas.
Como acababa de dar a luz, tuve que quedarme en el hospital, y mi esposo se fue en la ambulancia con nuestro bebé. Me sumergí en la lectura de Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por Mary Baker Eddy para encontrar paz y consuelo. Me volví a Dios con todo mi ser para comprender verdaderamente que nuestro bebé era espiritual, perfecto y completo, ya mismo, y que Dios, por ser el Amor infinito, estaba cuidando de él hasta en los más mínimos detalles.
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