En el Evangelio según Lucas, está la historia cuando Jesús entra en una aldea y le salen “al encuentro diez hombres leprosos”, quienes, al ver al Maestro a lo lejos, le dicen: “¡Maestro, ten misericordia de nosotros!” Entonces Jesús les manda que vayan a mostrarse a los sacerdotes, y cuando van de camino son limpiados.
Y uno de esos hombres, que era samaritano, “viendo que había sido sanado, volvió, glorificando a Dios,... y se postró rostro en tierra a sus pies, dándole gracias”. Cuando Jesús vio que solo uno de los hombres regresó para expresar gratitud, dijo: “¿No hubo quien volviese y diese gloria a Dios sino este extranjero? Y le dijo: Levántate, vete; tu fe te ha salvado” (17:11-19).
Alguien podría decir que todos fueron sanados, a pesar de que la mayoría no dio gracias. Entonces, ¿por qué es importante dar gracias a Dios —hasta por las cosas más pequeñas— con un corazón sincero y lleno de gratitud?
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