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Artículo de portada

El tumor desapareció

Del número de agosto de 2014 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Original en francés


Conocí la Ciencia Cristiana un año después del fallecimiento de mi esposo. En aquel entonces, el estudio de la Ciencia Cristiana me ayudó a superar los numerosos y diferentes desafíos que mis hijos y yo tuvimos que enfrentar. Sin embargo, algunos años después, mi hija mayor, que en ese momento era adulta y vivía por su cuenta, también falleció después de una enfermedad. Debido a estos sucesos yo me sentía mental y físicamente muy débil.

Fue en esa época que se me desarrolló un alarmante problema en la parte baja del abdomen. Cada vez que tenía el período, el sangrado era muy abundante; tenía muchísimos dolores, y tuve que tomar días por enfermedad en el trabajo en varias ocasiones. Mi familia estaba tan preo-
cupada, que decidí consultar con una ginecóloga, y me diagnosticaron un tumor en el útero. Mi familia me recomendó que me internara pronto en un hospital. Temían que el tumor fuese canceroso, o algo igualmente serio. Les dije que no podía seguir el consejo que con tanto cariño me daban para ayudarme. Y tomé la decisión de recurrir enteramente a Dios y buscar curación solo por medio de la oración en la Ciencia Cristiana.

Pude vislumbrar el hecho espiritual de que la muerte no es real, y sentí mucha paz.

Al principio, oré por mi cuenta, luego llamé a un practicista para que me diera tratamiento en la Ciencia Cristiana. El practicista me ayudó a comprender mejor que mi identidad real como hija de Dios es espiritual. Estamos hechos a Su imagen y semejanza, como está escrito en la Biblia (véase Génesis 1:26, 27). El practicista  también me ayudó a entender qué significa ser el reflejo de Dios. Puesto que Dios es el bien infinito, percibí que, por ser Su reflejo, yo solo podía reflejar el bien infinito, y esto incluía salud y paz. Comprendí que tenía todo el poder y el dominio de Dios sobre “los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra” (Génesis 1:26). Poco a poco, sentí que tenía el poder divino para superar todo temor, pesar, dolor, así como cualquier tipo de desafío que se me presentara.

En Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, Mary Baker Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana, escribe: “Sintamos la energía divina del Espíritu, que nos lleva a renovación de vida y no reconoce ningún poder mortal ni material como capaz de destruir” (pág. 249). Esta verdad, así como muchas otras que leí en la Biblia y en Ciencia y Salud, me ayudaron a sentirme renovada, revitalizada y libre. El dolor desapareció sin que tomara ninguna clase de medicina material. Al tiempo, también me sentí libre del pesar. Pude vislumbrar el hecho espiritual de que la muerte no es real, y sentí mucha paz sabiendo que mis dos seres queridos, esposo e hija, continuaban expresando la Vida, Dios.

A través de la oración y el estudio persistente, tuve una curación completa dentro del año del fallecimiento de mi hija. Un ultrasonido reveló que el tumor había desaparecido por completo, para gran sorpresa de la ginecóloga. Esto ocurrió hace muchos años, y desde entonces no he vuelto a tener ningún problema abdominal.

Después de esa curación, ocupé muchos puestos en mi iglesia filial de la Ciencia Cristiana, Segunda Iglesia de Cristo, Científico, en Moungali. Es hora de darle gracias a Dios por haberme guiado a encontrarlo. Puedo decir sinceramente que hoy siento que moro “bajo la sombra del Omnipotente” (Salmo 91:1). Estoy particularmente agradecida a la Sra. Eddy por su trabajo y su generosidad al darnos esta Ciencia.

Marie Boleko, Brazzaville

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