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Artículo de portada

Purifiquemos nuestra imagen de la femineidad

Del número de marzo de 2014 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Publicado originalmente en el Christian Science Sentinel del 12 de agosto de 2013


Al conducir por la carretera desde el aeropuerto de Kabul, Afganistán, para asistir a una reunión en la sede central de la Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad (ISAF por sus siglas en inglés), sólo puedo ver los ojos de las mujeres que paso en el camino.

Para las mujeres la vida aquí es muy diferente a lo que acostumbramos ver en los Estados Unidos. Los hombres caminan con los hombres y las mujeres caminan detrás de ellos llevando todo y vistiendo burkas que tapan todo su cuerpo excepto los ojos. Después de ver esto, día tras día, en muchos países de esta región, no puedo dejar de preguntarme si estas mujeres alguna vez tendrán más libertad.

Según un estudio de la OTAN sobre las mujeres aquí en Afganistán, realizado en los últimos cinco años, ellas son honestas, dignas de confianza, afectuosas y oran por la paz. Muchas mujeres que he conocido y con quienes he hablado, a veces con un intérprete, oran todos los días, cuidan de sus hijos y hacen lo correcto. Su fortaleza y determinación son increíbles para mí.

Entonces, ¿por qué tratan aquí a las mujeres como si valieran “menos”? En un breve correo electrónico que le envié a mi mamá desde mi oficina en Afganistán sobre el tema, compartí con ella una idea que aporta útiles perspectivas espirituales. Aunque pensamos en términos de cualidades femeninas o masculinas, dichas cualidades son espirituales y expresan la completa imagen y semejanza de Dios, la bondad ilimitada.

Oro para ver que todas las mujeres son espirituales y libres, la imagen y semejanza de Dios.

Esta declaración pone en tela de juicio lo que parece ser una realidad humana inmutable e inalterable. Oro para ver que todas las mujeres son espirituales y libres, la imagen y semejanza de Dios, y también para reconocer que ningún hombre puede ser presa de las creencias tradicionales que lo degradan a él o a otros.

En Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, Mary Baker Eddy escribe: “En la Ciencia el hombre es linaje del Espíritu. Lo bello, lo bueno y lo puro constituyen su ascendencia. Su origen no está, como el de los mortales, en el instinto bruto, ni pasa él por condiciones materiales antes de alcanzar la inteligencia. El Espíritu es la fuente primitiva y última del ser; Dios es su Padre, y la Vida es la ley de su ser” (pág. 63).

Para mí, el Amor divino está presente constantemente dondequiera que yo esté. Trabajo y oro con persistencia cada día para ver mentalmente que los hombres y las mujeres afganos no están atrapados en un sueño mortal de “instinto bruto”, sino que viven bajo el gobierno del Amor. Todo hombre y mujer incluye en sí mismo inteligencia espiritual porque es el amado hijo de Dios. Cada uno es completo y se siente satisfecho.

Esta declaración de la Sra. Eddy me da confianza cuando oro: “La naturaleza más elevada del hombre no es gobernada por la más baja; si lo fuera, el orden de la sabiduría estaría revertido. Nuestros puntos de vista falsos sobre la vida ocultan la armonía eterna…” (Ciencia y Salud, pág. 62).

El año pasado, en un momento pensé que Dios había abandonado al género humano aquí en Kabul. Los “puntos de vista falsos sobre la vida”, sin duda, eran para mí todo un desafío. Estaba las 24 horas del día rodeado por informes de odio y del asesinato sin sentido de hombres, mujeres y niños, debido a facciones en guerra que luchan por obtener poder y dinero. La incredulidad inundó mi pensamiento después que me informaron que una escuela de niñas había sido totalmente incendiada con las niñas adentro, porque no tenían la cabeza cubierta como era debido.

Llamé a un practicista de la Ciencia Cristiana, quien oró diariamente conmigo para saber que estaba en el lugar correcto aquí, en Afganistán; que tenía la oportunidad de compartir la ley de Dios y ser testigo de la genuina protección que Dios brinda a la humanidad. El practicista me dijo que la verdad del hombre de Dios siempre es revelada.

Esto me resultó útil al orar por las mujeres en Afganistán. Todos nosotros somos justos y estamos protegidos en el reino de Dios.

Todo hombre y mujer incluye en sí mismo inteligencia espiritual porque es el amado hijo de Dios.

Si mi verdadero trabajo es ser testigo de la ley de Dios y ver a hombres y mujeres como Dios los ve, entonces es más importante que nunca purificar la imagen que tengo de la femineidad. Tengo que aferrarme a la verdad acerca de todos ellos, y verlos como Dios me ve a mí, como Su imagen y semejanza.

Al igual que con toda curación, tengo que comprender que estas mujeres —y hombres— jamás han estado separadas del Amor divino, de su protección y dirección. Nuestro Padre-Madre Dios es el único poder y Su promesa es verdadera.

Ahora entiendo que la mayoría de las cosas con las que lidiamos a diario son solo una sombra de lo que Dios sabe de nosotros y de lo que es verdad. Leí el Salmo 23:4 teniendo en mente esta nueva perspectiva de la realidad: “Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; tu vara y tu cayado me infundirán aliento”.

Esta oración me ha ayudado a comprender que estas mujeres están caminando “a través de la sombra” de la muerte, no están atrapadas o caminando con la muerte. Y yo sé cómo librarme de la sombra: lo único que tengo que hacer es encender la luz. En este caso, la luz es la luz de la verdad espiritual acerca de las mujeres. En el reino de Dios, ellas ya están a salvo y son apreciadas, y oro para percibir que ahora mismo están libres de esta sombra, y el Amor divino las conforta.

Los himnos han sido muy útiles al orar para cambiar mi pensamiento sobre la gente de esta región. Uno que comienza: “Servirte a Ti, mi Dios, Señor, me trae libertad”. (Violet Hay, Himnario de la Ciencia Cristiana, N º 136), me brinda una sensación de libertad y me ayuda a ver al hombre —es decir, a hombres y mujeres en conjunto— como una idea de Dios. “Andando voy con el Amor” (Himno N° 139) conduce mi pensamiento de la lástima a la pureza.

Cuando veo a estas mujeres caminando en el barro y la basura, cubiertas de los pies a la cabeza en temperaturas de 38°C, recito las dos últimas líneas de la primera estrofa de este himno,“de puro gozo [llenas están]. ¡Con el Amor [andando van]!”

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