Cuando tenía 18 años, me sentía profundamente deprimido. Además, tenía dolores crónicos en el abdomen, algo que ninguno de los médicos que consulté pudo curar. En ese momento perdí mi fe en la medicina.
De niño había asistido a una Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana, pero después dejé de ir. Mi madre, que es Científica Cristiana, quiso ayudarme y me recomendó encarecidamente que visitara a una practicista de la Ciencia Cristiana. Aunque yo realmente no quería saber nada acerca de Dios, decidí ir a verla. Mi único deseo era deshacerme del dolor que me aquejaba sin cesar.
Cuando fui a ver a la practicista, ella me recibió con mucho cariño. Me dio un artículo del Herold [edición en alemán del Heraldo de la Ciencia Cristiana] para que leyera, mientras ella oraba por mí. Después compartió algunas ideas espirituales que había obtenido al orar por mí. Me sentí fortalecido, y de ahí en adelante, visité a la practicista cada semana.
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!