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Original Web

¿Amar a mi prójimo como a mí mismo?

Del número de febrero de 2018 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 14 de diciembre de 2017 como original para la Web.


La gente como que tropieza con esto. Lo he visto con frecuencia en mi práctica de la Ciencia Cristiana. Una persona me viene a ver en busca de curación, y también quiere saber cómo hacer que sus propias oraciones sean más eficaces. Entonces hablamos de la importancia de comprender y vivir los dos mandamientos que Cristo Jesús identificó como los más importantes mandamientos de todos. El primero es: “Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas”. Y el segundo, dijo Jesús, es igualmente importante: “Ama a tu prójimo como a ti mismo” (véase Marcos 12:28–31, Nueva Versión Internacional). Entonces escucho al buscador espiritual decir: “Yo no estoy seguro de que me amo a mí mismo, así que ¿cómo voy a amar a mi prójimo como a mí mismo?”

A mí me ha resultado útil entender que el segundo mandamiento no nos está pidiendo que amemos nuestra personalidad humana, o la de otro, la cual no llega a ser el ideal divino que es nuestra verdadera identidad. Como seres humanos, todos tenemos bastantes cosas que mejorar. Pero es natural cuidar de nuestro propio bienestar, como es tener un techo sobre nuestra cabeza, comida en la mesa, ropa para vestir, relaciones afectuosas, etc., y en este sentido, nos amamos a nosotros mismos.  De modo que, interesarnos por el bienestar de otra persona de la misma forma que por el nuestro, sería una forma esencial de amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos.

Pero hay más. El tipo de amor desinteresado que se necesita para ser un sanador cristiano, como Jesús esperaba que fueran sus seguidores, tiene que ver con derivar nuestra evaluación de nosotros mismos y de otros partiendo de lo que Dios conoce y ama acerca de nosotros. Es allí donde entra el primer mandamiento, y porqué es el primero. Para comprender lo que Dios conoce, necesitamos saber qué es Dios, y qué hace. Entonces podemos amar verdaderamente a Dios con todo nuestro ser, y amarnos a nosotros mismos y a otros como Dios nos ama.

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