Un lunes, a principios del 2012, estaba en el trabajo cuando empecé a sentirme mal. Cuando llegué a casa me di cuenta de que tenía fiebre. También tenía tos y me dolía mucho el pecho, además de estar sumamente débil. Me acosté, y mientras trataba de leer literatura de la Ciencia Cristiana y orar, me quedé dormido.
Al día siguiente, seguía sintiéndome muy mal y no pude ir a trabajar. Entonces, mi esposa, que no estudia la Ciencia Cristiana, quiso darme unos remedios antes de irse para el trabajo, pero yo decidí no tomarlos. Como hace ya un tiempo que estudio la Ciencia Cristiana, y me ha resultado eficaz para resolver problemas, mi primera opción es confiar en la oración para sanar.
Aquel día, tuve que quedarme en cama. Me sentía tan mal que no podía orar por mí mismo, así que decidí llamar a una practicista de la Ciencia Cristiana para pedirle que me ayudara con la oración.
La practicista estuvo de acuerdo en orar por mí. No recuerdo bien qué fue lo que me dijo por teléfono, pero me habló con tanta calma y firmeza, que me tranquilicé.
Ella me llamó una hora después, y me dijo que continuaría orando y me pidió que la llamara a la noche para saber cómo estaba. Cuando hablamos, le dije que a pesar de haberme sentido mejor después de haber hablado por la mañana, los síntomas habían empeorado durante el día.
La practicista me alentó a orar con las ideas de la “declaración científica del ser”, que Mary Baker Eddy escribió en Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras: “No hay vida, verdad, inteligencia ni sustancia en la materia. Todo es la Mente infinita y su manifestación infinita, pues Dios es Todo-en-todo. El Espíritu es la Verdad inmortal; la materia es el error mortal. El Espíritu es lo real y eterno; la materia es lo irreal y temporal. El Espíritu es Dios, y el hombre es Su imagen y semejanza. Por lo tanto, el hombre no es material; él es espiritual” (pág. 468).
Percibí muy claramente que aquello que parece tan real, tan palpable, como la materia, en verdad no tiene sustancia en la realidad divina.
Durante la noche, como no lograba dormir, me puse a reflexionar sobre estas ideas y percibí muy claramente que aquello que parece tan real, tan palpable, como la materia, en verdad no tiene sustancia en la realidad divina, y que aquello que carece de sustancia no es real. Por ser una manifestación de la Mente infinita, Dios, yo soy una idea perfecta de esa Mente y no puedo sentir dolores ni malestar, solo puedo expresar la perfección inherente a toda la creación de Dios.
Finalmente me dormí, y en la mañana del miércoles me sentía mucho mejor. No obstante, continué afirmando, en oración, las verdades espirituales con las que venía orando. Estaba tan concentrado en ellas que, con toda naturalidad, dejé de pensar en aquel cuadro de enfermedad. En un momento dado, estaba conversando con mi esposa, cuando me di cuenta de que los síntomas habían desaparecido por completo; me sentía perfectamente bien y lleno de energía.
Con mucha alegría, llamé a la practicista para decirle que había sanado. Ella estaba feliz y me dijo que sería prudente que oráramos para reconocer que la curación había sido completa. Entendí que, por ser el reflejo de Dios, yo no podía volver a tener dolor, pues, en realidad, nunca había salido del estado de perfección espiritual.
El miércoles por la noche, yo tenía un compromiso en la iglesia de la Ciencia Cristiana de la cual soy miembro. Nuestra iglesia no tiene un pianista u organista para tocar los himnos durante los servicios religiosos, y en aquella ocasión yo estaba encargado de hacer que el grabador tocara los himnos correctos durante la reunión de testimonios. Cuando estaba de camino a la iglesia comenzó a llover torrencialmente y yo no tenía ni impermeable ni paraguas. Llegué a la iglesia empapado y seguí mojado hasta que terminó la reunión. También llovía mucho cuando regresé a casa. El trayecto de la iglesia a mi casa en transporte público toma, como mínimo, una hora y media, de forma que había estado mojado, por lo menos, cuatro horas aquella noche. No obstante, puedo decir con gratitud que no tuve ninguna recaída.
Pienso que aquellos síntomas se debieron a algún problema respiratorio, y fui sanado rápidamente apoyándome tan solo en la oración. Estoy muy agradecido por el apoyo que me brindó la practicista y por las enseñanzas de la Ciencia Cristiana, que me fortalecen y paso a paso me llevan a ver más evidencias de la supremacía del Espíritu y la nada de la materia.