¿Alguna vez te has encontrado con alguien o algo que ha cambiado completamente tu vida? Hay muchos ejemplos de esto que ocurrieron en la Biblia, pero uno de ellos es particularmente sorprendente. Se encuentra en el Evangelio de Juan (véase 4:5-30, 39-42). Este encuentro, que tuvo lugar hace unos 2000 años, fue entre una mujer de Samaria y Jesucristo. Al sentirse cansado después de un largo viaje, le pidió un vaso de agua a esta mujer, que había llegado a sacar agua justo donde él estaba descansando. Las mujeres iban a sacar agua del pozo del pueblo para las necesidades diarias de sus familias, y no era raro que los viajeros sedientos les pidieran agua antes de continuar su viaje. Sin embargo, había un detalle extraño sobre esta escena: Jesús, un judío, se estaba dirigiendo a una samaritana, a pesar de que “judíos y samaritanos no se [trataban] entre sí”.
Esta conversación entre un hombre que ha sido llamado el Salvador del mundo, o Cristo, y una mujer que llevaba una vida complicada e inmoral es una notable lección para la humanidad. Jesús reveló a la mujer samaritana la naturaleza espiritual de Dios, así como la naturaleza inmortal y eterna de la vida. Y después de esta conversación la mujer comprendió que Jesús era el Mesías. Ese encuentro elimina cualquier idea preconcebida, cualquier prejuicio, acerca de quién tiene derecho a la salvación o quién puede tener acceso a la Verdad. Esto demuestra que la salvación es universal, disponible para cualquier corazón dispuesto a aceptarla, sin ningún tipo de fronteras ni limitaciones.
En 1903, Mary Baker Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana, animada por la sinceridad de los Científicos Cristianos en Alemania, fundó la publicación mensual que primero llamó Der Christian Science Herold, después de lanzar otras dos publicaciones periódicas en Inglés: una mensual, The Christian Science Journal, y la otra semanal, el Christian Science Sentinel. Esta nueva publicación mensual, Der Herold, iba a permitir que el mensaje de la Ciencia Cristiana fuera transmitido, traducido, y difundido en el idioma alemán. Mary Baker Eddy había entendido desde hacía bastante tiempo que la verdad de Dios y el hombre era para todo el mundo, y ella misma definiría la misión de esta revista: “para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad” (La Primera Iglesia de Cristo, Científico y Miscelánea, pág. 353).
Luego, en enero de 1918 se publicó la primera edición de El Heraldo de la Ciencia Cristiana en francés, seguido años después por el Heraldo en español y portugués, así también como en muchos otros idiomas, a medida que la Ciencia Cristiana se difundió más en todo el mundo.
Es interesante señalar que el año 1918 fue testigo, en noviembre, del fin de la Primera Guerra Mundial, una guerra larga y difícil que causó unas pérdidas considerables. Las páginas del Heraldo en francés nacieron en un momento en el que la humanidad tenía una gran necesidad de su mensaje universal de curación, esperanza y paz.
En realidad, desde sus primeros días hasta hoy, el Heraldo ha bendecido a la humanidad, ofreciendo consuelo, curación e inspiración para todos aquellos que se han encontrado con él, y, sobre todo, con todos los que se han tomado el tiempo para familiarizarse con su mensaje. A través de sus artículos y testimonios, revela la naturaleza espiritual de Dios y el hombre, Su reflejo. Nos asegura que nuestras vidas son preciosas y significativas como los hijos amados de Dios. Como hizo Jesús con la mujer samaritana, el Heraldo encuentra a la gente donde está: en Europa, en África, en América del Sur... No importa si son ricos o pobres, jóvenes o viejos, enfermos o sanos, en prisión, en un palacio o en un orfanato. Se trata de un “encuentro” que toca el corazón y cambia una vida por completo; es un regalo que trae el consuelo “imparcial y universal” del Amor divino (véase Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por Mary Baker Eddy, pág. 13).
Con los años, he encontrado curación ya sea mediante la lectura de un Heraldo o al escuchar uno de sus programas de radio. Recuerdo una vez en particular, cuando un maestro de la Ciencia Cristiana explicó, durante una de esas transmisiones, la imposibilidad absoluta de la materia para definirnos o darnos la salud. Este maestro habló sobre la totalidad de Dios como la única realidad posible. Estos pensamientos espirituales fueron expresados con tal vigor y convicción que realmente me impactaron. Unos días más tarde, cuando de repente tuve el desafío de enfrentar un dolor muy agudo, estos pensamientos volvieron a la mente y sané inmediatamente. ¡Se pueden imaginar lo agradecida que estoy al Heraldo!
En ocasiones he oído plantearse la pregunta de cuál es el vínculo entre la obra fundamental de la Sra. Eddy en la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud, y esta revista. Por supuesto, el Heraldo no reemplaza el mensaje de Ciencia y Salud. La lectura y el estudio del libro, junto con la Biblia, son necesarios para avanzar en nuestra comprensión de la Ciencia Cristiana. Sin embargo, un Heraldo que un amigo nos da, o que encontramos en la calle, o que ojeamos en una sala de espera, nos da una vislumbre del Consolador, la Ciencia divina. Y su contenido es una prueba viviente de que la curación en la Ciencia Cristiana, como se explica en Ciencia y Salud, ocurre sin cesar. En realidad, la traducción francesa de Ciencia y Salud apareció en 1917, por lo que el Heraldo en francés fue el siguiente paso lógico. La relación que une al libro y a la revista es profunda e indisoluble.
Somos inmensamente privilegiados de vivir en una época en donde la revelación de la Ciencia Cristiana es accesible, dondequiera que estemos. La Verdad está de hecho disponible para cualquier persona, y está trabajando. Nunca deja de revelarse a los corazones que la buscan sinceramente. Es el agua que quita la sed para siempre, “una fuente de agua que salte para vida eterna” (Juan 4:14).
Original en francés