Durante mi niñez y adolescencia, asistí a una escuela en una ciudad grande de Francia. En la escuela secundaria, teníamos dos horas de educación física cada semana. Por lo general, pasábamos una hora en el gimnasio, y la otra en un estadio al aire libre que tenía una cancha de fútbol rodeada de una pista de atletismo.
Durante una de nuestras clases, nos pusimos a practicar sprints (carreras cortas a toda velocidad) en la pista. Después de terminar mis sprints, empecé a jugar a la mancha [la traes, pilla-pilla] con un amigo.
Lo único que recuerdo fue que desperté en el hospital rodeado de gente, entre otros, mi padre, quien era pediatra. Un poco más tarde llegó mi madre, que era Científica Cristiana, y me dijo que se había comunicado con un practicista de la Ciencia Cristiana para que orara por mí. Yo no tenía ni idea de lo que me había sucedido.
Pronto me enteré de que había sido golpeado accidentalmente en la cabeza por alguien que estaba practicando lanzamiento de peso. Este deporte consiste en lanzar una bola de acero de gran tamaño que los atletas arrojan tan lejos como les es posible desde un círculo de lanzamiento. Mi escuela era bastante grande y el día del accidente se estaban desarrollando clases de diferentes disciplinas deportivas en el estadio, incluido el lanzamiento de peso, evento de atletismo que se remonta a la antigua Grecia.
Según recuerdo, el personal médico del hospital nunca había tratado una lesión en la cabeza como esa. La gravedad de la fractura de cráneo, justo sobre el ojo, los dejó perplejos y no sabían qué hacer porque sentían que no podían asegurar el éxito de una operación. Para ellos, el mejor remedio pareció ser simplemente recomendar reposo absoluto, en el hospital, durante varias semanas. Así que me quedé allí, pero no recibí ningún medicamento o tratamiento específico.
El practicista de la Ciencia Cristiana, que vivía en Inglaterra, continuó orando con mi madre por mí. Cuando mi mamá venía a verme me hablaba de las verdades espirituales con las que ella y el practicista habían estado orando en la Ciencia Cristiana. Aunque no recuerdo ninguna referencia específica o pasaje de la Biblia o de los escritos de Mary Baker Eddy que mi madre haya podido mencionar, sí recuerdo la atención y el apoyo que me brindaban y el ambiente positivo que propiciaba la curación. Progresé rápidamente y recuerdo haber ayudado, con palabras de aliento, a otro chico que estaba nervioso antes de una cirugía cerebral.
Como adolescente de 13 años lleno de energía, me pareció que estaba pasando una eternidad en el hospital, así que una tarde decidí que era hora de marcharme. Habré estado allí diez días o un par de semanas. Empaqué mis pocas pertenencias y me despedí de mi compañero de cuarto. Era la hora en que mi padre solía venir a visitarme. No es difícil imaginar la cara que puso cuando lo encontré al pie de la escalera y le pregunté dónde tenía estacionado el auto para llevarme a casa. Él se encargó de que me dieran el alta del hospital.
Mi madre y el practicista continuaron apoyándome con la oración y yo me quedé en casa. Por orden de los médicos, no se me permitió volver a la escuela por varias semanas. Salía a caminar con mi madre y me sentía lleno de energía. Después regresé a la escuela perfectamente bien. Varios años más tarde, cuando me hicieron la revisión médica para hacer el servicio militar, no se encontró rastro alguno de la lesión.
Me gustaría añadir que hubo algunos desafíos importantes que se solucionaron con la oración durante ese período de curación. En el momento del incidente, varios accidentes deportivos, que involucraron lesiones en la cabeza, se produjeron en diferentes escuelas de la zona, y fueron reportados por la prensa. En dos casos, los niños afectados fallecieron. Así que fue necesario tratar el temor a la posibilidad de que esta lesión en la cabeza tuviera graves consecuencias. De hecho, los médicos se mostraron escépticos sobre mi recuperación completa, y temían que sufriera de deficiencia visual, dolores de cabeza y deformidad facial.
Esta oración eliminó todo el temor, toda la ansiedad de que pudiera quedar con alguna discapacidad.
Pero el practicista y mi madre eliminaron resueltamente estas “sugestiones” en sus oraciones, sabiendo que no tenían fundamento en el Amor divino, cuya creación es por siempre perfecta. Y, de hecho, esta oración eliminó todo el temor, toda la ansiedad de que pudiera quedar con alguna discapacidad, así como lo hizo con los jóvenes en el horno de Babilonia en la Biblia, “cómo el fuego no había tenido poder alguno sobre sus cuerpos, ni aun el cabello de sus cabezas se había quemado; sus ropas estaban intactas, y ni siquiera olor de fuego tenían” (Daniel 3:27).
En Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, Mary Baker Eddy escribió: “Así como una gota de agua es una con el océano, un rayo de luz uno con el sol, así Dios y el hombre, Padre e hijo, son uno en el ser” (pág. 361). Fue realmente el sentido espiritual de este pasaje, la comprensión de mi unidad con Dios, lo que guió mi curación y mi regreso a la escuela.
Varios años después, esta curación me inspiró para hacerme miembro de La Iglesia Madre.
La afiliación a la Iglesia, junto con mi estudio del razonamiento espiritual científico, explicado en los escritos de la Sra. Eddy, me han traído innumerables bendiciones y curaciones durante una carrera excitante y una vida llena de acontecimientos. Estoy muy agradecido.
Skilgate, Summerset