¿A quién recibo en mi hogar? Últimamente, he estado pensando mucho en esta pregunta. Pero no en términos de quién viene a mi casa. Más bien estoy cuestionando el tipo de pensamiento que recibe una cálida bienvenida en mi consciencia. Metafóricamente hablando, ¿para qué tipo de pensamiento pongo la mesa, enciendo las velas y preparo la comida?
Todo empezó mientras leía la epístola de Pablo a los filipenses, instándolos a llenar sus mentes con cosas virtuosas y que merezcan ser elogiadas: cosas que sean verdaderas, honestas, justas, puras, amables y dignas de alabanza (véase Filipenses 4:8). Al revisar de inmediato mi mente, me di cuenta de que tenía algunos huéspedes indeseables alrededor de mi mesa mental. Pero ¿qué podía hacer al respecto?
Días después, leí el párrafo en la página 234 de Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, por Mary Baker Eddy, que tiene el título marginal: “Hospitalidad para la salud y el bien”, y comienza con esta declaración: “Debiéramos familiarizarnos más con el bien que con el mal, y guardarnos de las creencias falsas con tanta vigilancia como aseguramos nuestras puertas contra la intrusión de ladrones y asesinos”. Al leerlo por primera vez, esta indicación solo parecía ser un buen consejo preventivo. No me decía cómo manejar a los intrusos que parecían haber atravesado el umbral, ¡y se habían sentado confortablemente! Sin embargo, con toda lealtad me esforcé por familiarizarme más con esas cosas espirituales y buenas que Pablo recomendó a los Filipenses.
No fue difícil hacerlo. Puesto que Dios, el bien, es Todo-en-todo, el bien espiritual en realidad está en todas partes. A cada paso tenemos la oportunidad de hacer una pausa, reconocerlo y apreciarlo. Cuando lo hacemos, estamos cultivando cualidades tales como altruismo, generosidad y afabilidad. Y al cultivar estas cualidades, inevitablemente recibimos salud y bondad.
Muy pronto, me vino al pensamiento un fragmento de una frase de Ciencia y Salud: “… el cielo del hombre bueno sería un infierno para el pecador” (págs. 35-36). ¡Era la respuesta a mi pregunta! Un pensamiento lleno de honestidad y consciente de la pureza del hombre espiritual de Dios no recibe a la deshonestidad, la crueldad o al egoísmo. Cuando vivimos de acuerdo con la afirmación bíblica de la Primera Epístola a los Corintios 2, “Nosotros tenemos la mente de Cristo” (versículo 16), nuestra consciencia no es un ambiente cálido y agradable para esos huéspedes diabólicos. Al volver a revisar mi pensamiento confirmé que todos los “huéspedes” alrededor de mi “mesa” solo eran buenos; eran cosas “dignas de alabanza”, como dijo Pablo (Filipenses 4:8, Nueva Traducción Viviente).
Poco tiempo después, cuando estaba a la mitad de mi término como Primera Lectora en una filial de la Iglesia de Cristo, Científico, me apareció un pequeño tumor en una de las mejillas. Dos semanas después tenía que dar una charla a un grupo de Científicos Cristianos, charla que me había tomado muchos meses preparar.
Como la idea de guardar solo pensamientos buenos y constructivos estaba muy presente en mi pensamiento, reconocí que lo que me había aparecido en la mejilla era simplemente una sugestión mental agresiva que buscaba una puerta abierta: una invitación para entrar en mi consciencia y una oportunidad para convencerme de que yo no era la reflexión pura y amable de Dios (véase Génesis 1:26, 31). Pero ¡no iba a permitirle la entrada!
Puesto que Dios, el bien, es Todo-en-todo, el bien espiritual en realidad está en todas partes.
En el capítulo 10 del evangelio de Juan, Cristo Jesús les dice a sus discípulos que él es el buen pastor (véase versículo 11). Razoné que, así como un buen pastor nunca permite que los lobos entren en el corral, el Cristo —la naturaleza divina del hombre que Jesús representó tan plenamente— mantiene nuestra consciencia a salvo de las sugestiones intrusas cuando permitimos que sea nuestro pastor. Con el Cristo al cuidado de nuestro pensamiento, sabemos que estamos a salvo. Recibimos “huéspedes” que son honorables, nobles y verdaderos.
Mientras me mantenía concentrada en mi trabajo de Primera Lectora, estudiando sinceramente la Biblia y Ciencia y Salud, seguía preparándome para la charla, escuchando expectante para recibir ideas inspiradoras para compartir con el grupo. La noche antes de la charla, cuando me estaba lavando la cara, se cayó la mitad del tumor. El resto desapareció por completo en unos días. Comprendí que reflejo lo que sé que es verdad acerca de Dios y el hombre: Puesto que Dios es Espíritu, la Mente infinita, y como el hombre es Su semejanza, el hombre es espiritual siempre y solo refleja la bondad de Dios. La Sra. Eddy escribe: “Todo lo que es falso o pecaminoso jamás puede entrar en la atmósfera del Espíritu” (Ciencia y Salud, pág. 70).
Puesto que Dios, el Espíritu, es todo, nosotros no podemos, en verdad, albergar mentalmente ninguna otra cosa que no sea Su bien.
Estoy muy agradecida por la alegría, valor y confianza que obtuve a través de la práctica de la Ciencia Cristiana. Los escritos de Mary Baker Eddy, particularmente Ciencia y Salud, hacen que la verdad de la existencia sea práctica en todo sentido.
