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Libre del despotismo del estado

Del número de abril de 2014 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Original en alemán


Cuando leo en las noticias todos los días acerca de los disturbios y opresión que sufren países como Siria y Egipto, pienso cómo puedo yo contribuir a la paz en el mundo. En la Biblia leemos: “Porque el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad” (2 Corintios 3:17).

En la década de los 70, fui de vacaciones al Mar Negro y conocí a una familia rumana. Hablaron conmigo en francés y me contaron que se sentían muy desdichados bajo el régimen comunista del dictador Ceausescu. Les habían quitado sus pertenencias, y no tenían permitido estudiar en una universidad porque pertenecían a la clase alta. Habían sido privados de sus libertades, y vivían en condiciones muy primitivas. En su desesperación, me preguntaron si podía ayudarlos. Yo les respondí: “Sí, pero mediante la oración”.

Aceptaron mi oferta de orar por ellos. Yo les hablaba diariamente acerca del hecho de que Dios los había creado libres, y que ningún ser humano podía quitarles esa libertad. Les conté acerca de la Ciencia Cristiana, y ellos fueron muy receptivos. Cuando me fui, me pidieron que regresara tan pronto como pudiera, y trajera literatura de la Ciencia Cristiana.

Antes de mi siguiente viaje, empaqué todo tipo de libros y revistas de la Ciencia Cristiana en inglés y en francés, que oculté cuidadosamente en mi automóvil. Alguien ya me había advertido que podía terminar en la cárcel si encontraban esa literatura al entrar al país. Pero yo no había tomado muy en serio esa advertencia.

Me aferré al pensamiento de que el Amor divino es el único poder verdadero que nos gobierna a todos.

Finalmente, me encontré en un riguroso y muy desagradable interrogatorio con unos ocho guardias de frontera, quienes confiscaron la literatura que encontraron en mi auto y me bombardearon con preguntas agresivas respecto a la misma. Yo solo me aferré al pensamiento de que el Amor divino es el único poder verdadero que nos gobierna a todos. Esto me tranquilizó mucho.

Muy pronto, el oficial principal me pidió que fuera con él a su oficina, donde miró mis ejemplares del Christian Science Monitor durante una media hora. Me sentí agradecida por tener ese tiempo para orar. De pronto recordé un artículo titulado “Amad a vuestros enemigos” de Escritos Misceláneos 1883-1896 por Mary Baker Eddy. Allí dice: “¿Quién es tu enemigo a quien debes amar? ¿Es un ser viviente o una cosa fuera de tu propia creación?” (pág. 8). Luego continúa diciendo: “‘Ama a tus enemigos’ es idéntico a ‘No tienes enemigos’” (pág. 9). Con estos pensamientos mi temor desapareció y sentí paz en medio de aquel aparente peligro.

Después de tener una cordial conversación con este oficial, él se disculpó sinceramente por todos los inconvenientes que yo había tenido que pasar. Lo que había parecido ser un enemigo, para mí resultó ser un amable ser humano.

No habían encontrado todos los libros que llevaba, así que después, con la ayuda de las concordancias que todavía tenía, busqué muchas citas sobre el tema de la libertad en la Biblia y en Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por Mary Baker Eddy. Entonces les pedí a mis amigos rumanos que estudiaran detenidamente esas citas, lo que hicieron con mucho gusto y receptividad.

Ellos habían tratado de hablar con las autoridades y pedido un permiso para abandonar el país. Pero hasta ese momento había sido en vano. Un día la señora me dijo: “Por favor, ore ahora por nosotros; voy a ir a ver a las autoridades una vez más”.

Buscando la guía de Dios, abrí Ciencia y Salud al azar y leí lo siguiente: “El universo del Espíritu está poblado de seres espirituales, y su gobierno es la Ciencia divina” (págs. 264–265). Pensé que las leyes divinas del Amor y la Vida son las únicas leyes pertinentes a las que todo tiene que someterse. Por lo tanto, los déspotas que quieren tiranizar y controlar a las criaturas que los rodean no tienen poder verdadero. No tienen la última palabra, porque solo Dios es el Soberano. Estos pensamientos me llenaron de una gran paz y confianza.

Una hora después, la señora regresó y por primera vez la vi sonreír feliz. Los funcionarios se mostraron dispuesto a examinar nuevamente su caso.

Varias semanas después mis amigos rumanos me llamaron para contarme que había ocurrido un “milagro”. Los tres miembros de la familia habían sido autorizados a emigrar a los Estados Unidos de América, donde un pariente ya los estaba esperando. Muy pronto se establecieron con mucha felicidad.

Para mí este “milagro” fue un resultado muy natural de comprender que solo Dios, el bien, gobierna y da libertad a cada uno de Sus hijos. La Sra. Eddy dice en Ciencia y Salud: “Al discernir los derechos del hombre, no podemos dejar de prever el fin de toda opresión. La esclavitud no es el estado legítimo del hombre. Dios hizo libre al hombre” (pág. 227). Nuestra libertad es un regalo de Dios.

Helga Janesch, Berlín, Alemania

Nota del hijo de la familia rumana mencionada en el testimonio:

El testimonio relata lo ocurrido con precisión. Quiero agregar que la Sra. Janesch fue una luz brillante en nuestras vidas y nos ayudó mucho. Cuando llegamos a los Estados Unidos trabajamos muy duro, y puedo decir con toda certeza que hemos salido airosos.

Alin Son

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