Un domingo por la tarde, al jugar con mi hija y lanzarla al aire, sentí como un desgarro en el hombro. No le di importancia y continué jugando con ella. Sin embargo, aquella noche me costaba mucho hacer las tareas más simples. Más tarde empecé a tener dificultad para hacer mi trabajo, luego me costaba abrir las puertas, y después me resultaba difícil siquiera levantar el brazo. Al ver que no podía moverlo sin que me doliera mucho, empecé a temer que mi hombro estuviera seriamente lesionado. Permití que el temor y la frustración gobernaran mi pensamiento por bastante tiempo.
Mi trabajo requiere que tenga agilidad, fortaleza y total libertad de movimiento, y cuando fue obvio que tenía limitaciones, me pidieron que recibiera atención médica. Después de revisarme el doctor me informó que tenía un serio problema. El mismo podía mejorar o empeorar, pero debido a la complejidad de la lesión, él no podía hacer nada por mí.
Soy una persona muy activa, y este problema me limitaba seriamente. Me sentía frustrado porque quería una solución. Lo que temporalmente olvidé fue que yo ya tenía una solución: ¡el poder sanador de la Verdad y el Amor divinos!
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