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Original Web

Vence los síntomas de una gripe grave

Del número de octubre de 2021 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 2 de agosto de 2021 como original para la Web.


En noviembre de 2019, de repente sentí una serie de síntomas agresivos similares a los de la gripe como nunca antes había experimentado. Debí luchar para no sentirme abrumada por la gravedad del problema. Intuitivamente, recurrí a Dios, mi Padre-Madre. A lo largo de los años, he desarrollado una unión maravillosa de amor y confianza con Dios, la cual ha resultado en curaciones de todo tipo. Así que, ahí recurro en busca de ayuda en cualquier momento y bajo toda circunstancia.  

En este caso, cuando me volví a Dios en busca de dirección sobre qué creencia errónea específica debía refutar en oración, la palabra ocultismo me vino a la mente. La creencia en el mal como el ocultismo sutil, tenebroso y oculto incluye toda magia, el llamado conocimiento secreto, los poderes sobrenaturales y cosas por el estilo. Sabía que la Ciencia divina revela con autoridad que toda influencia maligna (el significado de la palabra italiana influenza, de la que se deriva la palabra "flu" [gripe en inglés]) es de origen mental, y que debe y puede ser destruida mentalmente a través de la ley divina, de la oración espiritualmente científica.

Mary Baker Eddy escribe: “La Ciencia Cristiana va hasta el fondo de la acción mental, y revela la teodicea que indica lo correcto de toda acción divina, como la emanación de la Mente divina, y el consiguiente error de la así llamada acción opuesta: el mal, el ocultismo, la nigromancia, el mesmerismo, el magnetismo animal, el hipnotismo” (Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 104).

Rechacé con vehemencia la creencia del ocultismo, o lo sobrenatural, en todas sus formas conocidas (visibles) y latentes (ocultas). A pesar de los síntomas, me sentí a salvo, revestida “con la panoplia del Amor” (Ciencia y Salud, pág. 571), donde ninguna forma de mal aparente podía afectarme.

Muy pronto, varias ideas de la Biblia y Ciencia y Salud vinieron a mi rescate y despertaron mi pensamiento. La primera fue la orden: “No temas, Yo te ayudo” (Isaías 41:13). No podía tener miedo al estar en la presencia del Amor divino (de Dios). 

Otra fue el relato de David al vencer a Goliat, el guerrero gigante. Antes de enfrentarse a él, David tomó una posición mental a favor de la omnipotencia de Dios, y le habló a Goliat de la siguiente manera: “Tú vienes a mí con espada, lanza y jabalina, pero yo vengo a ti en el nombre del Señor de los ejércitos, el Dios de los escuadrones de Israel, a quien tú has desafiado. El Señor te entregará hoy en mis manos” (1 Samuel 17:45, 46, LBLA). La luz del Cristo “que, al venir al mundo, alumbra a todo hombre” (Juan 1:9, LBLA), protegió a David y lo proveyó plenamente de autoridad y poder divino, y le dio la fuerza para obtener una victoria definitiva. Con la ayuda de Dios, David prevaleció sobre Goliat; y a través de esta misma ayuda, pude prevalecer sobre todo el miedo al contagio y al mal.

Al considerar estas ideas, sentí que el amor tranquilizador de la presencia de Dios me embargaba y me fortalecía. Algunos de los síntomas comenzaron a desaparecer, demostrando que estaba en el camino correcto. 

Una por una, cada mentira opuesta a Dios, incluso la creencia de que el mal es real e igual o más poderoso que Dios, fue puesta al descubierto y destruida con verdades específicas, científicas e inherentes al Cristo. Esta idea de la página 228 de Ciencia y Salud me ayudó a no desviarme mentalmente del camino: “No existe poder aparte de Dios. La omnipotencia tiene todo el poder, y reconocer cualquier otro poder es deshonrar a Dios”. Y eso significaría perder la batalla. El hecho de la totalidad de Dios se convirtió en la luz dominante que gobernó mis oraciones. 

Desde el inicio de este desafío, fue claro para mí que, a pesar de la imagen amenazante que presentaba, la enfermedad no era más que una ilusión, una sugestión mental hipnótica o proyección de lo que la Biblia llama la mente carnal. Y sabía que esta sugestión sólo podía desarrollarse o manifestarse en mi experiencia si yo la aceptaba. 

En medio de los períodos de lucha, encontré descanso y renovación en Dios y me negué a reaccionar ante cualquiera de los síntomas agresivos que surgían. En un momento dado, me vinieron pensamientos inquietantes respecto a ciertas características de salud de mi familia y mi historial personal que supuestamente heredé. Me pusieron el nombre de una tía que había muerto de tuberculosis en su adolescencia, y durante mi infancia, yo también había sufrido de problemas respiratorios. Además, tuve que combatir la idea de que podía estar más en riesgo por ser una persona mayor. Todos estos temores fueron enfrentados cuando la majestad de la Ciencia Cristiana, las leyes demostrables de Dios, se hicieron cargo plena y firmemente de la situación. 

Una noche, en medio de grandes dificultades para respirar, escuché estas palabras que transformaron mi pensamiento: “El espíritu de Dios me hizo, Y el soplo del Omnipotente me dio vida” (Job 33:4). Esta verdad resonó profundamente dentro de mí, y supe en mi interior que era absolutamente cierta para mí y para toda la humanidad. 

Entonces entendí que: el Espíritu, Dios, me hizo semejante a Él, —completamente espiritual y buena, siempre pura, perfecta y segura— y el aliento del Omnipotente, la ley sustentadora de la Vida divina es mi vida. La ley de Dios es la ley de la salud y la armonía perpetuas, y el mal no tiene poder para alterar o disminuir esta ley, porque no hay dos poderes en el universo de Dios, sino uno.

Estas verdades fortalecieron mi determinación y me tranquilizaron. Una paz dulce aquietó mi corazón, y pude descansar por primera vez en varios días. Los síntomas disminuyeron en gran medida y luego desaparecieron por completo en menos de una semana, gracias a Dios, el gran Médico. Desde entonces, no he tenido ningún vestigio de esos síntomas, comprobando que Dios es el que nos da la inmunidad. Somos inherentemente completos.

Estoy muy agradecida por la capacidad que la Ciencia Cristiana nos da para probar inequívocamente que Dios es una ayuda muy presente y eficaz en las tribulaciones. Cualquiera que esté luchando con alguna dolencia puede recurrir a la presencia sanadora del tierno cuidado maternal de Dios por todos Sus hijos. 

Durante este tiempo, con frecuencia me preguntaba: “¿Puede algo oponerse y enfrentar al poder supremo del universo; estar en contra de la bondad y el Amor omnipotentes, omnipresentes y omniscientes?” Esta hermosa contestación de Ciencia y Salud resume la respuesta: “La profundidad, la anchura, la altura, el poder, la majestad y la gloria del Amor infinito llenan todo el espacio. ¡Eso basta!” (pág. 520).

Carmen Diaz-Bolton
Nokomis, Florida, EE.UU.

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