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Original Web

Líderes sabios

Del número de febrero de 2018 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 11 de diciembre de 2017 como original para la Web.


La historia nos ha demostrado que es más probable que un país y sus ciudadanos prosperen si los líderes del país son sabios, justos y honrados. Es obvio que, si no son honorables y rectos, puede haber corrupción, pobreza o incluso guerra, como resultado. A lo largo de los años, ha habido muchísimos ejemplos de todo tipo de líderes.

En una ocasión, un rey –el bíblico rey Salomón, que comprendía que Dios es la fuente de la sabiduría y la justicia– demostró que un líder perspicaz puede gobernar con sabiduría y gracia (véase 1 Reyes 3).

Dos mujeres, que recientemente habían dado a luz, vinieron ante el rey Salomón, insistiendo que eran la madre del mismo bebé. Una mujer afirmaba que el bebé de la otra había muerto durante la noche, y que la madre secretamente había cambiado su hijo muerto por el hijo de la mujer. La otra negaba la acusación y decía que el niño vivo era su hijo. El rey debía tomar una decisión. ¿Cómo podría un soberano saber qué hacer en un caso así?

Le vino la idea de dividir al niño en dos, y les dijo a las mujeres que les daría la mitad a cada una. Horrorizada al pensar que perdería al bebé de esa forma, una de las mujeres de inmediato gritó, pidiendo al rey que le diera el niño a la otra mujer en lugar de matarlo. La otra estuvo de acuerdo con la sugerencia del rey de dividirlo. El rey rápidamente notó que la verdadera madre era la que no podía soportar que se le hiciera daño al niño, y le entregaron el bebé a ella.

Lamentablemente, cuando vemos lo que ocurre alrededor del mundo, no siempre vemos en nuestros líderes la cualidad de apoyarse siempre en Dios en busca de sabiduría para gobernar con justicia. No obstante, un país está compuesto por más que aquel que está en el poder en un momento dado, incluso si un soberano o gobierno parece ejercer autoridad en todos los niveles de poder. Cada uno de nosotros puede contribuir, en cierto grado, a elevar el ambiente mental de nuestro país y el mundo, y ser testigo de la sabiduría y el amor de Dios.

Es el Amor divino expresado el que eleva el ambiente mental y lleva a que haya un mejor gobierno.

La Ciencia Cristiana explica que la verdadera naturaleza de todos es que somos los hijos espirituales de Dios, las expresiones del Amor infinito. Dios verdaderamente nos gobierna a cada uno de nosotros conforme dice la Biblia: “Te damos gracias, Señor Dios Todopoderoso, el que eres y que eras y que has de venir, porque has tomado tu gran poder, y has reinado” (Apocalipsis 11:17). Por lo tanto, es nuestra naturaleza misma expresar cualidades divinas como son la sabiduría, la justicia, la perspicacia y la compasión. Al volver nuestros corazones a Dios, hallamos que recibimos la facultad de actuar de una forma que es consecuente con nuestra identidad espiritual y verdadera, para magnificar la bondad, la justicia y el amor de Dios. Esto también nos da autoridad espiritual para insistir en que la bondad de la creación de Dios se haga constantemente más evidente, mediante un liderazgo que refleje estas cualidades.

A medida que atesoramos y vivimos estas ideas, apoyamos un medio ambiente de integridad que a su vez funciona como una influencia divina en el pensamiento, alentando a que haya más de esta forma de pensar y actuar en toda la sociedad. Mary Baker Eddy, la fundadora del Monitor, observó: “El carácter y la vida de los hombres determinan la paz, la prosperidad y la vida de las naciones” (La Primera Iglesia de Cristo, Científico, y Miscelánea, pág. 277).

Esto es más que seres humanos que expresan individualmente buenas cualidades. Se trata de que nosotros, la creación de Dios, reflejemos cada vez más claramente el poder y la bondad del Dios omnipresente. Es el Amor divino expresado el que eleva el ambiente mental y lleva a que haya un mejor gobierno.

Esto no quiere decir que no se necesite paciencia y mucha persistencia para promover la meta de tener un gobierno razonable y justo alrededor del mundo. Pero podemos reconocer el poder de Dios, el bien, sobre el mal, y atestiguar esta verdad, al responder a la comprensión de la supremacía del bien y ser guiados por ella. Esto nutre el crecimiento y florecimiento de estas formas de pensar en nuestros hogares, comunidades y el mundo.

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