En los últimos meses, he estado buscando formas de orar con eficacia por mi barrio, mi país y toda la comunidad mundial. Mi búsqueda me resulta más fácil cuando reconozco con gratitud que no estoy sola en este empeño. Las conversaciones y relatos que escucho y leo —ya sea que esté de acuerdo con ellos o no— prueban que muchos de mis conciudadanos globales están sinceramente buscando respuestas que prometan paz, armonía y prosperidad para todos los pueblos de nuestro mundo.
Armada con este propósito compartido, he pensado detenidamente para ver si hay alguna forma sanadora de responder a los agresivos informes que insisten en que los problemas gubernamentales a nivel mundial son la norma. ¿Acaso hay una respuesta para aquellos que sienten que el gobierno de su comunidad o nación los está llevando al conflicto, en lugar de a la paz, a la desconfianza en lugar de a la unidad, a la hostilidad en lugar de a la compasión?
Como estudiante de las enseñanzas de la Ciencia Cristiana, basadas en la Biblia, mi punto de partida era centrar mi atención en Dios, el Amor divino, y en los hechos espirituales de Sus leyes gobernantes, así como hizo Cristo Jesús durante su ministerio.
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