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Uno con el Padre

Del número de abril de 2014 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


La Pascua es una época en que muchos reflexionan acerca de la resurrección y ascensión de Jesús, y su propósito de demostrar a la humanidad que la Vida es Dios, y es eterna.

El primer capítulo del Génesis sienta las bases de la relación inquebrantable que tenemos con nuestro Progenitor divino, al decir que el hombre es la imagen y semejanza de su Hacedor (véase Génesis 1:26, 27). Esto quiere decir que no podemos estar separados de Dios. Es más, el hombre y toda la creación divina, todo el universo, son uno con Dios. Esto implica que no puede haber separación alguna entre la Mente infinita, Dios, y Su creación perfecta.

Una cita de Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras me ha ayudado a comprender mejor nuestra unidad con Dios. Mary Baker Eddy escribe: “La Ciencia divina del hombre está tejida en una sola tela consistente, sin costura ni rasgón” (pág. 242).

Me he dado cuenta de que la relación de Dios con toda Su creación es como una tela muy apretada en la cual no hay espacios vacíos, no hay fallas, no hay defectos; no hay lugar donde algo desemejante a Dios pueda existir. Comprender esto nos ayuda a ver que si la creación de Dios es perfecta, completa y ocupa todo el espacio, no hay donde la enfermedad, el conflicto, el odio, o cualquier pensamiento malvado, puedan estar, pues el Amor divino jamás los creó.

Tomar consciencia del derecho que Dios nos ha dado de expresar inteligencia, salud, felicidad —innumerables cualidades espirituales— abre ante nosotros un mundo de posibilidades infinitas.

Una de las formas de disfrutar totalmente de estas bendiciones, es cuestionar todo pensamiento que nos venga a la mente, y determinar si proviene de lo que la Biblia llama la “mente carnal” (véase Romanos 8:7). En el reino de Dios solo hay pura perfección. Los pensamientos malos —incluso el fariseísmo y la justificación propia— vienen solo de la mente mortal y carecen de sustancia. A medida que aceptamos y actuamos conforme a los pensamientos de bien, armonía y paz que provienen de la Mente divina, nos regocijamos al saber, al igual que Jesús, que “Yo y el Padre uno somos” (Juan 10:30).

Patricia del Castillo
Redactora

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