Vivimos en un mundo en constante cambio e incertidumbre, donde muchos están preocupados por su futuro. Tal vez sientan que su éxito y felicidad dependen de la compañía para la que trabajan, el medicamento que toman, o el consejo de un psicólogo. Sin embargo, nuestra paz, nuestra salud, nuestra provisión diaria, nuestra habilidad para tener una vida productiva, depende totalmente de Dios, no de opiniones humanas o esas otras cosas.
Dios es por siempre la única fuente de todo el bien, incluso de nuestro progreso, nuestras relaciones y nuestras alegrías. La Mente infinita nos ha dado la capacidad de percibir esto y de buscar Su guía y ver el reino de los cielos ahora mismo.
La Biblia cuenta la historia de una mujer que se queda viuda, con deudas y sin dinero, y los acreedores quieren quitarle los hijos para llevárselos como siervos. Entonces recurre al profeta Eliseo quien le pregunta “¿Qué tienes en casa?”, y ella se da cuenta de que tiene una vasija de aceite (véase 2° Reyes, Cap. 4).
Eliseo le dice a la mujer que pida prestadas muchas vasijas de sus vecinos, y que luego cierre la puerta de su casa con sus hijos, y llene de aceite esas vasijas. Cuando termina de hacerlo, el profeta le dice que venda el aceite, pague sus deudas y viva con el resto del dinero.
Mary Baker Eddy da la definición de “aceite”, y escribe: “Consagración; caridad; dulzura; oración; inspiración celestial” (Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 592).
Parece que esta mujer confiaba profundamente en Dios y amaba a su familia, por eso cuando oró sintió la inspiración de recurrir al profeta en busca de ayuda, y sus necesidades fueron respondidas.
El Salmista escribió: “Oh Señor, …tú has conocido mi sentarme y mi levantarme; has entendido desde lejos mis pensamientos. …Y todos mis caminos te son conocidos. Pues aún no está la palabra en mi lengua, Y he aquí, oh Señor, tú la sabes toda” (véase Salmo 139:1-5).
En este número de El Heraldo nuestros colaboradores relatan cómo, al alcanzar una mejor comprensión de Dios como Mente y Amor infinitos, sanaron de un tumor, de depresión y otras enfermedades.
Es reconfortante saber que podemos recurrir con toda confianza al Amor divino, que está siempre con nosotros.
Patricia del Castillo
Redactora