Un domingo, en marzo de 2020, mientras me preparaba para llevar a cabo nuestro servicio religioso como Primera Lectora, de repente me sentí abrumada por un dolor de cabeza y náuseas. Desesperada, Le pedí a Dios que me mostrara lo que Él comprendía que ya era cierto acerca de mí. Afirmé que yo era Su hija amada y espiritual y, por lo tanto, estaba libre de cualquier incomodidad o dolor. Cuando inicié el servicio religioso con el primer himno, me regocijé al leer en voz alta esta parte de la segunda estrofa:
Tus ángeles me sostendrán
jamás tendré temor,
pues Tú conmigo siempre estás,
y Tú me brindas paz.
(Violet Hay, Himnario de la Ciencia Cristiana, N° 136, © CSBD)
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