Durante cinco años sufrí de dolores de estómago severos y constantes. Durante ese tiempo, consulté con diferentes médicos, quienes atribuyeron el dolor a una infección. Me pidieron que sólo bebiera agua filtrada y me prescribieron antibióticos. Estos medicamentos me proporcionaban alivio temporal, pero después de una o dos semanas, el dolor volvía. Ningún medicamento podía detener la enfermedad de forma permanente.
A menudo los dolores de estómago se asocian con la tensión, la ansiedad y el estrés. De hecho, yo me preocupaba mucho por muchas cosas, sobre todo por mi salud, y temía perder la vida a causa de una enfermedad.
Pero en el año 2009 mi vida cambió por completo. Estaba tomando un curso de especialización en Portugal, y un compañero de trabajo me invitó a asistir a un servicio religioso en una iglesia filial de la Ciencia Cristiana. Todas las personas en esa iglesia fueron muy amables y uno de los miembros me dio dos ejemplares de El Heraldo de la Ciencia Cristiana en portugués. Las ideas de la revista me gustaron mucho y quise aprender más sobre la curación en la Ciencia Cristiana. Así que, después de regresar a Angola, en diciembre de 2009, compré un ejemplar de Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por Mary Baker Eddy y empecé a leerlo.
En el primer epígrafe de Ciencia y Salud se encuentran algunas citas de diferentes autores, y este versículo de la Biblia captó mi atención: “Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Juan 8:32). Entonces decidí seguir explorando el libro para descubrir la verdad que me haría libre de esa dolorosa condición. ¡Un nuevo mundo se abrió para mí!
En Ciencia y Salud, la Sra. Eddy escribe: “La Ciencia Cristiana revela a Dios, no como el autor del pecado, la enfermedad y la muerte, sino como el Principio divino, el Ser Supremo, la Mente, exento de todo mal. Enseña que la materia es la falsedad, no la verdad, de la existencia; que los nervios, el cerebro, el estómago, los pulmones y demás, no tienen —como materia— ninguna inteligencia, vida, ni sensación” (pág. 127). Empecé a comprender que Dios es el bien supremo y no ha creado ninguna forma de mal. Y, si sólo existe el bien, el mal no puede manifestarse en forma de pecado, enfermedad y muerte. Por lo tanto, sólo podemos experimentar armonía, alegría y salud permanentes. A medida que me daba cuenta de que podía apoyarme totalmente en estas verdades espirituales, mi miedo a las enfermedades comenzó a ceder, tanto fue así que me resultó muy natural dejar de tomar medicamentos.
Con mi lectura de Ciencia y Salud, comencé a cambiar mi pensamiento de lo que es físico, temporal e irreal y empecé a enfocarme en lo que es espiritual, eterno y real. Mi pensamiento comenzó a elevarse, a medida que el peso de la creencia de que hay vida en la materia desapareció. ¡Cuánta paz sentí al comprender que mi verdadero ser, creado por Dios a Su semejanza, no es material e imperfecto, sino espiritual y perfecto! Por lo tanto, ninguna supuesta condición física podía enfermarme o quitarme la vida.
Aprendí que puedo confiar totalmente en Dios para encontrar soluciones a cualquier problema, incluso los relacionados con la salud.
Los dolores de estómago se volvieron más leves y ocurrieron con menos frecuencia. En pocas semanas desaparecieron por completo y no han vuelto más. Hace cuatro años que he estado libre de esa condición.
Con el estudio de la Ciencia Cristiana aprendí que no necesito tener temor de nada, porque puedo confiar totalmente en Dios para encontrar soluciones a cualquier problema, incluso los relacionados con la salud. Nada nos puede quitar la paz cuando comprendemos que podemos recurrir a Dios para todas nuestras necesidades.
Uige
