A principios del año pasado, fui un día a la cafetería de la universidad con mis amigos. Ellos se sentaron en un banco afuera de la cafetería, y yo fui a comprar un bocadillo. Mientras esperaba en la línea, noté que un joven sentado en un banco en el interior de la cafetería, estaba temblando mucho. Entonces vi que sus amigos se reían y pensé que estarían bromeando y divirtiéndose.
Sin embargo, cuando salí de la cafetería y volví a donde estaban mis amigos, me di cuenta de que ese joven en realidad estaba teniendo un ataque de epilepsia. Mis amigos se levantaron y fueron a la cafetería para ver de cerca lo que estaba pasando, y eso me dio la oportunidad de estar sola y orar.
En la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana aprendí que Dios es el Amor infinito y es totalmente puro; en otras palabras, está libre de cualquier imperfección y falta de armonía. Entonces, mientras reconocía la totalidad del Amor, pensé: “¿Puede algo inarmónico, como lo es un ataque epiléptico, impedir que la pureza y la armonía del Amor se expresen? ¡No!" No obstante, mientras estaba allí, orando, oí gritar al joven. Estaba frenético. Se levantó, empezó a correr detrás de las personas y a volcar las mesas. Cada vez que se caía al suelo, se ponía de pie y empezaba a correr de nuevo. Todo el mundo salió de la cafetería corriendo.
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