Hace dos años, cuando viajaba por un país extranjero, empecé a sentir dolor cada vez que orinaba. Muy pronto el dolor se volvió más intenso. Al día siguiente, durante el vuelo de regreso a casa, apenas si podía estar sentada debido al dolor que sentía en la parte inferior de la espalda.
Para cuando llegué a casa, no podía caminar con facilidad. Tenía que usar el baño con frecuencia, y orinar me causaba sufrimiento. Al principio tuve miedo, porque no sabía qué me estaba pasando. Pero entonces decidí aplicar lo que había aprendido mediante el estudio de la Ciencia Cristiana. También sentí la necesidad de calmar el temor en mi pensamiento, así que le pedí a un practicista de la Ciencia Cristiana que me ayudara con la oración.
El practicista me comentó que era importante que reconociera mi perfección inalterada, por ser el reflejo de Dios.
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