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Original Web

Ser libre es tu derecho de nacimiento

Del número de octubre de 2021 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 28 de junio de 2021 como original para la Web.


¿Suena la expresión “Derecho de nacimiento” como un concepto anticuado que ya no es importante para nuestras vidas? Es posible, no obstante, comprenderlo puede producir un cambio radical. En la Biblia, el derecho de nacimiento era un privilegio muy importante que llevaba a un puesto de poder. Se le concedía al primogénito, y le daba el derecho de suceder a su padre como jefe de la familia y de recibir una doble parte de la propiedad de su padre. También le daba una posición de liderazgo espiritual. The Interpreter’s Bible explica: “El que tenía [el derecho de nacimiento] debía ser el representante de la familia no sólo ante los hombres, sino ante Dios” (Vol. 1, p. 725).

Una historia en el Génesis habla de un joven, Esaú, que quedó atrapado en la mundanalidad de su época y perdió de vista e ignoró el enfoque espiritual de su familia respecto a la vida, sus tradiciones y el valor de su derecho de nacimiento. Un día, Esaú regresó de cazar y quiso un poco del guiso que Jacob, su hermano gemelo menor, había estado cocinando. Aprovechando la oportunidad, Jacob le dijo: “Véndeme primero tu primogenitura” (Génesis 25:31, LBLA). Esaú, aparentemente indiferente, subestimó lo que poseía y cordialmente aceptó. Los eruditos sugieren que seguramente su madre, Rebeca, tenía otros alimentos convenientes para ambos, pero Esaú comió sin arrepentirse por el intercambio que había hecho. Años más tarde, perdió otro privilegio: su padre fue engañado para que le diera a Jacob la bendición de Esaú. 

A pesar de la revelación que recibió Rebeca de que el propósito de Dios era que Jacob continuara con el derecho de nacimiento espiritual para las generaciones futuras, la historia parece sugerir que cuando renunciamos a nuestro derecho de nacimiento, las bendiciones que siguen, como la prosperidad y la protección, también se vuelven vulnerables. 

Con el advenimiento de Cristo Jesús, y más recientemente el descubrimiento de la Ciencia Cristiana por Mary Baker Eddy, se han revelado ideas metafísicas que iluminan la consciencia humana. A través de ellas llegamos a comprender que cada uno de nosotros, por ser los hijos e hijas de Dios, posee un derecho de nacimiento: el derecho a tener una relación comprensible con nuestro Padre-Madre Dios. Dicho privilegio no depende del orden de nacimiento, del género, de la cultura o la raza.

Refiriéndose a cada uno de nosotros como la idea espiritual de Dios, u “hombre”, la Sra. Eddy escribe: “Cuando comprendamos la herencia real del hombre, de que no ha sido engendrado... ‘ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios’, comprenderemos que el hombre es el linaje del Espíritu, y no de la carne; lo reconoceremos por medio de leyes espirituales, y no por medio de leyes materiales; y lo consideraremos como espiritual, y no material” (Escritos Misceláneos 1883-1896, pág. 181).

En el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, ella explica además que, como ideas espirituales de Dios, cada uno de nosotros puede experimentar el poder de nuestro derecho de nacimiento: “El hombre no está hecho para labrar la tierra. Su derecho inherente es el señorío, no la servidumbre. Él es el amo de la creencia de tierra y cielo, él mismo subordinado sólo a su Hacedor. Esta es la Ciencia del Ser” (págs. 517-518).

Como ideas espirituales de Dios, cada uno de nosotros puede experimentar el poder de nuestro derecho de nacimiento.

Señorío, no sujeción, suena maravilloso, pero ¿señorío sobre qué? Nuestro derecho de nacimiento nos da el sentido espiritual para comprender que tenemos dominio sobre todo lo que sea desemejante a Dios, quien es totalmente bueno. Nos permite razonar desde la totalidad de Dios para contrarrestar la creencia de que vivimos en dos realidades, dos universos paralelos: la materia y el Espíritu. Nos permite comprender que no somos mortales finitos y atrapados, encerrados en limitaciones, estereotipos y estadísticas. Más bien, somos los hijos e hijas libres de Dios que existen en la perspectiva de la oportunidad, la salud y la felicidad irrestrictas. 

Nuestro derecho de nacimiento como las ideas amadas de Dios, la Mente infinita, nos da dominio sobre todo tipo de temor y pensamiento sombrío como el desaliento, la depresión, el cinismo o el “pensamiento colectivo”, y no sujeción a ellos. Como descendientes de la Mente inteligente, tenemos dominio sobre el miedo a las enfermedades, los accidentes o una imaginación hiperactiva que teme que algo malo pueda sucedernos a nosotros o a un ser querido.

Reclamar nuestro derecho de nacimiento espiritual cuando enfrentamos decisiones financieras nos da esperanza y dominio sobre las creencias de un sentido finito del bien que crean estrés y amenazan con un ingreso endeble, desempleo y falta de vivienda. Nos permite comprender que nuestro Padre divino es infinito y nos proporciona lo necesario de maneras superabundantes que no pueden ser ni son restringidas por las circunstancias humanas. 

Por ser hijos del Amor divino, el cual conoce cada una de nuestras necesidades y tiene cuidado de nosotros, poseemos un derecho de nacimiento que nos da dominio sobre una mentalidad de víctima o de villano, un pasado abusivo o una relación tóxica, y no sometimiento a ellos. Tenemos dominio sobre el odio, el acoso o la crítica dura.  

Nuestro derecho de nacimiento como reflejo de Dios, del Principio divino, nos da dominio sobre todo tipo de tendencias malignas, incluidos el orgullo, la obstinación, la sensualidad y los deseos dañinos o autodestructivos, y no sujeción a ellas.

Recientemente, tuve la oportunidad de reclamar mi derecho de nacimiento con respecto a mi salud cuando viajaba en un país en desarrollo. Nos habían advertido sobre las impurezas en el agua y los alimentos que se encuentran en esta isla. Más o menos una semana después de nuestro viaje, me encontré luchando con los síntomas que según habían descrito se debían a unas bacterias tóxicas. 

Mientras oraba acerca de esto, me di cuenta de que tenía el derecho de nacimiento, como ciudadana del universo de Dios, de disfrutar de toda Su creación, y que era libre de explorar, aprovechar y disfrutar el hermoso universo de la divinidad. Repasé todas las numerosas bondades que se nos habían manifestado en este viaje, y cuán conscientes habíamos estado de la presencia del Amor divino. Insistí mentalmente en que el Amor era un hecho, estaba presente y neutralizaba todo sentido o creencia en el veneno. 

Sabía que esta era la realidad espiritual y que Dios me había dado mi derecho de nacimiento para experimentar los efectos de esta Ciencia divina. En un día, los síntomas agresivos se habían evaporado de mi pensamiento y, por ende, de mi experiencia.

La Sra. Eddy declara: “La Verdad oprimida contra la tierra surge espontáneamente hacia lo alto, y susurra a la brisa el patrimonio inalienable del hombre: la libertad” (La Primera Iglesia de Cristo, Científico, y Miscelánea, pág. 128).

Tu derecho de nacimiento, también, es la libertad y todo lo que viene con ella: paz, salud, vitalidad, abundancia, esperanza, discernimiento, pureza y la facultad de vivir la vida al máximo, de amar y ser amado libremente. Puedes proteger tu derecho de nacimiento todos los días, cuando oras, al reconocer a Dios y tu relación con Él. Como hijos del Dios omnipotente, podemos estar muy agradecidos de que nuestro derecho de nacimiento esté establecido para siempre. Podemos estar despiertos y alertas y no cambiar nuestro conocimiento de Dios y Su amor por nosotros por nada, y reclamar, proteger, honrar, apreciar y demostrar el derecho de nacimiento que Él nos ha dado.

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