El año pasado, cuando mi hijo adulto preparaba la mesa para la celebración del Día de Acción de Gracias, más tranquila de lo habitual, reparó en los peregrinos de madera sentados en un lugar de honor como centro de mesa. Los mismos habían sido de mi madre, y siempre formaron parte de nuestra mesa en esta festividad. Señaló a los peregrinos y preguntó al resto de la familia sobre la verdadera historia del Día de Acción de Gracias: si realmente había sido una comida alegre entre los nativos americanos y los peregrinos, compartiendo la comida que habían recogido en la primera cosecha y en comunidad como vecinos para dar gracias.
Como sucede a menudo cuando nuestros hijos están en casa para las fiestas, se produjo una enérgica discusión sobre la verdad, la libertad y la, a veces, tumultuosa historia de los Estados Unidos. Pero me hizo pensar en el origen de la expresión acción de gracias y en el hecho de que pueblos de todas las naciones se hayan reunido a lo largo de los siglos para dar gracias.
Investigar los orígenes de las celebraciones de acción de gracias nos remonta a varios cientos de años antes de que Cristo Jesús caminara por la tierra. Por supuesto, no tienen nada que ver con los peregrinos, pero era una tradición relatada en muchos textos antiguos —especialmente la Biblia—la de dar gracias al Dios Todopoderoso, el Padre-Madre divino que es el creador y sustentador de la vida.
En la Biblia leemos acerca de agricultores y gente del pueblo que alaban y agradecen a Dios por las cosechas abundantes, así como por la protección, el buen tiempo, la salud y la prosperidad. Y esto ciertamente se correlaciona con la inspiración para la tradición estadounidense. Pero el rey David de la Biblia nos enseñó un enfoque diferente de la acción de agradecer que va más allá de simplemente dar “gracias” a Dios por “darnos” lo que necesitamos. Como salmista, nos pide repetidamente que demos gracias por todo lo que Dios es y hace por nosotros todos los días; gracias por Su amor incondicional y las buenas obras entre hombres y mujeres.
No necesitamos esperar bendiciones o curación antes de dar gracias, sino que podemos expresar gratitud a través de la confianza y la expectativa de que Dios siempre será Dios, el creador totalmente amoroso que satisface todas las necesidades humanas. En Salmos leemos: “¡Den gracias al Señor, porque él es bueno! Su fiel amor perdura para siempre. ¿Los ha rescatado el Señor? ¡Entonces, hablen con libertad! … Que alaben al Señor por su gran amor y por las obras maravillosas que ha hecho a favor de ellos” (107:1, 2, 8, NTV).
Este es un reconocimiento de que Dios, quien es el bien universal, se ocupa de todas nuestras necesidades incluso antes de que le pidamos o sepamos de ellas. Podemos agradecer con confianza a Dios por las bendiciones que sabemos que son inevitablemente nuestras por ser Sus hijos amados.
Haciéndose eco del sentido espiritual de la acción de gracias en la Biblia, Mary Baker Eddy escribió en Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras sobre la importancia de reconocer activamente la bondad de Dios: “¿Estamos realmente agradecidos por el bien ya recibido? Entonces aprovecharemos las bendiciones que tenemos, y así estaremos capacitados para recibir más. La gratitud es mucho más que una expresión verbal de agradecimiento. Las acciones expresan más gratitud que las palabras” (pág. 3).
Podemos agradecer con confianza a Dios por las bendiciones que sabemos que son inevitablemente nuestras por ser Sus hijos amados.
A lo largo de las generaciones en la Biblia, la humanidad alcanza una comprensión más clara de Dios, hasta que las enseñanzas y obras de Cristo Jesús conducen al reconocimiento de que Dios es el Amor mismo (véase 1 Juan 4:8) y siempre cuidaría de Sus hijos, como un pastor cuida fielmente a su rebaño. Jesús enseñó a sus discípulos la importancia de reconocer el tierno cuidado de Dios continuamente, incluso antes de que hayamos recibido lo que estamos pidiendo en oración. Frente a la tumba de Lázaro, por ejemplo, donde muchos estaban reunidos llorando, Jesús dio gracias a Dios antes de que Lázaro fuera resucitado, junto con esta explicación para los que estaban cerca: “Padre, gracias por haberme oído. Tú siempre me oyes, pero lo dije en voz alta por el bien de toda esta gente que está aquí, para que crean que tú me enviaste” (Juan 11:41, 42, NTV).
Hace años, en el Día de Acción de Gracias, la querida perra Labrador de nuestra familia se perdió después de perseguir a un ciervo en el bosque cerca de la casa de la abuela. Después de unas horas, ella seguía sin aparecer; a pesar de que habíamos pedido cooperación a los vecinos y a la policía local para ayudar en la búsqueda, mis hijos tenían mucho miedo. Estaba nevando ese día, con temperaturas bajo cero, y nuestra perra no conocía el área.
Senté a mis hijos y hablamos sobre el hecho de que, aunque no pidiéramos u oráramos, Dios siempre estaba cuidando de cada una de las maravillosas criaturas que Él hizo, incluida nuestra mascota. Hablé de una de las parábolas de Cristo Jesús que ilustra cuán profundo es el amor de Dios por toda Su creación. Jesús les dijo a sus oyentes: “Si un hombre tiene cien ovejas y una de ellas se pierde, ¿qué hará? ¿No dejará las otras noventa y nueve en el desierto y saldrá a buscar la perdida hasta que la encuentre? Y, cuando la encuentre, la cargará con alegría en sus hombros y la llevará a su casa. Cuando llegue, llamará a sus amigos y vecinos y les dirá: ‘Alégrense conmigo porque encontré mi oveja perdida’” (Lucas 15:4–6, NTV). Dije que estaba agradecida porque Dios ya tenía a nuestra perra bajo Su cuidado y la estaba pastoreando, trayéndola a casa, en ese mismo momento.
Después de eso, salí en el auto para dar una vuelta más alrededor de la cuadra buscando a nuestra perra. En cuestión de minutos, la vi caminando por la calle en dirección a la casa de la abuela. Todos expresamos un poco más de gratitud en la mesa de Acción de Gracias ese día por el cuidado vigilante de Dios por cada uno de nosotros.
Alabar a Dios es ciertamente algo que hacemos cuando hemos experimentado bondad o curación, pero también es lo que podemos hacer con regularidad simplemente porque Dios es Dios, el bien. Dios es el Amor perfecto, el Espíritu omnipresente y siempre está ahí para nosotros. Comprender el significado más amplio y atemporal de la expresión acción de gracias nos ayuda a ver que continuamos una tradición que se estableció hace milenios. La practican cada día personas en todas partes que se regocijan en la belleza, la abundancia, las bendiciones y los magníficos dones diarios que Dios nos otorga a todos.
