Aquel domingo, no tenía ganas de ir a la iglesia. Tenía muchísimas cosas que hacer antes del lunes, montones de “tareas” pendían sobre mi cabeza. Todo dentro de mí parecía decir: “Tú lees la Lección Bíblica de la Ciencia Cristiana por tu cuenta. Oras. Te puedes dar el lujo de no ir a la iglesia una semana”.
Pero inmediatamente después de eso me vino otro pensamiento: “Tal vez tú puedas darte el lujo de no ir a la iglesia. Pero ¿puede el mundo darse el lujo de que tú no vayas?”
Es fácil pensar que la iglesia o la Escuela Dominical es para nosotros. Es a donde vamos para crecer, ser inspirados, obtener respuestas a nuestras preguntas y sanar. ¡Y eso es maravilloso! La iglesia está allí por todas esas razones, y agradezco con frecuencia el apoyo y el amor que encuentro cada vez que atravieso las puertas de mi filial de la Iglesia de Cristo, Científico.
Sin embargo, el modelo de iglesia que se centra en mí tiene también algunos problemas. Por ejemplo, si no obtenemos de la iglesia tanto como queremos, tal vez pensemos que ya no vale la pena ir. O si en la iglesia hay alguien que no es fácil de tratar, quizás parezca que sería mejor evitar alguna situación. Yo entiendo muy bien todos esos sentimientos porque los he tenido. Fueron también los que me hicieron considerar que la iglesia tiene un propósito mucho más grande, que va más allá de lo que logro obtener de ella.
“¿Puede el mundo darse el lujo de que tú no vayas?” Esa es una pregunta en la que he pensado mucho últimamente, porque me ayuda a pensar más acerca de qué se tratan realmente nuestras reuniones de los domingos y miércoles. Una de las cosas es: Estamos allí para amarnos y apoyarnos unos a otros, y unirnos al compartir la Ciencia Cristiana con nuestra comunidad. Para amar, ayudar y sanar a nuestra comunidad. Y se requiere de todos nosotros para hacer eso. Nuestras iglesias abren sus puertas para que la gente entre y sea sanada, obtenga la respuesta a sus preguntas acerca de Dios, para que los apoyen y oren por ellos, y para comprender más acerca de las leyes de Dios, que nos gobiernan y sostienen a todos nosotros.
Otra cosa genial de ser parte de una filial de la Iglesia de Cristo, Científico: Es uno de los pocos lugares que puedes visitar donde la gente te va a ver correctamente, es decir, espiritualmente. El resto del mundo es posible que te pegue rótulos o te encajone con limitaciones. Pero en la iglesia, el verdadero tú —hermoso, inteligente, honesto, amado y completamente espiritual— puede resplandecer. Y tú puedes resplandecer con esta luz de la Verdad sobre otros, también, siendo testigo de su verdadera identidad. La iglesia nos da la oportunidad de practicar ese tipo de amor puro que realmente quiere ver a otro como Dios lo hizo.
Ese amor es poderoso, y se extiende más allá de las paredes de nuestra iglesia. Lo sé, porque a medida que me he comprometido más a pensar en dar a la iglesia —amor, oración, tiempo, dedicación— y a medida que otros en mi iglesia también lo han hecho, han ocurrido algunas cosas maravillosas. Por ejemplo, el otoño pasado una familia de refugiados que acababa de llegar a los Estados Unidos encontraron nuestra iglesia y fueron adoptados por nuestra familia de iglesia. Hemos visto el enorme progreso que han tenido en sus vidas y el apoyo que les hemos dado a lo largo del camino.
Hace poco, en una reunión de testimonios de los miércoles, la madre de la familia expresó su gratitud por la manera como nuestra iglesia, y la Ciencia Cristiana, habían cambiado su vida. Por ejemplo, ella ha aprendido a pensar en las cosas más espiritualmente, y ha visto el efecto transformador que tiene el hacerlo. Y ¿qué hace cuando enfrenta un problema? “Tengo un ejército de personas que oran a las cuales recurrir”, dijo.
Un ejército de personas que oran. ¿Acaso puede el mundo darse el lujo de no tener eso? ¿Podemos darnos el lujo de no unirnos a esta causa de “bien organizado” para ayudar a eliminar las cargas de la materialidad, el egoísmo y el mal del mundo? Este dar exige algo de nosotros. Pero encuentro que realmente vale la pena, y que conocer el poder que tienen los miembros de una iglesia activa, me ayuda a desbaratar toda resistencia a participar. El mundo es bendecido mediante nuestro compromiso con la iglesia. Y ¿sabes una cosa? Nosotros también.