El año pasado, cuando mi hijo adulto preparaba la mesa para la celebración del Día de Acción de Gracias, más tranquila de lo habitual, reparó en los peregrinos de madera sentados en un lugar de honor como centro de mesa. Los mismos habían sido de mi madre, y siempre formaron parte de nuestra mesa en esta festividad. Señaló a los peregrinos y preguntó al resto de la familia sobre la verdadera historia del Día de Acción de Gracias: si realmente había sido una comida alegre entre los nativos americanos y los peregrinos, compartiendo la comida que habían recogido en la primera cosecha y en comunidad como vecinos para dar gracias.
Como sucede a menudo cuando nuestros hijos están en casa para las fiestas, se produjo una enérgica discusión sobre la verdad, la libertad y la, a veces, tumultuosa historia de los Estados Unidos. Pero me hizo pensar en el origen de la expresión acción de gracias y en el hecho de que pueblos de todas las naciones se hayan reunido a lo largo de los siglos para dar gracias.
Investigar los orígenes de las celebraciones de acción de gracias nos remonta a varios cientos de años antes de que Cristo Jesús caminara por la tierra. Por supuesto, no tienen nada que ver con los peregrinos, pero era una tradición relatada en muchos textos antiguos —especialmente la Biblia—la de dar gracias al Dios Todopoderoso, el Padre-Madre divino que es el creador y sustentador de la vida.
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