En diciembre de 2006, nuestra hija, Angélica, tenía once meses de edad. Una noche, de pronto al tocarla notamos que estaba muy caliente. Parecía tener fiebre y lloraba. De inmediato, mi esposa y yo nos volvimos a Dios en oración, y llamamos a una practicista de la Ciencia Cristiana, que es una persona que ayuda a aquellos que piden tratamiento con la oración. Las experiencias que habíamos tenido en el pasado, nos habían demostrado que el tratamiento en la Ciencia Cristiana sanaría a nuestra hija.
Esa noche fue difícil para la pequeña. La tranquilizamos teniendo la certeza del amor y la presencia de Dios, e hicimos todo lo posible para que estuviera cómoda. Al día siguiente, mi esposa y yo continuamos orando y estudiando pasajes de la Biblia y de Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por Mary Baker Eddy. Traté de comprender mejor que la realidad espiritual es totalmente buena. Yo sabía que Dios jamás permite que Sus hijos sufran, y que Su creación incluía a Angélica, quien es espiritual y perfecta, y refleja la naturaleza alegre y completa de Dios. También percibí mejor que la enfermedad se origina en el temor; en la creencia de que hay vida en la materia y de que la vida es intrínsecamente vulnerable. Comprendí que la enfermedad se origina en la sensación de que podemos estar separados de Dios o que no merecemos Su ayuda; en un sentido de responsabilidad personal o culpa. Era importante eliminar todo eso de mi pensamiento sabiendo que Dios es la Mente infinita que lo gobierna todo armoniosamente. Para el Amor divino todos Sus hijos son valiosos y este Amor les da solo lo que es bueno. La Biblia dice: “Estad quietos, y conoced que yo soy Dios” (Salmo 46:10). Necesitaba tranquilizar mi pensamiento y escuchar la inspiración de Dios.
Un pasaje de Ciencia y Salud explica: “Enteramente separada de la creencia y el sueño de la vida material, está la Vida divina, revelando la comprensión espiritual y la consciencia del señorío del hombre sobre toda la tierra. Esta comprensión echa fuera el error y sana a los enfermos, …” (pág. 14). Mi pensamiento se estaba apartando de un concepto material de la vida, y la comprensión espiritual se estaba volviendo más sustancial para mí.
Sentí que debía recurrir radicalmente a Dios y sentir Su apacible presencia.
A pesar de todas nuestras oraciones la fiebre persistía con altibajos. Esa noche, mi esposa y yo deseábamos de todo corazón que nuestra hija se sanara. Yo me sentía un poco desalentado. Sin embargo, mi trabajo de oración me había elevado, y sentí que debía recurrir radicalmente a Dios y sentir Su apacible presencia. En ese momento, mi esposa estaba en otra habitación, y ella estaba orando también. Yo estaba sentado en el suelo, donde juegan los niños, abrazando a mi hija. En Ciencia y Salud, Mary Baker Eddy dice que “Padre-Madre es el nombre para la Deidad, que indica Su tierna relación con Su creación espiritual” (pág. 332). Lleno de esta comprensión, me volví incondicionalmente a nuestro Padre-Madre Dios, sabiendo que Él-Ella es del todo amoroso. En ese momento, percibí que el Amor divino estaba realmente presente. Esto me dio la certeza de que todo estaba bien; la preocupación y el temor dieron lugar a la confianza y a la alegría.
Mientras disfrutaba de ese momento de comunión con Dios, noté que Angélica había comenzado a jugar con su juguete musical que estaba frente a ella: cantaba, incluso bailaba un poco, como ella acostumbra a hacer. Me di cuenta de que la fiebre había desaparecido.
A partir de ese momento, continuó expresando alegría y estuvo muy activa. Aquella noche, la niña se despertó varias veces, pero volvió a dormise con unas pocas palabras de aliento. Para cuando llegó la mañana, estaba perfectamente bien, y dicha condición no volvió a repetirse. Angélica tiene ahora ocho años, y goza de muy buena salud.
Estoy muy agradecido a Mary Baker Eddy por habernos revelado que la espiritualidad puede aplicarse en la práctica, en nuestra vida diaria. Podemos reclamar con valentía, para nosotros y para nuestros seres queridos, todo el bien que Dios da incondicionalmente a Sus hijos.
Arlington, Massachusetts