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Podemos armonizar el ambiente que nos rodea

Del número de marzo de 2014 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Original en portugués


A principios del año pasado, fui un día a la cafetería de la universidad con mis amigos. Ellos se sentaron en un banco afuera de la cafetería, y yo fui a comprar un bocadillo. Mientras esperaba en la línea, noté que un joven sentado en un banco en el interior de la cafetería, estaba temblando mucho. Entonces vi que sus amigos se reían y pensé que estarían bromeando y divirtiéndose.

Sin embargo, cuando salí de la cafetería y volví a donde estaban mis amigos, me di cuenta de que ese joven en realidad estaba teniendo un ataque de epilepsia. Mis amigos se levantaron y fueron a la cafetería para ver de cerca lo que estaba pasando, y eso me dio la oportunidad de estar sola y orar.

En la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana aprendí que Dios es el Amor infinito y es totalmente puro; en otras palabras, está libre de cualquier imperfección y falta de armonía. Entonces, mientras reconocía la totalidad del Amor, pensé: “¿Puede algo inarmónico, como lo es un ataque epiléptico, impedir que la pureza y la armonía del Amor se expresen? ¡No!" No obstante, mientras estaba allí, orando, oí gritar al joven. Estaba frenético. Se levantó, empezó a correr detrás de las personas y a volcar las mesas. Cada vez que se caía al suelo, se ponía de pie y empezaba a correr de nuevo. Todo el mundo salió de la cafetería corriendo.

Entonces me di cuenta de que debía continuar orando y negando con firmeza el ambiente de confusión reinante y reconocer la supremacía del bien en cada situación. En ese momento, me vino al pensamiento el mandato que Jesús dio a sus discípulos: “... echad fuera demonios...” (Mateo 10:8 ), y el Padre Nuestro, que comienza así: “Padre nuestro que estás en los cielos” (Mateo 6:9 ). Oré para saber que como Dios, el Padre de todos nosotros, es infinito y está en todas partes, lo único que existe es el cielo, la atmósfera armoniosa y pura del Amor divino. En esta atmósfera no hay lugar para “demonios”, que en esa ocasión específica comprendí, simbolizaba la atmósfera mental agresiva y errónea de esa cafetería. Por lo tanto, somos capaces de “echar fuera demonios” y calmar una situación cuando reconocemos que nada inarmónico puede manifestarse, porque no pertenece a la atmósfera del Amor. De esta atmósfera celestial, todos podemos solo recibir los pensamientos más elevados, incluso ese joven.

También reconocí que Dios nunca está separado de Su creación, e incluí a todas las personas de esa universidad en el pacífico círculo del Amor divino. ¡Qué transformación trajo la oración a ese ambiente! No solo el joven se calmó y volvió en sí, sino que también sus amigos, quienes al principio se estaban riendo y luego tuvieron temor, comenzaron a ayudarlo y lo sentaron en un banco. El joven recuperó la conciencia normal de su entorno y sus acciones, y comenzó a caminar de nuevo con normalidad.

No puedo decir que este joven sanó definitivamente porque lo desconozco, pero cada vez que lo vi después de ese incidente, estaba tranquilo y llevándose bien con sus amigos. Sin embargo, para mí lo más importante fue la oportunidad que tuve de probar que a través de la oración somos capaces de ayudar a nuestro prójimo y armonizar el ambiente que nos rodea.

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