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Un fundamento espiritual para el matrimonio

Del número de mayo de 2013 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Original en portugués


Mucha gente siente que para tener una relación feliz o un matrimonio armonioso y duradero necesita encontrar a su alma gemela. 

Esto supondría que uno puede, por casualidad o por algún otro medio, encontrar a alguien que sea perfectamente apropiado para él, ya sea por su temperamento, o porque sus creencias y su forma de ser se parecen muchísimo a él. Como estudiante de la Ciencia Cristiana, he aprendido que un matrimonio perdurable y armonioso es una demostración de nuestra compleción espiritual. 

La historia de Rut, en la Biblia, y el capítulo “El matrimonio” en Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por Mary Baker Eddy, ofrecen buenos ejemplos y definiciones de lo que significa la compleción espiritual. 

Rut era nuera de Noemí, quien se había quedado viuda. Noemí tenía dos hijos que también fallecieron, dejándola con dos nueras. Una de ellas decidió regresar a la casa de sus padres, pero la otra, Rut, insistió firmemente en quedarse con Noemí, diciendo: “No me ruegues que te deje, y me aparte de ti; porque a dondequiera que tú fueres, iré yo, y dondequiera que vivieres, viviré. Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios mi Dios” (Rut 1:16). 

La unidad de las cualidades espirituales constituye la compleción espiritual.

Las dos se fueron a Belén. Allí Rut fue a recoger espigas en un campo que pertenecía a un pariente de Noemí llamado Booz. Las cualidades que Rut expresaba, tal como humildad, paciencia, generosidad, tolerancia y mansedumbre, atrajeron a Booz, quien se enamoró y se casó con ella. Rut y Booz fueron los bisabuelos del Rey David.

En el capítulo titulado “El matrimonio” en Ciencia y Salud, leemos: “La unión de las cualidades masculinas y femeninas constituye la compleción” (pág. 57). Pero, ¿qué son estas cualidades? ¿Son estas acaso belleza, riqueza, juventud, personalidad atractiva, estatus social? ¡No! Se trata, en cambio, de las cualidades espirituales como las que Rut expresaba y atrajeron a Booz, quien también expresaba cualidades similares. Estas cualidades espirituales constituyen la “unidad espiritual” que la Sra. Eddy describe más adelante en esa misma página del capítulo “El matrimonio”. 

Un aspecto de la creencia mortal que puede intentar influir erróneamente nuestra decisión respecto al matrimonio es la astrología. Como muchas mujeres jóvenes, yo tuve otros novios antes de casarme. Sin embargo, cuando conocí al que sería mi marido, sentí que ambos debíamos basar nuestra futura unión en el profundo estudio del capítulo “El matrimonio” de Ciencia y Salud, y así lo hicimos. Estudiamos e intercambiamos ideas sobre lo que este capítulo estaba enseñándonos sobre esta unión. 

Sin embargo, una amiga mía, que sabe algo de astrología, me preguntó los signos del zodíaco mío y de mi novio. Como este tema nunca me había interesado, le dije que no sabía. Entonces me preguntó nuestras fechas de nacimiento, y cuando se las dije me respondió que nuestros signos eran totalmente incompatibles y que sería un riesgo casarme con él. Esto realmente no tuvo ninguna influencia en mí, y cuando decidimos casarnos, mi prometido y yo sólo seguimos lo que comprendimos que era la dirección divina. 

Hace más de 30 años que estamos casados. Durante todo este tiempo hemos probado la importancia y eficacia de las enseñanzas de la Ciencia Cristiana en todos los aspectos de nuestra vida matrimonial. 

Se podría decir que lo que Dios une, ninguna creencia mortal puede separar.

Una relación es armoniosa cuando ambas partes reconocen que la experiencia de vivir juntos, aunque a veces pueda parecer placentera y otras difícil, está únicamente gobernada y guiada por la Mente divina, Dios, quien es el Amor.

Al hablar acerca del matrimonio, Cristo Jesús dijo: “Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, …lo que Dios juntó, no lo separe el hombre” (Marcos 10:7, 9). ¿Qué quiso decir al hacer una declaración tan categórica? En este pasaje, la segunda referencia al “hombre” representa la mentalidad materialista y errónea que intentaría separar las cualidades espirituales que Dios ha juntado. En otras palabras, se podría decir que lo que Dios une, ninguna creencia mortal puede separar. 

Esto me recuerda un artículo que encontré en una de las revistas de la Ciencia Cristiana. El artículo me demostró la supremacía del Amor divino sobre cualquier mentalidad errónea que trate de producir conflicto o discordancia en una pareja o entre la gente en general. 

El artículo hablaba sobre la historia de una mujer que tenía serios problemas de relación con su esposo. Al orar ella se sintió inspirada a expresar más tolerancia y a elevar el concepto que tenía de su esposo para poder comprender que, por ser la imagen y semejanza de Dios, él tenía la capacidad de expresar cualidades divinas tales como paciencia y amor, en lugar de una personalidad difícil. Este enfoque espiritual cambió la situación totalmente y su matrimonio se tornó armonioso. En este caso, fue la mujer la que tuvo la iniciativa de orar por la situación, pero en otros casos puede ser el hombre, o quizás ambos. 

No existe una fórmula mágica o una receta perfecta para demostrar un matrimonio feliz. Pero a medida que percibimos el sentido de compleción espiritual, podemos demostrar más lo que Eddy explica cuando escribe que “la pureza de blanca vestidura unirá en una sola persona la sabiduría masculina y el amor femenino, la comprensión espiritual y la paz perpetua” (Ciencia y Salud, pág. 64). Reconocer en oración que por ser hijos de Dios, creados a Su semejanza, ambos esposos expresan cualidades, tales como pureza, sabiduría, amor, comprensión espiritual, paz y compleción espiritual, trae armonía incluso a las situaciones más conflictivas, así como muchas bendiciones que contribuyen a un matrimonio feliz y duradero.

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