La gente como que tropieza con esto. Lo he visto con frecuencia en mi práctica de la Ciencia Cristiana. Una persona me viene a ver en busca de curación, y también quiere saber cómo hacer que sus propias oraciones sean más eficaces. Entonces hablamos de la importancia de comprender y vivir los dos mandamientos que Cristo Jesús identificó como los más importantes mandamientos de todos. El primero es: “Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas”. Y el segundo, dijo Jesús, es igualmente importante: “Ama a tu prójimo como a ti mismo” (véase Marcos 12:28–31, Nueva Versión Internacional). Entonces escucho al buscador espiritual decir: “Yo no estoy seguro de que me amo a mí mismo, así que ¿cómo voy a amar a mi prójimo como a mí mismo?”
A mí me ha resultado útil entender que el segundo mandamiento no nos está pidiendo que amemos nuestra personalidad humana, o la de otro, la cual no llega a ser el ideal divino que es nuestra verdadera identidad. Como seres humanos, todos tenemos bastantes cosas que mejorar. Pero es natural cuidar de nuestro propio bienestar, como es tener un techo sobre nuestra cabeza, comida en la mesa, ropa para vestir, relaciones afectuosas, etc., y en este sentido, nos amamos a nosotros mismos. De modo que, interesarnos por el bienestar de otra persona de la misma forma que por el nuestro, sería una forma esencial de amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos.
Pero hay más. El tipo de amor desinteresado que se necesita para ser un sanador cristiano, como Jesús esperaba que fueran sus seguidores, tiene que ver con derivar nuestra evaluación de nosotros mismos y de otros partiendo de lo que Dios conoce y ama acerca de nosotros. Es allí donde entra el primer mandamiento, y porqué es el primero. Para comprender lo que Dios conoce, necesitamos saber qué es Dios, y qué hace. Entonces podemos amar verdaderamente a Dios con todo nuestro ser, y amarnos a nosotros mismos y a otros como Dios nos ama.
No obstante, cuando uno se dispone a hacerlo, he escuchado que la gente con frecuencia dice que, a pesar de haber estado aprendiendo acerca de la naturaleza afectuosa y buena de Dios a través de su estudio de la Biblia y del libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por Mary Baker Eddy, no sabe cómo amar a Dios. ¡Acaso no es esa sugestión trabajo del diablo! Pero el diablo no es una personalidad o poder. Es simplemente una mentira; el sentido material de la existencia que pretende tener la capacidad de enceguecernos para que no conozcamos la verdad espiritual que Jesús dijo nos liberaría de la limitación y la discordia, si seguíamos sus enseñanzas (véase Juan 8:31, 32).
Por supuesto, el sentido material no tiene conocimiento de las cosas espirituales; no tiene ninguna capacidad para conocer cosa espiritual alguna. Nadie puede conocer nada acerca de Dios, el Espíritu, o del hombre, la creación del Espíritu, mediante los sentidos materiales. Sin embargo, sí tenemos conocimiento de cosas como son la misericordia, la pureza, la justicia, la bondad, la gentileza, el amor, la alegría, la armonía, y todas las otras cualidades espirituales que definen a Dios y al hombre. Nosotros conocemos estas cosas mediante el sentido espiritual, que todos tenemos, y estos sentidos son testigos de que nuestra verdadera identidad es espiritual, no material. Por medio del sentido espiritual podemos conocer y amar verdaderamente a Dios, a nosotros mismos y a otros.
El Amor es lo que Dios es. Y amar es lo que el Amor hace. El Amor se expresa a sí mismo, y esa expresión es lo que nosotros somos, la expresión del Amor divino. Esa es nuestra verdadera identidad. Esa es la verdadera identidad de todos. Mediante el sentido espiritual podemos discernir y amar la naturaleza de Dios como Espíritu, Vida, Verdad, Amor, Mente, Alma y Principio, los siete sinónimos para Dios basados en la Biblia, y podemos amarnos a nosotros mismos y a otros como verdaderamente somos.
¡Uau! ¿Sabes lo que esto significa para mí? Significa que podemos amar el hecho de que somos la expresión de Dios, y es así como amamos a Dios y a nuestro prójimo.
Podemos amar a Dios amando las cualidades espirituales de Dios, y amando el hecho de que expresamos estas cualidades en nuestros pensamientos y acciones. Y podemos amar expresando el amor de Dios por los demás, amando lo que Dios ama acerca de ellos, la verdad acerca de ellos, que ellos también son la expresión misma del Amor. Esto, por supuesto, requiere que nos consagremos a la forma más elevada de abnegación, anhelando que los demás sientan el amor de Dios tanto como nosotros deseamos sentirlo nosotros mismos. Quiere decir que estamos tan interesados en los demás, que nos negamos a que nos impidan ver su perfección espiritual por centrarnos en las imperfecciones humanas. Y a medida que amamos a Dios y a nuestro prójimo de esta manera, nosotros sí sentimos el amor de Dios por nosotros; y otros sienten el amor de Dios por ellos mismos, también.
Esta forma de amar es el espíritu de la práctica de la Ciencia Cristiana en acción. Demuestra —a través de la curación y transformación del carácter que brinda— que Dios es realmente la única causa y creador, el único poder verdadero, y que todo lo que es desemejante a Dios jamás logra siquiera llegar al punto de la existencia, mucho menos del poder.
Entonces, es obvio que amar a Dios y amar a nuestro prójimo están intrínsecamente relacionados. Amamos a Dios con todo nuestro corazón, mente, alma y fuerza, al amar y ser lo que Dios ama; la expresión misma del Amor. Nosotros podemos hacer esto, porque eso es lo que somos. ¡Y cómo no vamos a amar hacer eso!
En Ciencia y Salud, la Sra. Eddy une los dos grandes mandamientos como si fueran uno. Ella cita el Primer Mandamiento en su forma original: “No tendrás dioses ajenos delante de mí” de Éxodo 20:3, y luego dice: “El Primer Mandamiento es mi texto favorito. Demuestra la Ciencia Cristiana… Un único Dios infinito, el bien… cumple el mandato de las Escrituras: ‘Amarás a tu prójimo como a ti mismo’; …” (pág. 340).
¿Amar a tu prójimo como a ti mismo? En verdad. Simplemente ama ser lo que verdaderamente eres. Permite que el Amor divino exprese sus propias cualidades redentoras y sanadoras en ti, y ama lo que Dios ama en cada persona que entre en el reino de tu pensamiento. De esta manera, te transformas en un sanador cristiano eficaz, para ti mismo y para otros.
Barbara Vining
Redactora en Jefe
