Tengo un perro llamado Pintado. Él solía vivir en la calle y estaba muy flaco y descuidado. Mamá, mi abuela y yo nos hicimos cargo de él y lo alimentamos, desde entonces vive con nosotros.
Un día, Pintado se escapó y estuvo perdido durante muchas horas. Yo tenía miedo de que lo atropellara un auto o que alguien le hiciera daño. Como estaba lloviendo mucho, también tenía miedo de que no encontrara dónde refugiarse.
Mi mamá estaba trabajando, así que llamé a mi tía. Ella me dijo que debíamos orar juntos y declarar que en el reino de Dios nada se pierde. Entendí que Pintado no estaba perdido y que Dios le mostraría cómo regresar a casa. En nuestras oraciones, también afirmamos que Dios estaba con Pintado, cuidando de él.
Después de orar, me dormí por unas horas. Cuando desperté, fui a la puerta de entrada y allí estaba el juguetón de Pintado, moviendo la cola, esperando a que yo le abriera la puerta y lo dejara entrar. Él había encontrado el camino de regreso a casa, a pesar de la incesante lluvia. Estoy agradecido por esta prueba de que Dios cuida de mí, como de todos Sus hijos y de todos los animales.