En mi casa teníamos un mueble como de un metro de altura, donde había una pantalla de computadora vieja, que pesaba casi tanto como una televisión de las de antes. Fui a sacar unas cosas de debajo del mueble y la pantalla se me vino encima golpeándome fuertemente la cabeza.
Mi mamá corrió a asistirme y con la persona que trabaja en casa, me ayudaron a subir a la cama más cercana. En ese momento, yo sólo pensaba en el dolor. Pero mi mamá me ayudó a ver que había algo más que yo podía hacer. Podía orar. Así que llamó a una practicista de la Ciencia Cristiana que me dio a leer algunas citas del libro Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, por Mary Baker Eddy.
Me ayudó mucho conversar con ella, pues me explicó cosas que uno a veces no alcanza a percibir porque te encuentras como en estado de shock. Entonces me hizo ver precisamente lo que yo no lograba ver en ese momento acerca de Dios, y la Vida, la Verdad y el Amor. También insistió en que yo no podía estar en una situación equivocada, o errónea.
Mi cuerpo estaba temblando por el impacto. No hubo heridas, pero sí tenía un chichón. Entonces, leí las citas que me dio la practicista, y mi mamá estuvo apoyándome con su oración todo el tiempo.
Conozco la Ciencia Cristiana desde pequeña, y en ese momento lo que me ayudó mucho fue una cita que dice: “Si estamos sensoriamente con el cuerpo y consideramos la omnipotencia como una persona corpórea y material cuyo oído quisiéramos ganar, no estamos ‘ausentes del cuerpo’ y ‘presentes con el Señor’ en la demostración del Espíritu. No podemos ‘servir a dos señores’” (Ciencia y Salud, pág. 14).
Para mí esto significa estar con Dios, mantener mi pensamiento en lo espiritual, no en lo material. Cuando oramos cerramos la puerta a todo lo que es material y nos dejamos guiar por la Mente divina, Dios. Nos centramos única y exclusivamente en nuestra identidad espiritual, y cortamos de tajo con lo material.
En este caso yo tuve que dejar de pensar en el dolor, y entender que yo no era este cuerpo físico. Y en el momento que dejé de pensar en el cuerpo material, y empecé a pensar en el Espíritu, uno de los sinónimos de Dios, poco a poco el dolor fue cediendo, porque dejé de darle importancia al error, y logré concentrarme en mi identidad espiritual.
Otra cosa que siempre me ha ayudado es la “declaración científica del ser”, que dice en parte, “No hay vida, verdad, inteligencia, ni sustancia en la materia. Todo es la Mente infinita y su manifestación infinita, pues Dios es Todo-en-todo” (Ciencia y Salud, pág. 468). Me ayuda a entender que yo soy una idea en la Mente, Dios; que Él es mi Padre, y nada más puede gobernar el universo.
Dios es el bien absoluto, así que no conoce el mal, ni provoca el mal. Él lo creó todo bueno, y lo hizo todo perfecto. Él no creó error alguno. Así que el error, llámese dolor, accidente, mal de cualquier tipo, es nada, porque Dios no lo creó, y como Dios ocupa todo el espacio, y está en todas partes, el mal no tiene lugar donde existir. Esto quiere decir que la enfermedad es nada, el pecado es nada, la muerte es nada. Todo se reduce a comprender la relación tan estrecha y eterna que tenemos con nuestro Hacedor.
Entonces para sanar de cualquier dolencia, para resolver problemas, para superar cualquier situación que tengamos que enfrentar, es cuestión de darle a Dios Su lugar, pensar que Él es supremo, y tenerlo presente con nosotros. Tener la certeza, la fe absoluta de que todas las cosas son posibles para Dios.
Es curioso, porque aunque no lo entendamos totalmente, esta percepción de Dios tiene un efecto reformador, cambia nuestro pensamiento, el cual deja de pensar en lo malo; en consecuencia nuestra perspectiva de las cosas va cambiando, y se produce la curación. Es reconocer que somos la idea perfecta de Dios, y no nos podemos descomponer, ni actuar equivocadamente.
Si bien al principio tuve temor, y me vinieron al pensamiento infinidad de pensamientos extraños que pretendían amedrentarme, muy pronto me di cuenta de que mi Padre-Madre Dios estaba conmigo, que soy una idea espiritual y perfecta, y que no había nada que temer porque Dios estaba gobernándolo todo con armonía. Vi claramente que Dios jamás desearía que me pasaran esas cosas.
Al día siguiente, ya me sentía bien, y el chichón había desaparecido. Podía moverme, y hacer todas mis actividades con total libertad.
Por supuesto que uno naturalmente sigue estudiando la Ciencia Cristiana, porque ya es parte de tu vida, y te sientes agradecida porque vas creciendo en tu entendimiento espiritual un poquito más cada día. Esto te ayuda a empezar cada mañana con una perspectiva diferente, esperando el bien a cada paso.
Estoy muy agradecida por esta curación tan rápida.
Original en español