¿Sabías que eres como tu Padre? No quiero decir que seas como el hombre al que llamas papito o papá. Sino como Dios —tu verdadero Padre— como dice en la Biblia.
Puesto que Dios es nuestro Padre, somos Sus hijos. El primer capítulo de la Biblia nos dice que “Creó Dios al hombre a su imagen” (Génesis 1:27). ¡Guau! La imagen de algo no puede ser diferente del original. Entonces, dado que Dios es Amor y es bueno, debemos reflejar ese mismo Amor y bondad. Puesto que no hay nada sombrío o malo en Dios, no puede haber nada sombrío o malo en nosotros. Dios, nuestro Padre amoroso, también nos ayuda a vernos así. Nuestro Padre nos da los buenos pensamientos que necesitamos para reconocer y expresar todo el bien que está causando en nosotros.
Un día tuve la oportunidad de compartir algunas de estas ideas con un amigo mío de la escuela primaria. Le pregunté cuál era su actividad escolar favorita.
“Estar con mi maestro especial”, me dijo.
Me contó que tenía un maestro especial porque se enojaba mucho. Se enojó en la escuela con los otros niños y en casa con sus hermanas. Luego dijo: “Soy como mi papá”.
Me sorprendió. Le dije que no lo veía de esa manera. Lo veía como un maravilloso y creativo escritor de historias. Y lo había visto dar grandes abrazos a sus hermanas en la escuela. Nunca lo había visto enojado.
Le dije que cuando las cosas van mal, siempre tiene la opción de decidir qué hacer. Y que su padre también siempre tiene que tomar sus propias decisiones. Le conté que había aprendido que cuando estoy enojada, realmente tengo la opción de decidir cómo responder, sin importar lo que alguien me haya hecho y sin importar qué decisiones esté tomando otra persona.
Había aprendido que, si podía detenerme, esperar y escuchar mis pensamientos, me vendría una idea que me ayudaría a elegir la mejor manera de seguir adelante. Algo así como un semáforo:
ROJO = PARAR.
AMARILLO = ESPERAR Y ESCUCHAR.
VERDE = OPTAR POR LA MEJOR IDEA.
La mejor idea es siempre aquella que coincide con la bondad que hay en nosotros, la bondad que proviene de nuestro Padre, el bien.
A mi amigo le gustaron estas ideas. Me enteré de que su maestro lo vio progresar en clase. Estaba aprendiendo a tomar mejores decisiones en lugar de simplemente enojarse.
Más tarde, cuando volví a ver a mi amigo, me contó que una vez había estado al final de una fila muy larga para bajar por un tobogán de agua. Antes, se habría enojado. Pero esta vez había sucedido algo diferente. Le vino la idea de que podía ser paciente y esperar su turno. Pudo hacer eso.
Lo que es cierto para mi amigo y para mí también lo es para ti. Tu Padre, Dios, está siempre contigo. Siempre te ayuda a verte a ti mismo como Él te ve. Siempre causa en ti el bien, el amor y la bondad. Siempre te está enviando solo las ideas que necesitas para vivir esa bondad. A medida que practiques hacer esto cada vez más, verás cuánto te pareces a tu verdadero Padre.
