Desde hacía meses esperaba que llegara el momento de emprender mi viaje de conferencias a Lomé, Togo. Y ahora, finalmente sentada y con mi cinturón de seguridad puesto en el vuelo de Air France en mi primer viaje a África, no me sentía para nada bien. No había podido dormir mucho la noche anterior y tenía síntomas de gripe, así que ni bien despegó el avión traté de dormir una buena siesta.
Aunque tenía puestos mis auriculares para bloquear el ruido, pasaron algunas horas en que mi sueño se interrumpió con frecuencia por las conversaciones que había a mi alrededor. Creo que jamás he estado en un vuelo con tanta gente feliz. El avión estaba lleno de ciudadanos de Togo que parecían conocerse y estaban regresando a sus hogares para las fiestas navideñas, hablando, riendo y pasándose de un asiento a otro a los bebés felices y regordetes. Parecía que el hombre sentado a mi lado era una celebridad y muchos de los pasajeros lo reconocieron y venían a charlar con él. Cuando no conversaba con nadie, noté que esta persona leía con mucho interés de los libros de Salmos y Proverbios, así como del Nuevo Testamento.
Pocas horas después, aún me sentía mal. Por primera vez desde que comenzara el vuelo me quité los auriculares y empecé a prestar atención a lo que pasaba a mi alrededor. Antes de que los auriculares siquiera tocaran mi regazo, mi compañero de asiento me preguntó: “¿Es este su primer viaje a Togo?” Y empezamos a conversar.
Me enteré de que era intendente de Lomé, capital de Togo. Lomé es una ciudad grande que se extiende por muchos kilómetros, y desborda de pintoresca vida. Esta bulliciosa comunidad tiene un intendente adjunto por cada uno de sus cinco sectores para poder mantener al día el manejo de la ciudad. Mi nuevo amigo era una de esas cinco personas. Se enteró de que soy practicista y maestra de la Ciencia Cristiana, y que iba de visita por primera vez para dar una conferencia en una organización de iglesia de la cual él todavía no había oído hablar: la Sociedad de la Ciencia Cristiana de Lomé.
“Yo quiero conocer la Biblia. Quiero estudiar la Ciencia Cristiana”.
Monsieur le Maire, como le dirían en francés, es bautista, ama la iglesia y conoce muy bien su Biblia. Él me habló de algunos de sus pasajes preferidos y yo de los míos. Los dos nos conmovimos al pensar profundamente y hablar sobre el significado espiritual de muchos versículos de las Escrituras, y su aplicación particularmente a la oración y la curación. Compartimos espontáneamente citas durante más de dos horas. Fue interesante que cada pregunta que me hizo sobre la oración iba a ser tratada en detalle durante mi conferencia. Justo antes de aterrizar me preguntó si podía asistir a la conferencia que el siguiente sábado yo daría en la Sociedad en la reunión Cumbre de TMC Youth.La Cumbre de TMC Youth en Lomé tuvo lugar del 14 al 16 de diciembre de 2012 Le dije que por supuesto sería bienvenido. Al salir del avión me di cuenta de que yo había sanado de la enfermedad mientras conversábamos.
La sed y la receptividad que tenía esta persona por el mensaje universal del Cristo, tan evidente en aquel primer contacto en el avión, fue un anticipo de lo que vendría. Cuando llegué al hotel, un hombre joven, alto y esbelto de seguridad insistió en llevar mis maletas a mi cuarto. Como sentí que eran muy fáciles de llevar intenté por todos los medios de que me dejara hacerlo. Pero él continuó en silencio llevando mis maletas sin prestar atención a mis protestas. Cuando llegamos a la habitación y nadie podía escuchar, me preguntó en francés: “¿Es usted Científica Cristiana?” No sé cómo se había enterado. Le dije que sí. Entonces me miró intensamente y me dijo: “Yo quiero conocer la Biblia. Quiero estudiar la Ciencia Cristiana”.
Me enteré de que es estudiante universitario y trabaja medio tiempo en el hotel. Como no iba a poder concurrir a la Cumbre, lo puse en contacto con la organización de la Ciencia Cristiana de la Universidad de Lomé, y con un miembro de la Sociedad local de la Ciencia Cristiana. También le di un ejemplar de Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras para ayudarlo a comenzar su estudio.
La Cumbre fue todo un éxito. Tom McElroy, practicista y conferenciante de la Ciencia Cristiana de Boston y yo, dimos conferencias en francés e inglés. También hubo talleres en francés e inglés conducidos por miembros de la Sociedad, y por TMC Youth y otras dos personas de La Iglesia Madre. Según los organizadores de la Cumbre, la mayoría de las 293 personas que asistieron no conocían o sabían poco sobre la Ciencia Cristiana. Según nos informaron después, se produjeron varias curaciones, tanto de enfermedad como de pecado, durante e inmediatamente después de la Cumbre.
Monsieur le Maire vino a mi conferencia en la Sociedad, la primera que he dado en francés, e hizo que esto entrara en su apretada agenda. Tenía que oficiar diez matrimonios en lo que restaba del día. Sin embargo, vino y escuchó con mucha atención, tomando notas y haciendo preguntas inteligentes y sinceras. Antes de irse, obtuvo su propio ejemplar de Ciencia y Salud. Hemos acordado mantenernos en contacto para continuar la conversación que iniciamos en el vuelo.
Podría hablar de docenas de conversaciones y contactos que hice durante los cinco días en Lomé, cada uno ilustrando las mismas cosas: un amor puro por la Biblia y el deseo sincero de crecer en la práctica de la oración sanadora y eficaz. Con mucho gusto regresaría a Lomé en cualquier momento. En todas partes allí, se encuentran hijos hermosos, radiantes y felices de Dios, con corazones puros hambrientos y sedientos de justicia.
