Si te pidieran que nombraras algunas “causas nobles”, probablemente podrías identificar muchas.
Podrías comenzar recordando alguna correspondencia de organizaciones pidiendo ayuda que desean posiblemente prevenir la crueldad hacia los animales, salvar ballenas o preservar el ambiente. Es posible que recuerdes haber escuchado en las noticias que varias personas que pertenecen a un equipo de socorro de emergencia se reunieron para viajar a lugares distantes a fin de ayudar debido a algún desastre. The Christian Science Monitor recientemente informó acerca de un grupo de muchachas de la India que con mucha valentía han entrado en acción para hacer que su pequeño pueblo sea un modelo de comunidad. Y, por supuesto, millones alrededor del mundo se han estado uniendo a la causa de las mujeres que han sido sexualmente acosadas y abusadas.
Muchas de estas causas son profundamente conmovedoras. Han hecho que el público responda con olas de compasión, contribuciones y voluntarios. No toma mucho tiempo darse cuenta de que ha habido una enorme proliferación de causas buenas, y que esto indica que se está produciendo una especie de cambio tectónico en el pensamiento humano. Es señal de que las personas están cansadas de ser víctimas. Quieren ser parte de las soluciones. Y ellas trabajarán juntas, probando que los móviles buenos, las nuevas iniciativas diligentes y consideradas, así como el trabajo duro, producen un bien aún mayor.
Mary Baker Eddy, la mujer que descubrió y fundó la Ciencia Cristiana, estaba muy consciente de la vasta necesidad de mejorar la sociedad humana. Ella escribió en nombre de los derechos de la mujer, acerca de la paz en lugar de la guerra, sobre la justicia común. Ella misma colaboró en una variedad de formas para ayudar con las necesidades de la comunidad.
Pero, finalmente, se dio cuenta de que la fuente más grandiosa para ayudar a la humanidad se encontraría, no simplemente en los buenos esfuerzos de la gente, sino al cambiar radicalmente nuestra comprensión de la bondad total e infinita de Dios. Para ella, el punto decisivo en el pensamiento se produjo como resultado de una experiencia espiritual pero totalmente tangible de una repentina curación física, después de haber pasado la mitad de su vida enferma y haberse esforzado inútilmente por encontrar ayuda. Fue entonces que, mediante la razón, la revelación por medio de la oración y más casos de curación, ella descubrió la Ciencia del Cristianismo y probó la dimensión científica de los valores espirituales.
La curación de discordancias humanas por medios espirituales fue la esencia del trabajo de su vida, porque puso en evidencia como nada más podía hacerlo, la sorprendente realidad de Dios y Su verdadera creación. Un caso tras otro de lo que parecía ser una enfermedad mortal o una lesión incapacitante, fue sanado. A menudo, antes de ceder al tratamiento espiritual, estas condiciones habían sido diagnosticadas y atendidas por los médicos mediante todo tipo de método material concebible. Esto hizo que fuera inevitablemente claro que el punto de vista materialista de la vida era mucho menos que una palabra final.
La Guía de la Ciencia Cristiana dijo que era la “más grande y más santa de todas las causas” (Mary Baker Eddy, Escritos Misceláneos 1883–1896, pág. 177). Ella habló acerca de esta Causa unas cincuenta veces en sus escritos publicados, y muchas más en su correspondencia personal. Ella sabía que esta Causa guardaba un potencial aún más grande para liberar a la humanidad, que la histórica liberación de los seres humanos de la esclavitud física, que ella cabalmente apoyaba. Ella explicó que esta “Ciencia eleva a la humanidad a mayores alturas en la escala de la armonía…” (Escritos Misceláneos, pág. 290), y que “el espíritu de Verdad es la palanca que eleva a la humanidad” (La Primera Iglesia de Cristo, Científico, y Miscelánea, pág. 130).
No obstante, ella sabía, por ser Guía de la Causa, que la misma no estaba avanzando sola. Una Causa por su propia naturaleza es el resultado de trabajar juntos. Eres atraído a ella porque ves cuánto se necesita; te sientes inspirado y recibes la ayuda de otros, y tú, a la vez los amas y los ayudas. Eres iluminado al percibir cada vez más cuán crucial es esta Causa, no solo para el mejoramiento de la humanidad, sino para su propia supervivencia. Harías cualquier cosa para servir en ella, dejarías de lado cualquier cosa para ayudar, incluso los planes en tu carrera, mayores entradas de dinero, situación personal, aprobación de la familia, comodidad, placeres, seguridad. No te detendrías, aunque te asaltaran el resentimiento personal y las opiniones falsas. No te sentirías impresionado por el pequeño número de trabajadores, sino impulsado por la inmensa cosecha de bien que hay que realizar, y las alentadoras señales de la penetrante fermentación de la atmósfera del pensamiento humano que ya se está produciendo.
¿Cuánto estamos nosotros, como Científicos Cristianos, reconociendo que no pertenecemos simplemente a una pequeña iglesia o denominación religiosa, sino a una gran Causa? Y ¿cómo y porqué es nuestra ayuda tan urgentemente necesaria ahora?
¿No se debe acaso a que la forma materialista de pensar está aumentando cada vez más sus esfuerzos para descartar todo lugar pertinente para Dios, rechazar siglos de espiritualidad basada en la esperanza y la intuición, diciendo que es una superstición, y atacar a la Ciencia Cristiana que insiste en que el mundo apenas ha comenzado a comprender lo que Dios significa?
Es posible que digamos: “Pero ¿quién soy yo para responder a ese llamado?”. “Amo la Ciencia Cristiana, y lo estoy intentando, pero no tengo el tiempo. De todos modos, siento que no sé lo suficiente”.
Pero lo que ocurre es que esta es una Causa muy diferente. Es una Causa que brinda capacidad y autoridad a todo aquel que responde a ella. Cada paso para obedecer, amar, trabajar juntos en unidad, para traer curación aun en pequeñas formas, se va apartando del punto de vista errado acerca de nosotros mismos, y nos permite ver la maravilla de lo que se nos está dando abundantemente a cada uno de nosotros mediante la gracia del Amor divino que es Dios.
Nuestra Guía en una ocasión convocó a una reunión para una nueva organización que había desarrollado para “la vida de la causa”. La organización probó ser temporal, pero sus palabras, recapituladas en lo que ella le escribió a alguien que no pudo asistir, aún incita hasta lo más profundo de nuestro corazón hoy en día:
El “mensaje” fue una petición a mis estudiantes para que examinen sus mentes y analicen sus deseos y vean qué son. Siento que ellos necesitan purgar y purificar los deseos que no son tan consagrados como sus palabras y obras. Ese egoísmo pesa demasiado en la escala de la acción, y este amor propio debe ser desenterrado o nuestra Causa irá a la deriva en la dirección equivocada.
Para lograr esto, les aconsejo orar mentalmente para que sus deseos sean grandemente elevados y espiritualizados…
Sé que este crecimiento en gracia es lo que mis estudiantes necesitan en este momento presente, para que tengan más poder al sanar y enseñar. Ha llegado la hora de que ellos se vuelvan más fuertes y más valerosos en la Verdad. (Robert Peel, Mary Baker Eddy: The Years of Trial, pp. 224–225)
Bajo este tipo de luz radiante el tema de la Asamblea Anual pasada de esta querida Iglesia y Causa, puede leerse como una promesa liberadora y feliz: “Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu” (Gálatas 5:25).
Allison W. Phinney
Miembro de la Junta Directiva de la Ciencia Cristiana
