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Sana de depresión

Del número de enero de 2017 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Original en español


Varios años atrás, descubrí que mi esposo tenía otra relación y otra familia. A causa de ello tuve una profunda depresión. Mi esposo, sin mi consentimiento, me internó en un hospital psiquiátrico, lo cual fue un shock impresionante. Tan pronto entré me inyectaron antidepresivos, al parecer muy fuertes.

Al ver tanta gente enferma, yo lloraba mucho. Pensaba que Dios me había abandonado. Estaba hincada en el suelo, cuando escuché la voz de una chica, que se acercó a mí y me preguntó por qué lloraba. Le dije que estaba sola en el mundo y nadie me hacía caso. Ella me tomó de la mano y me llevó a un cuarto vacío, y me invitó a orar el Padre Nuestro con ella. Luego me dijo que cuando me sintiera sola fuera a ese lugar a orar y a pedirle a Dios por mi salud con todo mi corazón y con toda mi fuerza. 

Dos días después, ya me sentía mejor, y empecé a ayudar a las enfermeras. Ya no me inyectaban. Me daban los medicamentos pero yo no los tomaba porque sabía que estaba bien. 

La psiquiatra notó que mi evolución era muy rápida, y se dio cuenta de que no debía estar allí. Habló con mi marido para que me llevara de vuelta a casa, cosa que hizo a regañadientes. Muy pronto me separé definitivamente de él.

Poco después, me encontré con una amiga, que se había enterado de lo ocurrido. Ella me contó que era practicista de la Ciencia Cristiana, y que me ayudaría por medio de la oración. Me habló de un libro maravilloso que era oro en polvo: Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por Mary Baker Eddy. Me invitó a estudiar el libro, cosa que acepté con mucho agrado.

A la semana de empezar a leer el libro me sentí una mujer nueva. Empecé a concurrir los domingos a una filial de la Iglesia de Cristo, Científico, en la ciudad de México. Mis tres hijas empezaron a ir a la Escuela Dominical, y de ahí en adelante mi vida y la de mis hijas tuvieron un cambio verdaderamente maravilloso. Yo sané por completo de la depresión.

Cuando empecé a leer Ciencia y Salud todo empezó a cambiar, todo era bonito, maravilloso. Dejé de ser una persona triste, enojona, negativa, que todo lo veía mal. Y empecé a ver la vida de diferente manera. Nunca me había puesto a ver los numerosos detalles que se manifiestan en la vida. Cosas sencillas, como la salida del sol, el cantar de los pájaros. 

Algo que me preocupaba era que me costaba mucho trabajo perdonar a mi marido. Yo estaba orando con una practicista para poder comprender y reconocer quién soy yo. Que soy la hija amada y perfecta de Dios y que ni la ira ni el resentimiento ni los celos ni el odio, nada maligno podía tocarme. 

Había sido un año de estudio, de aprendizaje, un año de saber quién era realmente esa persona; que él no era ni un engañador ni un mentiroso, nada de eso. Él era también el hijo amado y perfecto de Dios.

Finalmente, tuve que encontrarme con él en una audiencia en el tribunal de justicia. Al verlo después de un año, le pude decir de todo corazón: “Que Dios te bendiga”. Ya me sentía tranquila respecto a él. Tuve un sentimiento muy bonito. Entonces me di cuenta de que, aunque yo no había tomado consciencia de ello, las verdades contenidas en el libro Ciencia y Salud, tal como “la voz callada y suave” (como lo describe la Biblia, 1 Reyes 19:12), lentamente habían estado renovando y purificando mi pensamiento y mi corazón.   

Me sentí liberada, protegida, me sentí amada por Dios. En ese momento sentí que Dios era realmente mi marido, mi hacedor, mi abogado, que Dios era Todo-en-todo. Yo había sido criada con muchos tabúes que no me permitían avanzar. No sabía quién era realmente, no sabía valorarme. Y ahora había aprendido que soy la hija bien amada y perfecta de Dios. Soy única, soy amor, dulzura, paciencia, soy tranquilidad. Soy todos los sinónimos de Dios, porque soy el reflejo de Dios, la hija de Dios. Soy totalmente espiritual, perfecta y armoniosa.

Cuando empecé a estudiar la Ciencia Cristiana me refugiaba siempre en los Salmos; parecían enviarme un mensaje acerca de lo que yo quería expulsar.  

De verdad esta Ciencia divina es maravillosa.

Estoy muy agradecida a los practicistas, que nos dan la oportunidad de usar estas herramientas para seguir escalando esa montaña de espiritualidad, y llegar a esa cima. A eso que no debemos de perder nunca, nuestra felicidad, nuestra armonía, nuestras ganas de vivir. 

Gabriela Domínguez, Toluca

Original en español

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