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Un negocio de ideas espirituales

Del número de marzo de 2014 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Original en español

Adaptado del programa radial de El Heraldo de la Ciencia Cristiana, titulado “Liberando el pensamiento de limitaciones”.


Durante cinco años había trabajado en el mercado automotriz, cuando decidí comenzar mi propio negocio de distribución de productos industriales. En aquella época, me enfrentaba al temor por el futuro y la escasez económica, teniendo que mantener a mi familia, compuesta por mi esposa y cuatro hijos.

Para superar estas situaciones busqué apoyo en la oración, algo que siempre me ha ayudado a resolver mis problemas. Una cita de la Biblia me dio mucha inspiración: “Si el Señor no edificare la casa, en vano trabajan los que la edifican; si el Señor no guardare la ciudad, en vano vela la guardia” (véase Salmo 127: 1, 2).

Entre los problemas que enfrentaba en el nuevo negocio estaban la competencia y la rotación de productos “estancados”, que son los que nadie quiere comprar. Estos productos afectan muchísimo las utilidades de una empresa, por tanto, oraba pensando en la “ley de la oferta y la demanda”. Mary Baker Eddy explica que bajo la ley divina “la oferta invariablemente satisface la demanda” (Escritos Misceláneos 1883-1896, pág. 45). Pienso que de acuerdo con esta ley, siempre alguien necesita lo que uno tiene y alguien tiene lo que uno necesita. Así como no hay nada que sobre ni falte en la creación de Dios, no pueden existir “ideas o productos estancados”. Orando de esta forma, lograba vender esos productos que llamamos de “lento movimiento”.

La Sra. Eddy escribe que solo existe un Dios, una Mente, que lo gobierna todo, y nosotros reflejamos esta Mente al expresar Sus numerosas cualidades. Aplicar su declaración “Los hijos de Dios tienen una única Mente” a mi negocio, me ha permitido usar la inteligencia que Dios me ha dado y tomar las mejores decisiones sobre lo que debo pedir y qué mercado visitar (véase Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, págs. 469-470).

Lo que impulsa el movimiento en las empresas, en los hogares, en todos los aspectos de la vida, son ideas, ideas divinas.

La historia de Job en la Biblia me ayudó mucho también. Job enfrentó muchos problemas, pero cuando finalmente reconoció que solo existe un Dios Todopoderoso, quien es el creador del universo, toda su riqueza y su salud le fueron restauradas. Vivió muchos años y pudo conocer a los nietos de sus hijos.

Cuando reconocemos que Dios es la única Mente, que es Todo-en-todo, podemos ver que lo que impulsa el movimiento en las empresas, en los hogares, en todos los aspectos de la vida, son ideas, ideas divinas. Al apoyarme cada vez más en la sabiduría que Dios nos da, he tomado consciencia de que la empresa misma es una idea espiritual. Realmente no me pertenece a mí, ni a nadie. Lo veo como una industria de ideas, de ideas innovadoras, y yo soy su administrador. Al pensar en un negocio de esta forma, logramos crear productos que brindan un mayor rendimiento, lo cual redunda en más progreso para todos. Con los años, he aprendido que el negocio es una herramienta mediante la cual podemos demostrar la bondad y el amor de Dios por la humanidad.

En cuanto a la competencia, no me preocupa lo que hacen los demás. He entendido que la honradez es recompensada, y que en la creación de Dios hay justicia para todos. Esto quiere decir que no debemos ser injustos ni ventajistas. Podemos confiar en que Dios proveerá todos los clientes y todo lo necesario para el mantenimiento y sustento de nuestra empresa.

Cuando reconocemos que Dios es la verdadera fuente de la prosperidad, contribuimos a eliminar la pobreza y la estrechez económica en el mundo.

He aprendido que en el manejo de un negocio es muy importante poner en práctica el Sermón del Monte de la Biblia, para tener éxito. Este sermón dice en parte: “Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. … Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos” (Mateo 5:14, 16).

Cuando oramos diariamente y reconocemos que Dios es la verdadera fuente de la prosperidad, contribuimos a eliminar la pobreza y la estrechez económica en el mundo. Mi empresa ya cumplió 20 años en el mercado y ha prosperado mucho desde que superamos las circunstancias difíciles que enfrentamos al principio. Ver la empresa desde una perspectiva espiritual nos ha beneficiado a todos, a mí, a mi familia, a nuestros empleados y también a nuestros clientes.

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