Conocí la Ciencia Cristiana hace muchos años, cuando estaba embarazada de tres meses de mi primer hijo. Durante una consulta, el médico nos informó a mi esposo y a mí que el niño nacería deforme. Nos dio la opción de realizar un aborto, que se podía hacer legalmente hasta los cinco meses de embarazo.
La noticia fue dolorosa para nosotros. Recuerdo que el médico nos dejó solos unos instantes para que lo dialogáramos y pudiéramos firmar la autorización. Mi esposo me dijo muy claramente: “Flor, este niño es una idea espiritual de Dios, es un hijo de Dios, y está perfecto”. Yo le dije que no quería abortar. Él me aseguró: “Vamos a ir a una iglesia de la Ciencia Cristiana, y tú vas a conocer la verdad”. Mi esposo es estudiante de la Ciencia Cristiana desde su niñez.
Así lo hicimos. Cuando entré en la iglesia vi en las paredes algo que me llamó mucho la atención y me emocionó. En una de ellas estaba escrito: “El Amor divino siempre ha respondido y siempre responderá a toda necesidad humana”, y abajo decía: Mary Baker Eddy (Ciencia y Salud, pág. 494). Y en otra leí: “Conoceréis la verdad y la verdad os hará libres”, y abajo, Cristo Jesús (Juan 8:32).
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