Un amigo en una ocasión me preguntó qué es lo que más me gusta de lo que enseña la Ciencia Cristiana. Tengo muchas cosas favoritas, pero una de las que más me inspiran y agradezco es la idea de que “Dios ha dotado al hombre con derechos inalienables, entre los cuales están el gobierno de sí mismo, la razón y la conciencia” (Mary Baker Eddy, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 106). La idea de que el gobierno de sí mismo es un derecho divino puede librarnos de todo tipo de limitaciones, o cualquier cosa que no esté en línea con la ley de Dios, el bien. Beneficia todos los aspectos de nuestra experiencia: nuestra salud, las relaciones, incluso las finanzas. Este derecho divino se basa en que Dios es infinito y todopoderoso, además de totalmente bueno. No es una licencia para hacer lo que queramos. Expresar el autogobierno apropiadamente bajo el gobierno supremo de Dios bendice a los demás, y a nosotros mismos. A continuación de la cita anterior, Ciencia y Salud dice: “El hombre se gobierna a sí mismo debidamente sólo cuando es guiado correctamente y gobernado por su Hacedor…”
Por ejemplo, el patriarca Abraham cambió el curso de la historia cuando, motivado por el deseo de glorificar a Dios, dejó la adoración de ídolos que practicaba su familia para sentar las bases de una nación fundada en el monoteísmo. Demostró que comprender que Dios lo gobierna todo, hace que sea natural expresar la libertad de gobernarnos a nosotros mismos guiados por Dios. Abraham no sólo fue bendecido, sino que aquellos que han confiado en el poder de Dios durante muchos siglos también han sido igualmente beneficiados.
Este sentido de autogobierno que preside bajo el reino de Dios, la Mente divina, nos permite sentirnos en paz o recuperarla. Por ejemplo, cuando un miembro de la familia impone una opinión poco útil, o cuando no estamos de acuerdo con el gobierno y la dirección de la política, el autogobierno espiritual nos libera de ser controlados, manipulados o intimidados. En lugar de temer lo que otros puedan pensar, a través de nuestro autogobierno consciente podemos abandonar el resentimiento o el encarcelamiento.
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