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"No hay otro fundamento"*

Del número de abril de 2014 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Publicado originalmente en el Christian Science Journal de Abril de 2014.


Cerca de mi casa hay una clásica iglesia de pueblo que tiene más de 100 años. El clima de Nueva Inglaterra ha dado a sus tejas de madera el típico color gris de Cape Cod. No hace mucho, tuvieron que encofrarla y levantarla, pues su fundamento de piedra se había desmoronado. Entonces los albañiles reconstruyeron la base para que los carpinteros pudieran volver a colocar la histórica superestructura. Una vez más está abierta al público para adorar y asistir a los eventos de la comunidad.

Para que una iglesia se mantenga en pie es esencial que tenga un sólido apuntalamiento. No obstante, donde el cemento y la piedra se debilitan con el tiempo, el cimiento espiritual perdura. De hecho, el fundador del cristianismo no dejó atrás ninguna estructura material como evidencia de una religión sustancial. Fueron simplemente sus enseñanzas, confirmadas mediante ejemplos prácticos, las que constituyeron su edificio de iglesia. “Jesús estableció su iglesia y mantuvo su misión sobre el fundamento espiritual de la curación-Cristo” (Mary Baker Eddy, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 136).

Toda iglesia, sociedad o grupo de la Ciencia Cristiana alrededor del mundo, se apoya sobre esta base: la curación mediante el Cristo. Cada testimonio que se ofrece en las reuniones de los miércoles y en nuestras publicaciones, refuerza ese fundamento espiritual y hace que la Iglesia sea inamovible, cualquiera sea la adversidad que se presente en nuestro camino, ya sean tormentas externas del clima, o tormentas internas de opinión.

Cada uno de nosotros tiene mucho que contribuir a ese fundamento sólido de nuestra Iglesia, tanto local como mundialmente, al permitir que nuestra comprensión de la bondad y totalidad de Dios se encarguen de los problemas que enfrentamos. A su vez, nuestra gratitud fluye naturalmente, ya sea debido a la completa recuperación de una enfermedad, la total restauración de una lesión, o el alivio de una estrechez financiera. Sin embargo, la curación mediante el Cristo incluye mucho más que el bienestar físico y el confort individual. Su “misión más elevada” es “quitar los pecados del mundo” (Ciencia y Salud, pág. 150).

La palabra “pecado” puede parecer bastante anticuada, algo fuera de lugar en la cultura contemporánea y la afición por inventar valores al instante. Sin embargo, sigue teniendo vigencia como todo aquello que pareciera separarnos del tierno abrazo del Amor divino. Puede manifestarse como la corrupción o injusticia de otro, o como nuestra propia obstinación, resentimiento, incluso desaliento. Pecado es todo aquello que nos apartaría de Dios.

La curación mediante el Cristo rompe la ilusión de separación y la errónea percepción de que el mal pueda ser real o poderoso. Establece nuestra presente y permanente unidad con el Amor infinito, y al Amor como el único poder y sustancia de nuestras vidas. Sin esta evidencia de la curación espiritual, la iglesia comienza a hundirse. Mientras que la disposición de compartir con otros nuestras experiencias, por más pequeñas que parezcan, fortalece todo aquello sobre lo cual nuestras iglesias están construidas, y ofrece un fundamento seguro a la perdurable hermandad en Cristo que resiste la prueba del tiempo.

*Véase 1º Corintios 3:11.

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