¿Te gustaría ser un sanador? Aprende a defender tu pensamiento.
Esa es una instrucción fundamental que la Descubridora de la Ciencia Cristiana imparte en todos sus escritos. Mary Baker Eddy consideraba que defender nuestro pensamiento a diario era tan importante, que incluyó un Estatuto sobre ello en la página 42 del Manual de La Iglesia Madre, titulado “Alerta al deber”. El Estatuto, aunque está dirigido a los miembros de esta Iglesia, es un buen consejo para cualquiera. Dice así: “Será deber de todo miembro de esta Iglesia defenderse a diario de toda sugestión mental agresiva, y no dejarse inducir a olvido o negligencia en cuanto a su deber para con Dios, para con su Guía y para con la humanidad. Por sus obras será juzgado, — y justificado o condenado”.
¿Qué es la sugestión mental agresiva? Es la afirmación de que algo, aparte de Dios, el bien, es real y poderoso. La sugestión a menudo viene como si fuera nuestro propio pensamiento, incluso como impresiones de los sentidos materiales.
El cuarto capítulo del Evangelio de Mateo ofrece un ejemplo interesante de la sugestión mental agresiva, y cómo Cristo Jesús se defiende contra ella (véase versículos 1-11). Después de ayunar durante muchos días en el desierto, Jesús tuvo hambre y le vino el pensamiento: “Si eres Hijo de Dios, di que esas piedras se conviertan en pan”. Pero él respondió: “Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”.
El relato continúa con dos tentaciones más para que respondiera a la sugestión de que la vida y la sustancia son materiales; pero en cada caso, Jesús percibió la falsedad que se le presentaba y la contradijo con la Escritura que afirma que debemos adorar y servir únicamente a Dios. Luego Mateo nos dice que las tentaciones cesaron y “vinieron ángeles y le servían”.
Defender nuestro pensamiento contra los engaños de la sugestión mortal es un tema que se trata detalladamente durante la instrucción de clase Primaria de la Ciencia Cristiana; curso que generalmente incluye 12 sesiones y explica las leyes de Dios y cómo sanar como hacía Cristo Jesús. Tuve la oportunidad de probar cuán eficaz es esta defensa en la curación, cuando me estaba preparando para asistir a la reunión anual de mi asociación de estudiantes de la Ciencia Cristiana. En mi nuevo puesto como secretaria, formaba parte del equipo que organizaba la reunión. Después de quedarme despierta hasta después de la medianoche para terminar los detalles de último momento, me acosté a dormir, pero de pronto, me sentí muy atemorizada al sentir unos dolores sumamente agudos en el pecho acompañados de otros síntomas perturbadores.
Recurrí a Dios en busca de ayuda y reconocí que esos síntomas no provenían de la Mente divina, la cual solo expresa salud y armonía. Eran simplemente creencias mortales que sugerían que yo estaba fuera del cuidado y el control afectuoso de Dios.
¿Cómo podía ser real la enfermedad cuando Dios es la única causa y el hombre es el efecto de Dios?
En ese momento me vino un mensaje angelical: “¡Qué maravillosa forma de comenzar tu asociación, con una curación!”. Este pensamiento me sorprendió, al igual que la rapidez con que desaparecieron el temor y el dolor. Me dormí fácilmente, aunque no durante toda la noche, y cuando me desperté no estaba cansada, sino que me sentí renovada y lista para comenzar el día.
Como hago todas las mañanas, oré para defenderme contra la sugestión mental agresiva. Un pensamiento que me venía con insistencia era que yo era el “pegamento” de la reunión, y tenía la responsabilidad personal de hacer que todos los detalles logísticos estuvieran listos y todas las cosas anduvieran correctamente. Contradije eso con mi comprensión de que Dios tiene el control de todo y está revelando todo en perfecta armonía. Mi tarea era aferrarme a la Verdad divina, “[retener] lo bueno”, como dice en la Primera Epístola a los Tesalonicenses (5:21). El mal no puede afianzarse en el pensamiento ni tener fruto cuando estamos alertas y cumplimos con nuestro deber de defendernos contra él.
En el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, Eddy escribe: “Las aves, que vuelan sobre la tierra en la abierta expansión de los cielos, corresponden a las aspiraciones que se remontan más allá y por encima de la corporalidad hacia la comprensión del Principio divino e incorpóreo, el Amor” (págs. 511-512). Pensé que las aspiraciones que se remontan, conscientes únicamente de la Verdad divina, son nuestra defensa contra las sugestiones malignas, cualquiera sea su forma.
Como habíamos planeado, manejé con dos miembros de la asociación a la ciudad donde se celebraría la reunión; un viaje de cuatro horas. Llegamos a destino, y después de preparar la iglesia para la reunión del día siguiente, fui al cuarto de hotel que compartía con mi amiga. Al hablar brevemente con ella antes de acostarme, sentí que me estaba doliendo la garganta con tanta ferocidad como el dolor de pecho que había tenido la noche anterior.
“¡Oh, no!”, pensé. “¿Cómo voy a hablar mañana?” No obstante, de inmediato reconocí que esta era otra sugestión mental agresiva y me negué a permitir que me desviara del bien que se estaba manifestando. No me sentía preocupada ni temerosa porque sabía que el síntoma físico era una mentira que no tenía poder alguno. ¿Cómo podía ser real la enfermedad cuando Dios es la única causa y el hombre es el efecto de Dios? No podía ser. El dolor de mi garganta desapareció casi tan rápido como llegó.
Nuestra reunión de asociación estuvo muy bien, y fue edificante y maravillosa. Y mis curaciones fueron realmente una gran forma de comenzar la reunión de asociación.
La pregunta: ¿Qué es la Verdad?, es contestada
mediante la demostración, sanando tanto la enfermedad
como el pecado; y esta demostración enseña que la curación
cristiana confiere el máximo de salud y produce
los mejores hombres.
Mary Baker Eddy, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. viii
