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Original Web

Una respuesta espiritual a la división y los conflictos políticos

Del número de octubre de 2021 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 12 de julio de 2021 como original para la Web.


Si prestamos atención al mundo de la política, ¿qué vemos? Vemos división: elecciones disputadas, furiosos electores asaltando el Congreso y violencia. Es cierto, la división es algo difícil de abordar. No se puede legislar en su contra. No se le puede declarar la guerra. No se puede proscribir. Entonces, ¿cómo salimos de esta espiral en la que nos encontramos?

Si bien no hay una norma que podamos aprobar, ninguna plataforma política que pueda hacer algo —y pareciera que las cosas van de mal en peor— todavía hay esperanza. Porque el hecho de que no haya una solución debería alertarnos sobre aquello en que realmente necesitamos enfocarnos.  

Si ponemos nuestra fe en los procesos materiales, tales como las políticas y la legislación, vamos a sentirnos decepcionados. La respuesta está por cierto en nuestros corazones, y es puramente espiritual. Entonces, ¿cómo podemos ver la división a través de una lente espiritual?  

A veces me gusta hacer un pequeño ejercicio en el que le asigno a Dios un número, como en un problema de matemáticas. Y no puedes pensar en ello mucho tiempo sin darte cuenta de que el número que tienes que atribuirle a Dios es uno. No hay otro número que puedas darle a Dios. No puedes tener dos dioses. Si tienes dos dioses, entonces no tienes ninguno. Hay únicamente un Dios, lo que significa que solo hay una creación, y esa creación es espiritual, armoniosa y completa, el reflejo de ese Dios, la creación de ese Dios.  

Jesús dijo: “Si un reino está dividido contra sí mismo, tal reino no puede permanecer” (Marcos 3:24). Y si nos fijamos en el pensamiento material, hay dos en todas partes. “Dos” parece ser el bloque de construcción básico de la forma de pensar basada en la mente mortal. Gran parte de lo que vemos se configura como binario, como uno u otro: hombre o mujer, negro o blanco, republicano o demócrata, capitalismo o socialismo. Podrías seguir y seguir. ¿Y qué hace esto? Nos tienta a elegir un bando. Nos tienta a creer que las cosas están divididas, que el bien está dividido, y que depende de nosotros como seres humanos tratar de unirlo.  

Piénsalo en términos de la Biblia: ¿Cuáles fueron los primeros dos en la Biblia? Fue el árbol del bien y del mal, el árbol del conocimiento en la historia de Adán y Eva en el libro del Génesis. En esa historia, Adán y Eva se sintieron tentados a creer que necesitaban dos: tanto el bien como el mal. La serpiente dijo que uno no era lo suficientemente bueno. Pero ¿no es ese el error fundamental del pensamiento mortal?  

Superamos la tentación de creer en la dualidad mortal mediante la paz de la unidad divina.

El mismísimo primer acto de la vida biológica es la división de la célula. La división está integrada a la materia. Si jamás nos elevamos por encima del pensamiento basado en la materia, entonces nunca podremos elevarnos por encima de la división. La división y la forma de pensar mortal provienen de la misma raíz.

El pensamiento espiritual es la cura perfecta porque conoce únicamente un Dios, la unidad de la gracia, la fe humilde y la confianza moral que Jesús enseñó. Nos libera para que vivamos como testigos de un solo Dios, el bien, como manifestó Isaías (véase Isaías 43:10).  

En la última cena, Jesús dijo: “La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo” (Juan 14:27). Esta paz es más profunda de lo que el pensamiento mortal puede entender, y protegió y exaltó a Jesús en medio de la tribulación más cruel. Puede hacer lo mismo por nosotros. Superamos la tentación de la dualidad mortal a través de la paz de la unidad divina, la cual sólo puede ser conocida espiritualmente.  

Así que cuando vemos escenas como los recientes sucesos en el mundo, puede resultar fácil suponer que nuestros pensamientos y oraciones no importan. Que necesitamos recurrir a medios materiales para luchar por lo que creemos que es correcto o retraernos para evitar sentirnos deprimidos o asustados. Pero los últimos años han demostrado que exactamente lo contrario es cierto. De hecho, cada día se hace más obvio que no hay una solución mortal para la división.  

No obstante, eso también significa que la solución está en cada uno de nosotros como hijos de Dios; en vernos a nosotros mismos y a todos los demás bajo esta luz singularmente espiritual y en aferrarnos a la unidad, la totalidad, la unicidad de Dios, el bien.

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