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No hay chicos liosos en la escuela

Del número de junio de 2013 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Original en francés


 El año pasado, justo después de las vacaciones de Navidad, en mi escuela me nombraron líder de mi clase por mis calificaciones y comportamiento, aunque soy el alumno más joven. Tengo que confesar que al principio tuve serios problemas. Tenía la responsabilidad de mantener la disciplina en la clase cuando el maestro no estaba. Pero mis compañeros no me obedecían para nada porque era el más chico. Algunos incluso me amenazaron. 

Después de un tiempo, hablé sobre esto con mi padre. Él me recordó algo que nos había dicho mi maestro de la Escuela Dominical: “Siempre ve a tus amigos y compañeros de clase como bondadosos, afectuosos, obedientes, inteligentes, sin ningún defecto”. Porque es así como Dios los hizo a ellos y a todos nosotros. Mi papá me pidió que pensara en la definición de niños que Mary Baker Eddy da en Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras:  “Los pensamientos y representantes espirituales de la Vida, la Verdad y el Amor” (pág. 582). Yo también sabía que Jesús amaba a los niños. Según la Biblia, en una ocasión les dijo a sus discípulos: “Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de Dios”  (Lucas 18:16).

A partir de ese momento, mi pensamiento acerca de mis compañeros cambió. Me di cuenta de que los niños tienen cualidades que Jesús apreciaba mucho. Y Jesús pidió a los demás que también las apreciaran. Así que, todos los días antes de ir a la escuela, yo oraba por mí mismo y por mi clase, para que pudiéramos vernos los unos a los otros como afectuosos, obedientes, inteligentes, y no agresivos. Oré para comprender que todos somos hijos de Dios, y puesto que lo somos, sólo conocemos la Verdad y el Amor. Nadie es malo, molesto, tonto o se porta mal. A veces les contaba a mis compañeros las buenas ideas que estaba aprendiendo en la Escuela Dominical. Y poco a poco ellos me empezaron a escuchar cuando les pedía que se portaran bien. El mal comportamiento desapareció y todas las buenas cualidades de los hijos de Dios empezaron a aparecer. Al terminar el año escolar, todos nos comportábamos de lo más bien, y todos fuimos aceptados en el siguiente grado. 

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