¿Ha escuchado la frase “Practica la bondad fortuita y los actos de belleza sin sentido”? La autora Anne Herbert la escribió en el salvamanteles de un restaurante en Sausalito, California, en 1982, y llegó a convertirse en el título de un libro del que fue coautora, así como en un lema popular.
¡Sin duda, el mundo sería un lugar mucho mejor si todos nosotros practicáramos la bondad individualmente cada día! Sin embargo, los intentos humanos fortuitos por hacer el bien, por muy loables que sean, desde luego no son suficientes para enfrentar y erradicar el mal organizado; especialmente el terrorismo organizado basado en el odio teológico radical y fuera de lugar al que el mundo se enfrenta hoy en día.
Entonces, ¿qué se necesita para eliminar el mal organizado?
Mary Baker Eddy dice que “...aquellos que disciernan la Ciencia Cristiana refrenarán el crimen” (Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 97). ¿Significa esto que todos deberíamos alistarnos en el ejército? Por decirlo de algún modo, ¡sí! Pero no estoy sugiriendo que debamos contactar necesariamente con nuestras oficinas locales de reclutamiento. Más bien, estoy hablando de adoptar una perspectiva espiritual del bien como el único poder verdadero.
De hecho, el bien no se origina en los individuos. En cambio, emana de la única Mente infinita, la cual creó todo lo que existe, incluyendo al hombre. Dios, el bien, es por naturaleza uno en el ser. Por lo tanto, el bien es independiente, cohesivo, inteligente, universal, organizado e impenetrable.
Pero, antes de que miremos más de cerca la estructura cohesiva de la bondad divina, vamos a ver primero cómo el mal declara ser organizado. Entre otras cosas, el mal declara tener: 1) comunicación interna inteligente, 2) un propósito idealista común y 3) una estructura de mando que permite la colaboración creativa.
Pero la verdad es que, a pesar de las apariencias, el mal está desprovisto por naturaleza de inteligencia y de unidad. Dado que está basado en la premisa falsa de que hay muchas mentes finitas, está en guerra consigo mismo. El mal es autodestructivo. Su estado natural es el de la torre de Babel, gente tratando de colaborar para finalmente descubrir que sus esfuerzos degeneran en un galimatías sin sentido (véase Génesis 11:1-9). La humanidad puede despertar al gran hecho de que toda inteligencia y toda vida están en el Espíritu divino y proceden de Él. Por lo tanto, no necesitamos conceder ni inteligencia ni vida al mal. Como la Sra. Eddy señala, “El único poder del mal es el de destruirse a sí mismo” (Ciencia y Salud, pág. 186).
Puesto que una estructura real debe ser buena y completa, Jesús dijo: “Todo reino dividido contra sí mismo, es asolado; y una casa dividida contra sí misma, cae” (Lucas 11:17). Dios no es bueno y malo. Él no está dividido contra Sí mismo. Todo lo contrario: Él es completamente uno y todo.
Mary Baker Eddy explica el único Dios a través de siete sinónimos: Mente, Espíritu, Alma, Principio, Vida, Verdad, Amor. Solo piense cómo expande nuestra comprensión de Dios ver cada sinónimo expresado como los otros seis. Considere cómo el Amor se expresa a Sí mismo como Principio por medio de la imparcialidad, de la justicia; cómo el Amor se expresa a Sí mismo como Mente a través de la inteligencia, de la sabiduría; cómo el Amor se expresa a Sí mismo como Verdad mediante la claridad, la transparencia, etc. Puede examinar todos los sinónimos de esta manera para ver cómo cada uno incluye a los otros. ¡Qué estructura divina, infinita, poderosa, abundante, absolutamente buena y unificada es la unidad de Dios, y todo lo que está incluido en ese Uno infinito!
El hombre espiritual y el universo espiritual son la manifestación de Dios y de Su naturaleza infinita. Solo piense: Usted manifiesta la estructura del bien infinito, la estructura del Uno infinito, que todo lo incluye, llamado Dios. Qué poder tan formidable descansa en darse cuenta de esa realidad.
Mire a Daniel en la Biblia (véase Daniel 6). Él hizo frente a una oposición letal bastante organizada. La Biblia cuenta que había 122 oficiales reales colaborando para tramar un plan infalible para matarlo. Suena bastante organizado, ¿verdad?
El plan era atrapar a Daniel orando a su Dios para poder librarse de él. Trataron de atacar su consagración y su confianza en el Uno infinito para hacerle daño por medio de su odio común, respaldados por sus leyes humanas concebidas maliciosamente. La respuesta inmediata de Daniel fue volverse a Dios en oración. Él sabía que al confiar en Dios estaba a salvo, incluso cuando fue echado en el foso de los leones. Finalmente, dijo: “Mi Dios envió su ángel, el cual cerró la boca de los leones, para que no me hiciesen daño, porque ante él fui hallado inocente; y aun delante de ti, oh rey, yo no he hecho nada malo” (versículo 22).
Minamos nuestros esfuerzos por hacer el bien y marcar la diferencia en el mundo cuando pensamos que el bien puede ser fortuito y no nos damos cuenta de que el bien siempre emana del Dios infinito, el bien y, por lo tanto, no es fortuito, sino estructurado. Una forma en la que el poder supremo del bien se nos manifiesta es a través de la iglesia. Como institución humana, la iglesia es a menudo vista como la comunidad de los creyentes. Pero es más que eso. Cristo Jesús dijo que su iglesia sería edificada sobre el reconocimiento del Cristo, el poder divino que se manifestaba en Jesús. El Cristo, como el poder de Dios en acción, está siempre presente, es omnipotente, eterno. Este poder es nuestro Salvador, que nos redime de todo mal, de todo pecado, de toda enfermedad.
El poder redentor del Cristo manifiesta la unidad de Dios y está expresado en la idea espiritual de Iglesia, la cual Ciencia y Salud define como “la estructura de la Verdad y el Amor; todo lo que descansa sobre el Principio divino y procede de él” (pág. 583). La “estructura de la Verdad y el Amor”, tal y como la comprenden y viven los miembros de la iglesia, se evidencia en la armonía y el poder espirituales en todas las actividades de la institución humana que llamamos iglesia, la cual Ciencia y Salud define así: “La Iglesia es aquella institución que da prueba de su utilidad y se halla elevando la raza, despertando el entendimiento dormido de las creencias materiales a la comprensión de las ideas espirituales y la demostración de la Ciencia divina, así echando fuera los demonios, o el error, y sanando a los enfermos” (pág. 583).
La Biblia tiene ejemplos poderosos del efecto de la oración en la Iglesia Cristiana primitiva. Leemos que, cuando Pedro fue encarcelado, los cristianos oraron por él sin cesar, y fue liberado de la prisión (véase Hechos 12:1-12). Y después, Pablo fue apedreado por los judíos y dado por muerto. “Pero rodeándole los discípulos, se levantó” (véase Hechos 14:20). Los cristianos primitivos debieron haber tenido una visión profunda e inspiradora de la totalidad y del poder de la naturaleza de Dios —de Su unidad impenetrable— para haber podido derrotar el odio organizado. ¡Qué fundamento para neutralizar el error y refrenar el crimen!
El mundo ha visto muchos ejemplos poderosos de lo que es posible cuando el pueblo es inspirado por la plenitud de una idea correcta. Un ejemplo es el movimiento de derechos civiles en los Estados Unidos. Fue organizado sobre la idea del poder de la resistencia pacífica y apoyada en la oración para vencer la discriminación racial por mucho tiempo arraigada. Un amor incondicional profundamente enraizado fue lo que motivó y sustentó este movimiento.
Otro ejemplo es el levantamiento pacífico en la Alemania del Este en 1989. Del cual participó el pueblo al orar juntos, como los cristianos primitivos. En un momento dado, setenta mil personas tomaron las calles después de asistir a reuniones de oración, y resistieron las provocaciones de los rebeldes violentos. Confiaron en Dios y en el poder de la idea correcta de libertad. Había tanques y tropas esperando en las calles laterales, preparados para intervenir; pero la paz prevaleció y el gobierno comunista poco después dimitió. De acuerdo con la Revista de noticias alemana Focus, Horst Sindermann del Partida Socialista de la Alemania del Este, confesó años después: “Estábamos preparados para todo; todo excepto velas y oraciones.”
Estos ejemplos ilustran el poder del pensamiento correcto y de los corazones humanos que confían en Dios. La iglesia establecida por Jesús, y explicada por Mary Baker Eddy, lleva el pensamiento humano más allá, a la comprensión de la realidad espiritual del único Dios todopoderoso, y del poder de la unidad con Dios y con los demás a través de la oración que se basa en esta comprensión. La idea espiritual de Iglesia que está edificada sobre el Cristo, sobre la Verdad y el Amor vivido, está tan activa entre nosotros hoy en día como lo estaba en los días de los cristianos primitivos. Qué alegría es reconocer el poder de la estructura de la Verdad y el Amor cuando es comprendida, y compartir este poder con el mundo a través de nuestras vidas. Qué oportunidad la de hacer nuestra parte en refrenar el crimen al darnos cuenta de la omnipotencia del único Dios infinito, el bien.
La Sra. Eddy escribió: “Los Científicos Cristianos, sus hijos y sus nietos hasta las últimas generaciones, inevitablemente se aman los unos a los otros con ese amor con que el Cristo nos ama; un amor desinteresado, sin ambición, imparcial, universal, que ama solo porque es el Amor. Es más, aman a sus enemigos, incluso a aquellos que los odian. Todos debemos hacer esto para ser Científicos Cristianos en espíritu y en verdad. Anhelo, y vivo, por ver este amor demostrado. Estoy buscando y orando para que habite en mi propio corazón, y sea manifestado en mi vida. ¿Quién se unirá a mí en este propósito puro, y luchará fielmente hasta que sea logrado? Que sea esta nuestra sociedad de emprendimiento cristiano, la cual el Cristo organiza y bendice” (Pulpit and Press, pág. 21).
¿Cuál es el efecto de unirse en tal “empresa de la sociedad cristiana”, de unirse con el poder de la única Mente, el Amor divino? La Sra. Eddy nos dio una vislumbre del potencial ilimitado cuando dijo a una clase de solo 65 personas: “Nosotros, hoy, reunidos en esta aula, somos suficientes para convertir al mundo si somos de una misma Mente; pues entonces el mundo entero sentirá la influencia de esta Mente; al igual que cuando la tierra estaba sin forma, y la Mente habló y la forma apareció” (Escritos Misceláneos 1883-1896, págs. 279-280).
Derrotar el mal no depende de la cantidad de gente o de dónde estén ubicados. Se trata de reunirse en la comprensión de nuestra unidad con Dios, como se expresa en la idea de Iglesia. Se trata de unirnos en nuestras oraciones y en nuestras vidas diarias para demostrar el poder de Dios. En pocas palabras, se trata de probar que el poder y la totalidad del Uno infinito, el cual es Dios, no deja espacio para la existencia del mal.
Publicado originalmente en el Christian Science Journal de Julio de 2016