Si alguien te preguntara: ¿es importante el amor para ti? ¿amas a tu prójimo? tu respuesta probablemente sería: “¡Claro que sí!” Queremos a nuestros hijos, a nuestros padres, a nuestros nietos, a nuestros amigos; nos amamos unos a otros. Pero ¿qué ocurre con nuestro amor cuando nos difaman, engañan o desprecian? ¿Hasta qué punto estamos dispuestos a perdonar en un caso así? Esa fue justamente la pregunta que me tuve que hacer en una ocasión: ¿Amo a mi prójimo, y lo perdono cuando me hace algo malo?
¿Qué ocurre con nuestro amor cuando nos difaman, engañan o desprecian?
Pocos meses después de comenzar a trabajar en mi primer puesto como maestra de escuela, me vi seriamente acosada por una colega. En varias ocasiones me ridiculizó frente a estudiantes y compañeros, y yo estaba desesperada. Finalmente, llamé a una practicista de la Ciencia Cristiana para que me apoyara con su oración, y ella con mucha alegría estuvo de acuerdo en ayudarme. Me indicó que leyera el artículo titulado “Sentirse ofendido”, donde dice: “La flecha mental lanzada por el arco de otro prácticamente no daña, a menos que nuestro pensamiento la arme de púas” (Escritos Misceláneos 1883-1896, págs. 223-224). Además me pidió que no respondiera a los despectivos comentarios de mi colega tomándolos como una ofensa. En lugar de eso, tenía que oponerme con insistencia a cada pensamiento perturbador que pudiera separarme o distraerme del bien que Dios me había otorgado por ser Su hija amada.
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