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"Todo valle sea alzado"

Del número de marzo de 2014 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Original en alemán


Mary Baker Eddy habla sobre dos ideas que continúan desenvolviéndose en mi pensamiento y sobre las que nunca dejo de pensar: “Como quienes se adhieren a la Verdad, tomamos la Palabra inspirada de la Biblia como nuestra guía suficiente hacia la Vida eterna” y “La Biblia contiene la receta para toda curación” (Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, págs. 497 y 406).

Al aceptar estos hechos, hace unos años tuve la siguiente curación. Un día descubrí que tenía unas hendiduras feas y muy perceptibles en los muslos, aunque no me causaban ninguna molestia. Es probable que por esta razón no oré ni hice ningún tratamiento metafísico por esta condición. Dejé el problema de lado y no pensé más en ello. Pero entonces, como a veces sucede, empecé a sentirme presionada por circunstancias externas. Se acercaban las vacaciones en la playa que había planeado hacía tiempo, y ponerme un traje de baño haría que ese problema invisible, fuera visible. “¿Qué voy a hacer?”, le pregunté a Dios.

Pensé en las declaraciones que cité antes de que la Biblia es nuestra guía y contiene la receta para toda curación. Me pregunté: “¿Qué receta? ¿Qué ingredientes necesito para encontrar una solución?” Orando y volviéndome a Dios de todo corazón, recordé un versículo de la Biblia que me dio mucha inspiración: “Todo valle sea alzado, y bájese todo monte y collado; y lo torcido se enderece, y lo áspero se allane. Y se manifestará la gloria del Señor” (véase Isaías 40:4, 5). Ver la gloria del Señor en esos lugares donde tenía feas hendiduras en la piel era algo que yo deseaba lograr.

Ver la gloria del Señor en esos lugares donde tenía feas hendiduras en la piel era algo que yo deseaba lograr.

A medida que oraba, encontré un pasaje en Ciencia y Salud que se relaciona con esto: “Todo valle de pecado tiene que ser alzado, y todo monte de egoísmo bajado, para que se prepare el camino de nuestro Dios en la Ciencia” (pág. 61). Y en la Biblia descubrí esta idea: “Porque las cosas invisibles de él, ... se hacen claramente visibles ..., siendo entendidas por medio de las cosas hechas” (Romanos 1:20).

Mi manera de pensar acerca de mi cuerpo tenía que cambiar porque yo sabía, mediante la Ciencia Cristiana, que los pensamientos pueden manifestarse en el cuerpo. También sabía que la naturaleza de Dios, la cual es invisible, se expresaba en Su creación. Es decir que, puesto que el ser de Dios es solamente bueno, yo también solo podía expresar el bien.

La expresión perfecta y completa de un Dios perfecto jamás podía tener algo que no pertenecía a Dios. Nada puede ser demasiado bajo o demasiado alto, demasiado poco o demasiado abundante, sino que todo está perfecta e igualmente equilibrado. Decidí aceptar como válidos sólo los pensamientos perfectos de Dios acerca de mí.

Contemplar la naturaleza de Dios y Su reflejo, y también mi naturaleza como la idea incorpórea de Dios, que puede manifestarse visiblemente, me llenó de enorme alegría.

No sé cuándo todo volvió a la normalidad, pero me olvidé de la preocupación que tenía por mis vacaciones. Las hendiduras desaparecieron poco después de mi partida. Además, un bulto muy evidente que tenía en el brazo desde hacía un tiempo, desapareció también. Esta curación adicional me demostró claramente que Dios Mismo se asegura de que Su ser se haga visible en una forma balanceada.

Por supuesto, me sentí feliz por esta curación física, que demostró ser permanente. Sin embargo, fue más importante para mí el discernimiento que obtuve por medio de ella de la naturaleza “invisible”, es decir, mi perfección espiritual como expresión de Dios.

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