Un domingo por la tarde, al jugar con mi hija y lanzarla al aire, sentí como un desgarro en el hombro. No le di importancia y continué jugando con ella. Sin embargo, aquella noche me costaba mucho hacer las tareas más simples. Más tarde empecé a tener dificultad para hacer mi trabajo, luego me costaba abrir las puertas, y después me resultaba difícil siquiera levantar el brazo. Al ver que no podía moverlo sin que me doliera mucho, empecé a temer que mi hombro estuviera seriamente lesionado. Permití que el temor y la frustración gobernaran mi pensamiento por bastante tiempo.
Mi trabajo requiere que tenga agilidad, fortaleza y total libertad de movimiento, y cuando fue obvio que tenía limitaciones, me pidieron que recibiera atención médica. Después de revisarme el doctor me informó que tenía un serio problema. El mismo podía mejorar o empeorar, pero debido a la complejidad de la lesión, él no podía hacer nada por mí.
Soy una persona muy activa, y este problema me limitaba seriamente. Me sentía frustrado porque quería una solución. Lo que temporalmente olvidé fue que yo ya tenía una solución: ¡el poder sanador de la Verdad y el Amor divinos!
En Escritos Misceláneos 1883–1896, Mary Baker Eddy dice lo siguiente de las soluciones médicas: “La materia médica dice: ‘No puedo hacer más. He hecho todo lo que puede hacerse. Ya no queda base sobre la cual construir. No queda ya razón alguna para abrigar esperanzas’. Entonces interviene la metafísica, revestida del poder del Espíritu, no de la materia, llena de esperanza se hace cargo del caso y edifica sobre la piedra que han desechado los arquitectos, y triunfa” (pág. 5).
Empecé a orar, aunque al principio estaba orando para arreglar una parte lesionada del cuerpo. Cuando no hubo ningún progreso, me di cuenta de que mis oraciones debían ser más profundas. En mi estudio de la Ciencia Cristiana, había aprendido que la enfermedad y la discapacidad de cualquier tipo son una mentira acerca del hombre, una creencia falsa de que el hombre es material y está sujeto a las lesiones y a la enfermedad. La verdad es que el hombre es una idea de Dios, tan espiritual, completo e ilimitado como es Dios.
En Hechos 17:28 dice: “En él vivimos, nos movemos y existimos” (Nueva Traducción Viviente). A mí me gusta particularmente esta idea de movimiento. Es una expresión perfecta de la identidad espiritual y la libertad de movimiento en Dios. A medida que continué orando, pensé en el movimiento en relación con el progreso. De pronto se me ocurrió que mi crecimiento espiritual se había estancado, y que la falta de movimiento y progreso espiritual se estaban expresando en la limitación física. Me di cuenta de que necesitaba obtener una percepción más clara de mi verdadera identidad y libertad espirituales.
La Sra. Eddy escribe en Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras: “Los motivos correctos dan alas al pensamiento, y fuerza y libertad a la palabra y a la acción” (pág. 454). Me esforcé por ahondar mi comprensión del Amor divino como la ley suprema en mi vida, y dejar de lado el temor de que la ley material pudiera limitar mi habilidad de expresar movimiento.
Ciencia y Salud también dice: “La Mente produce toda acción. Si la acción procede de la Verdad, de la Mente inmortal, hay armonía;…” (pág. 419). Pensé que, como Dios, la Mente divina, es infinito, Su control sobre la acción y el movimiento nunca se detiene y tampoco puede ser nunca limitado. Por lo tanto, por ser Su idea, es mi derecho y propósito expresar armonía y acción sin restricciones. Al darme cuenta de esto, sané instantáneamente. Estoy muy agradecido al decir que no he tenido ningún otro problema con el hombro en el año que ha transcurrido desde esta curación.
Nicolas de Wulf
Misawa, Japón
