Hay una historia en la Biblia que es muy especial para mí, y me ha dado mucha inspiración a lo largo de los años. Es interesante notar que esta historia se repite de manera similar en tres de los cuatro Evangelios: Mateo 19:13-15; Marcos 10:13-16; y Lucas 18:15-17. Por ejemplo, esto es lo que leemos en Marcos:
“Y le presentaban niños para que los tocase; y los discípulos reprendían a los que los presentaban. Viéndolo Jesús, se indignó, y les dijo: Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de Dios. De cierto os digo, que el que no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él. Y tomándolos en los brazos, poniendo las manos sobre ellos, los bendecía”.
Con frecuencia me he imaginado esta escena: la multitud persiguiendo y presionando a Jesús; los padres llevando a sus hijos y presentándoselos a Jesús para que los bendiga; y los discípulos actuando como guardaespaldas, queriendo proteger a su Maestro y ahuyentando a la gente. Los discípulos, sin duda, pensaban que estaban haciendo lo correcto, pero Jesús “se indignó” con ellos. Llamó a los niños para que vinieran a él, los tomó en sus brazos, —aun cuando podemos imaginar que había muchos niños—, y los bendijo. Al mismo tiempo, Jesús aprovechó la oportunidad para impartir un mensaje muy importante: solo aquellos que son como un niño tendrán acceso al reino de los cielos.
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