Puede ser una tentación pasar por alto las noticias sobre actos de intimidación. Esos informes a veces pueden darnos miedo y hacernos pensar que estamos demasiado lejos como para poder dar una respuesta útil. Incluso puede que los aceptemos con resignación. No obstante, hace un tiempo tuve una experiencia que me dio la oportunidad de extender mis oraciones a todo el mundo, en busca de soluciones pacíficas a la confrontación.
Todo comenzó un día cuando un hombre pasó caminando por nuestra casa con su perro. Una escena muy común en nuestra calle. Pero entonces casualmente vi que este perro intentaba usar nuestro jardín de adelante para hacer sus necesidades. Muchas veces antes, había tenido que limpiar mi jardín de la suciedad de los perros, y me molestaba mucho.
Cuando salí para hablar con el dueño del perro, él reaccionó muy enojado y comenzó a gritarme, diciéndome que su perro no había hecho nada malo. Estaba furioso, parecía fuera de control, y se acercó tanto a mí que pensé que iba a golpearme. Traté de mantener la calma, y después de escucharlo insistí en que su perro se había comportado correctamente, me disculpé y entré en la casa. Pensé que ese era el fin de la historia.
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