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Sanaron los bultos en el seno y la herida de mi hijo

Del número de septiembre de 2018 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Mi entendimiento y demostración de la Ciencia Cristiana han aumentado y se han expandido paulatinamente a través de los años. Por medio de mucha oración y experiencias de curación, he llegado a confiar mi vida diaria y cada aspecto de mi existencia a Dios. He aprendido que el entendimiento del amor de Dios sana, que conocer la cálida y reconfortante presencia del amor de Dios ajusta las cosas que necesitan ser ajustadas. Esto lo he aprendido especialmente por medio de dos experiencias de curaciones recientes.

La primera fue hace aproximadamente un año cuando encontré dos grandes bultos en mi seno derecho. Al principio me preocupó porque tengo cuatro hijos adolescentes que necesitan de mi ayuda y a los que crio sola, por lo que también estoy ocupada con mi empleo. Sin embargo, no busqué un diagnóstico o tratamiento médico; tenía claro que esta condición podía sanar por medio de la Ciencia Cristiana. Debido a las numerosas curaciones a través de la oración que había tenido, simplemente supe que confiar en el poder sanador de Dios era la respuesta para mí.

Traté de no tocar el área ni pensar en ella. Cada vez que el problema venía a mi mente y me sentía asustada, me declaraba a mí misma cuánto me amaba Dios por ser Su hija, que yo era la imagen y semejanza misma del Amor divino, y que el Amor era la fuente misma de mi existir puesto que soy el reflejo espiritual de Dios. Sabía que en realidad la única presencia y poder es Dios, el Amor divino.

Continué orando con estas ideas durante unos dos meses. Un día, estas palabras de un himno me vinieron al pensamiento muy claramente: “Me abriga Tu bendito amor, Tu ley es mi sostén” (Samuel Longfellow, Himnario de la Ciencia Cristiana, N° 134). Estaba parada en mi garaje, y de repente me embargó de tal manera el sentimiento tan cálido de esas palabras que me arrodillé y lancé un grito de profunda alegría. Sentí tan plenamente la consciencia de la bondad y el amor de Dios, que simplemente acepté que esas palabras eran verdaderas.

Unas dos semanas después, estaba acostada en mi cama a punto de ir a dormir cuando sentí un movimiento significativo en el seno, como si algo estuviera moviéndose. No había dolor, pero podía sentir mucho movimiento. Esto duró unas horas, y yo solo declaraba en voz alta que Dios me amaba, que mi Padre-Madre Dios era mi propia Vida, y que no debía tener miedo porque Dios siempre me cuidaría.

Después de esa noche, todo el dolor desapareció, y no volví a pensar en el seno durante varios meses. Un día se me ocurrió revisar el área y no encontré ningún bulto, solo una piel lisa. No hay palabras para describir mi regocijo. La curación fue completa, y estoy muy agradecida por cómo el amor de Dios hizo que la misma se produjera a la perfección.

La segunda experiencia de curación reciente le ocurrió a un joven que venía de un ambiente difícil, pero que había asistido a la Escuela Dominical en mi filial de la Iglesia de Cristo, Científico. Él necesitaba un hogar, y un tribunal me otorgó su custodia temporal por un año y luego la custodia permanente. Pero justo después de que recibí la custodia permanente, un compañero de clase chocó con él con gran fuerza mientras jugaban al baloncesto en la escuela y accidentalmente lo mordió. Esa noche limpié la zona herida, pero al día siguiente recibí una llamada telefónica de la enfermera de la escuela diciéndome que este joven necesitaría ver a un médico, porque ahora esa zona mostraba signos de infección y él sentía mucho dolor.

Le pedí a la enfermera que le pasara el teléfono a mi hijo, y le pregunté a él si Dios lo había mordido. Respondió que no. Le dije que no podía experimentar ninguna crueldad puesto que Dios no es cruel con nosotros, sino amoroso y gentil, y que amara al muchacho que accidentalmente había chocado contra él. Le aseguré que Dios no hubiera traído tanta bondad a su vida solo para que padeciera una infección, y que solamente lo bueno podía venirle de Dios.

Él aceptó esto y le agradecí a la amorosa enfermera por ayudarlo. Le aseguré a ella que me encargaría del problema.

Después de hablar, comencé a leer la Lección Bíblica de la Ciencia Cristiana de esa semana, que incluía la historia del profeta Elías, quien había resucitado al hijo de una viuda (véase 1 Reyes 17:17-24). Reflexioné profundamente sobre ese relato. Pensé que Elías amaba tanto a ese niño como la imagen y semejanza de Dios, que no podía ver en él otra cosa que no fuera la expresión de la Vida divina. La mujer reconoció el poder sanador que Elías demostró, y pude imaginar el profundo amor espiritual que ella debió de haber sentido cuando resucitó a su hijo.

Dejé que este pensamiento me llenara de amor también, y simplemente supe que Dios amaba a mi hijo, y que el amor de Dios era expresado plenamente en su ser como la imagen y semejanza espiritual de su Creador. Sentí la confianza de que todo estaba bien.

No volví a recibir una llamada de la escuela ese día, y no tuve que ir a recoger a mi hijo. Cuando regresó a casa esa misma tarde, me dijo que se había quitado el vendaje. Después que hablé con él por teléfono, se había sentido libre del dolor inmediatamente. La hinchazón había desaparecido, y el brazo estaba bien. Ambos nos regocijamos con la curación. Estoy muy agradecida por la Sra. Eddy y el amor que ella tenía por Dios, lo que le permitió descubrir la Ciencia del Cristo y su poder sanador. ¡Gracias, Dios!

Heidi Skok
Mentor, Ohio, EE.UU.

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