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Medidas de seguridad

Del número de junio de 2013 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Original en alemán


 Quizás te haya pasado lo mismo. Te encuentras sentado en el avión, con el cinturón de seguridad puesto, esperando que finalmente despegue. De pronto, unas pantallas pequeñas bajan del techo y alguien explica cuáles son las medidas de seguridad en caso de emergencia. Siempre que escuchaba esas enfáticas instrucciones de ponerse la máscara de oxígeno antes de ayudar a otra persona, me sentía inquieta. 

Ocurrió que hace poco en un vuelo, justo antes de que hablaran sobre la máscara de oxígeno, me vino al pensamiento el mandato de la Biblia de amar a tu prójimo como a ti mismo (véase Levítico 19:18, y Mateo 19:19). De pronto me di cuenta de que hasta ese momento yo siempre había pensado que era una exigencia ayudar primero a mi prójimo. Siempre había pensado que mi prójimo venía primero, antes que yo. ¡Que cualquier otra cosa no sería una expresión de amor! ¿O sí?

Recordé un problema de salud con el que había estado luchando hacía un tiempo. Había estado tan ocupada con mi trabajo que no había prestado atención a mis propias necesidades ni a lo que estaba pensando. Me sentía débil y tenía fuertes dolores de cabeza. Durante aquella época turbulenta, todo respecto a mi prójimo tenía prioridad. Mi oración diaria se enfocaba más en las actividades que tenía por delante cada día, que en el hecho de que yo estaba afianzada en Dios. ¿Dónde estaban mis propias medidas de seguridad? Al empezar a orar por mi propia situación, tuve nuevamente la certeza de que mi conexión con Dios estaba intacta, entonces sané muy pronto y pude dedicarme con toda libertad y felicidad a mis tareas. 

Se supone que las medidas de seguridad deben prevenir daños y asegurar que en caso de emergencia uno pueda actuar de manera constructiva y con tranquilidad, y contribuir a encontrar una solución. Cuando tomé el libro Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por Mary Baker Eddy, encontré una serie de instrucciones sanadoras. Allí también hallé una guía para saber dar a las cosas la prioridad que corresponde: “El amor a Dios y al hombre es el verdadero incentivo tanto en la curación como en la enseñanza” (pág. 454). Esta declaración me ayudó a reconocer que el único punto de partida correcto para todas mis conclusiones es Dios. Así que empecé a reconocer Su presencia y a tomar consciencia de Su amor por mí por ser Su hija. El amor que Dios tiene por mí, es el tipo de amor en el cual puedo valorarme a mí misma, cuidar de mí misma y ser paciente conmigo misma. Al construir sobre esta base, puedo servir a mi prójimo porque sé que él/ella y yo somos uno en este Amor divino. 

Todo lo que hacemos proviene de una sola y única fuente divina.

Mientras pensaba en todo esto, comencé a entender el efecto que tiene ponerse la máscara de oxígeno primero. Sólo cuando me siento tranquila y tengo la certeza de que la provisión adecuada ya está presente, y que estoy rodeada de todo lo que necesito para sentirme segura, protegida y en paz, puedo contribuir eficazmente a la seguridad de los demás, y tener la coordinación y la estabilidad para ver cómo toda inseguridad se disuelve en su nada natural. Este razonamiento constante de la fuente divina nos guía hacia la seguridad que necesitamos para realizar nuestras actividades diarias. Pero también trae seguridad y orden a nuestra consciencia cuando necesitamos superar alguna enfermedad o cualquier otro disturbio, cuando tenemos que tomar alguna decisión, o nos estamos esforzando por comprender claramente una situación. 

Todo lo que hacemos ocurre porque expresamos al ser de Dios.

Para tener éxito, el amor por nuestro prójimo debe tener un fundamento sólido, de modo que no choque constantemente con los pasos que tenemos que dar para cuidar de nosotros mismos. Podemos establecer este fundamento reconociendo, por ejemplo, que el amor de Dios nos abraza suavemente, pero de manera muy estrecha. Estar conscientes de esto es una protección constante, bajo la cual podemos hacer lo que sea necesario por nosotros mismos, así como por los demás, y dar la prioridad adecuada a todas nuestras actividades diarias. 

Para que todas las actividades en las que participamos se desarrollen armoniosamente, deberíamos reconocer que tienen su origen en Dios, y que, por lo tanto, no tenemos que lidiar con el bombardeo constante de nuestras propias exigencias personales. Dios es nuestra sola y única fuente divina, y nosotros expresamos el ser de Dios. Por lo tanto, hacemos todo, primero y ante todo, para Él, y no simplemente para tacharlo de nuestra lista. Con este conocimiento de Dios como la fuente de nuestro ser, estamos firmemente arraigados y, como resultado, no tenemos la tendencia de sentir inquietud. 

Como mencioné antes, estaba sentada en el avión y la película había ya rodado por un rato, cuando me di cuenta, con mucha tranquilidad y alegría, que la seguridad y el temor no van juntos, porque en el reino infinito de la Verdad divina, no hay lugar para la inseguridad. Mary Baker Eddy describe el siguiente fundamento para todos nosotros: “Sobre esta base se establece la hermandad de todos los pueblos; es decir, un solo Dios, una sola Mente, y ‘Amarás a tu prójimo como a ti mismo’, es la base sobre la cual y por la cual el Dios infinito, el bien, el Padre-Madre Amor, es nuestro y nosotros somos Suyos en la Ciencia divina” (La Primera Iglesia de Cristo, Científico, y Miscelánea, pág. 281). 

Podía verme a mí misma, a las personas junto a mí, a mis conciudadanos hombres y mujeres que no estaban en el avión, así como a todas mis actividades, bajo la protección de este Dios infinito. De manera que decidí reunir para mí misma las siguientes medidas de seguridad espirituales, algo que pudiera mirar cada mañana cuando me despierto, en mi “pantalla interior”: 

Por favor, ajústate bien el cinturón. Comienza este día con aprecio y gratitud a Dios por ser el Amor que lo abraza todo, y que, por lo tanto, ya está gobernándote a ti, a todo y a todos, con mucho cariño. Sigue con el pensamiento radiante de que por ser la idea amada, protegida y completa de Dios, experimentarás y verás Su amor en cada persona con la que te encuentres hoy. Ve las buenas acciones de todos como expresiones de la actividad de Dios, interactuando siempre armoniosamente, y disfruta de un buen viaje, seguro y muy exitoso.

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