Hace más de un año, justo cuando comenzó la pandemia en la zona donde vivo, me desperté una noche con todos los síntomas. Esto no tenía ningún sentido para mí porque hacía años que había perdido el miedo a las llamadas enfermedades contagiosas tales como la gripe.
El temor había desaparecido un día cuando estaba en un mercado local, rodeada de carteles que anunciaban la llegada de la temporada de gripe y abogaban por las vacunas antigripales. De repente se me ocurrió que era tan absurdo creer que había una temporada especial cuando todo el mundo se enfermaba, como lo sería para mí creer que había una temporada especial cuando todo el mundo creía que 2 + 2 = 5. Después de eso, nunca más me molestó la gripe.
Así que estaba perpleja mientras permanecía dando vueltas en la cama, luchando por respirar. Comencé a repetir “la declaración científica del ser” de Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, por Mary Baker Eddy. Dice así: “No hay vida, verdad, inteligencia, ni sustancia en la materia. Todo es la Mente infinita y su manifestación infinita, pues Dios es Todo-en-todo. El Espíritu es la Verdad inmortal; la materia es el error mortal. El Espíritu es lo real y eterno; la materia es lo irreal y temporal. El Espíritu es Dios, y el hombre es Su imagen y semejanza. Por lo tanto, el hombre no es material; él es espiritual” (pág. 468).
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