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El dolor desapareció

Del número de abril de 2014 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Original en portugués


Hace dos años, cuando viajaba por un país extranjero, empecé a sentir dolor cada vez que orinaba. Muy pronto el dolor se volvió más intenso. Al día siguiente, durante el vuelo de regreso a casa, apenas si podía estar sentada debido al dolor que sentía en la parte inferior de la espalda.

Para cuando llegué a casa, no podía caminar con facilidad. Tenía que usar el baño con frecuencia, y orinar me causaba sufrimiento. Al principio tuve miedo, porque no sabía qué me estaba pasando. Pero entonces decidí aplicar lo que había aprendido mediante el estudio de la Ciencia Cristiana. También sentí la necesidad de calmar el temor en mi pensamiento, así que le pedí a un practicista de la Ciencia Cristiana que me ayudara con la oración.

El practicista me comentó que era importante que reconociera mi perfección inalterada, por ser el reflejo de Dios.

El practicista me comentó que era importante que reconociera mi perfección inalterada, por ser el reflejo de nuestro Padre y creador, y que también confiara firmemente en que Dios, quien es Espíritu y Amor, tiene control absoluto sobre Sus hijos y los gobierna armoniosamente.

No obstante, en el curso del día siguiente no hubo ninguna mejoría. Cuando ya no soporté el dolor, llamé nuevamente al practicista. Él me aseguró que continuaría orando por mí, y me pidió que lo volviera a llamar en una hora. Durante ese período me quedé dormida, y para cuando desperté dos horas después, el dolor había desaparecido. Entonces ya más tranquila pude estudiar con mayor atención y calma la Biblia y Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por Mary Baker Eddy.

Encontré gran apoyo en este pasaje: “Cuando la ilusión de enfermedad o pecado te tiente, aférrate firmemente a Dios y Su idea. No permitas que nada sino Su semejanza more en tu pensamiento. No dejes que ni el temor ni la duda ensombrezcan tu claro sentido y calma confianza, de que el reconocimiento de la vida armoniosa —como la Vida es eternamente— puede destruir cualquier sentido doloroso o cualquier creencia acerca de aquello que no es la Vida. Deja que la Ciencia Cristiana, en vez del sentido corporal, apoye tu comprensión del ser, y esta comprensión sustituirá el error por la Verdad, reemplazará la mortalidad con la inmortalidad y silenciará la discordancia con la armonía” (Ciencia y Salud, pág. 495). Para mí, estas palabras de Mary Baker Eddy demuestran cuán importante es comprender que Dios es Espíritu y es perfecto, y que el hombre es Su idea espiritual, cuya perfección inmutable puede y debe ser demostrada en forma de salud y armonía, en todo momento. Yo sabía que reconocer mi inquebrantable unidad con la perfección divina me haría entender que toda sensación de dolor no era verdad o parte de mi identidad espiritual, la única identidad verdadera que tengo.

Al término del día siguiente estas lecturas me habían traído mucha paz, y los síntomas desaparecieron por completo.

Como no consulté con un médico, no tuve un diagnóstico. Pero mis familiares y amigos, algunos de los cuales tienen experiencia en medicina, me dijeron que esos síntomas pueden indicar piedras en los riñones, y que los casos tan dolorosos como el mío, pueden requerir cirugía para sanar. Estoy profundamente agradecida a Dios porque me liberé totalmente de esa condición, sin el uso de ningún medicamento, dieta especial o cirugía. ¡Y esos sintomas jamás volvieron a presentarse!

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