La historia nos ha demostrado que es más probable que un país y sus ciudadanos prosperen si los líderes del país son sabios, justos y honrados. Es obvio que, si no son honorables y rectos, puede haber corrupción, pobreza o incluso guerra, como resultado. A lo largo de los años, ha habido muchísimos ejemplos de todo tipo de líderes.
En una ocasión, un rey –el bíblico rey Salomón, que comprendía que Dios es la fuente de la sabiduría y la justicia– demostró que un líder perspicaz puede gobernar con sabiduría y gracia (véase 1 Reyes 3).
Dos mujeres, que recientemente habían dado a luz, vinieron ante el rey Salomón, insistiendo que eran la madre del mismo bebé. Una mujer afirmaba que el bebé de la otra había muerto durante la noche, y que la madre secretamente había cambiado su hijo muerto por el hijo de la mujer. La otra negaba la acusación y decía que el niño vivo era su hijo. El rey debía tomar una decisión. ¿Cómo podría un soberano saber qué hacer en un caso así?
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