Últimamente, me he dado cuenta de que una especie de mentalidad “estacional” se entremete en muchas áreas de nuestra vida —como por ejemplo la salud, la vivienda, el trabajo y la vida familiar—, mentalidad que con frecuencia parece estar impulsada por ciclos y fechas del calendario, donde algunas estaciones parecen ser favorables y otras nocivas.
¿Cómo podemos liberarnos de esas sugestiones de que la salud, el éxito e incluso nuestro estado de ánimo, pueden estar determinados por las fluctuaciones estacionales? He descubierto que comenzar y afianzarse en el hecho de que la omnipotencia de Dios es infinita y eterna, y que jamás está sujeta a la variación, espiritualiza mi forma de pensar y estabiliza mi experiencia.
Dios es el Principio divino único, el Amor, de modo que el tierno cuidado que nos brinda como nuestro Padre-Madre es infinito. Esta ley del Amor nos da la certeza de que la salud, la prosperidad y la alegría que Dios imparte, están por siempre presentes y a nuestro alcance. En la realidad espiritual, el hombre nunca es susceptible a la enfermedad o al mal. Estas palabras de las Escrituras: “Que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina” (2 Timoteo 4:2), son pertinentes y apremiantes hoy en día. Y a medida que las ponemos en práctica, podemos estar listos para enfrentar y vencer las sugestiones de que se sufre de una enfermedad física, así como de escasez, soledad, depresión y otros males que con frecuencia están ligados a las diferentes estaciones del año.
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