Un lunes, a principios del 2012, estaba en el trabajo cuando empecé a sentirme mal. Cuando llegué a casa me di cuenta de que tenía fiebre. También tenía tos y me dolía mucho el pecho, además de estar sumamente débil. Me acosté, y mientras trataba de leer literatura de la Ciencia Cristiana y orar, me quedé dormido.
Al día siguiente, seguía sintiéndome muy mal y no pude ir a trabajar. Entonces, mi esposa, que no estudia la Ciencia Cristiana, quiso darme unos remedios antes de irse para el trabajo, pero yo decidí no tomarlos. Como hace ya un tiempo que estudio la Ciencia Cristiana, y me ha resultado eficaz para resolver problemas, mi primera opción es confiar en la oración para sanar.
Aquel día, tuve que quedarme en cama. Me sentía tan mal que no podía orar por mí mismo, así que decidí llamar a una practicista de la Ciencia Cristiana para pedirle que me ayudara con la oración.
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