Hogar, tahanan, Zuhause, … home. Vengamos de donde vengamos, como sea que lo deletreemos, el hogar es un punto de referencia universal de la vida, esencial para la supervivencia, necesario para prosperar. Gastamos muchos de nuestros recursos en fabricarlo o encontrarlo, nos esforzamos por protegerlo y lo anhelamos cuando estamos fuera. Y para muchos, tener un hogar propio parece un sueño inalcanzable.
Quizá nos viene a la mente nuestro país de origen cuando pensamos en el hogar. Una ciudad o comunidad, una casa o apartamento puede comenzar a definir el hogar para nosotros. Sin embargo, en el fondo, el hogar es algo más. Es armonía, seguridad y familiaridad. Estas son las características reales que asociamos con el hogar. Es el lugar al que acudir donde residen la familia y los amigos, donde se siente y se expresa el amor. Descanso, comodidad y regocijo son algunos de los beneficios.
A lo largo del tiempo, la seguridad del hogar ha estado plagada de inestabilidad y carencia. Hoy en día, la falta crónica de vivienda, la emigración a causa de la opresión económica y política y la escasez de recursos contribuyen a que muchos se sientan forasteros, fuera del abrazo del Amor, del cuidado de Dios.
¿Qué podemos hacer cuando el estímulo natural del hogar se interrumpe o tal vez nos ha eludido durante gran parte de nuestra vida?
Recurrir a la Biblia es un buen lugar para comenzar. La vida y las enseñanzas de Cristo Jesús en el Nuevo Testamento ofrecen nuevas perspectivas acerca de la inmediatez y permanencia de la armonía que es fundamental para el hogar.
El Padre Nuestro que Jesús nos dio (véase Mateo 6:9-13) establece que el reino de la armonía de Dios está siempre presente. Y para mí es un gran recurso cuando oro sobre el concepto de hogar.
Esta oración sanadora comienza con las sencillas palabras Padre nuestro. “Padre nuestro que estás en los cielos” nos une mutuamente en la cohesión de la familia de Dios. Puesto que Él es nuestro Padre-Madre, y nosotros somos Sus hijos, todos estamos incluidos en un hogar armonioso: el reino de los cielos. En este hogar no hay forasteros. Si alguna vez sentimos que nuestra zona de confort ha sido invadida, o incluso destruida por circunstancias fuera de nuestro control, podemos aprovechar la omnipresencia de este Padre-Madre Amor que apoya nuestro crecimiento. La estabilidad que obtenemos de la paternidad continua de Dios proporciona la seguridad que disfrutamos. Su bondad no puede abandonarnos. Tenemos fortaleza no solo para soportar las pruebas que enfrentamos, sino para superarlas.
“Venga tu reino”, otra línea de la oración, habla de la inmediatez del gobierno del Amor, de Dios, dondequiera que estemos hoy o mañana. Dios está allí para darnos la bienvenida a cada momento. Su morada es nuestro verdadero domicilio, nuestra residencia eterna.
“El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy” es nuestra certeza de que Dios nos provee exactamente de lo que necesitamos para prosperar, ya sea comida para la mesa, descanso o inspiración. Esto significa que podemos liberarnos de la tensión diaria y ser regenerados. Mary Baker Eddy, la Descubridora de la Ciencia Cristiana, sacó esto a relucir en su vida y sus escritos. Se mudó muchas veces a lo largo de su existencia, y sus necesidades fueron satisfechas de maneras inesperadas; a veces en circunstancias difíciles. Al considerar esta pregunta en el libro de los Salmos, “¿Podrá Dios preparar mesa en el desierto?” (78:19, LBLA), la respuesta inequívoca de la Sra. Eddy en Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras trata con eficacia cualquier duda: “¿Qué no puede hacer Dios?” (pág. 135). El abundante amor de Dios por Su creación, por todos y cada uno de nosotros, sin importar lo que estemos enfrentando, es nuestra certeza de Su misericordia y gracia. Sabiendo que siempre residimos en el Amor, cada uno de nosotros puede esperar un bien inagotable para satisfacer nuestras necesidades presentes.
La línea “Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores” muestra que nuestro impulso de ser cuidados y de cuidar de los demás es alimentado por el amor sin trabas de Dios por todos. Somos los amados del Amor. Este es el sello distintivo del hogar y el centro de nuestros afectos.
Si alguna vez somos atraídos a aceptar menos que la devoción total del Amor divino hacia nosotros, podemos orar: “Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal”. Cristo Jesús no presenta esto como una súplica o deseo, sino como un reconocimiento de la autoridad divina para detener cualquier intrusión en nuestra herencia de paz.
He estado pensando mucho en el hogar últimamente. Después de vivir dentro del mismo kilómetro cuadrado toda mi vida, me mudé a un nuevo hogar a cientos de kilómetros de distancia. Es una experiencia nueva, una que trae consigo preguntas sobre el bienestar y los medios de vida. También he estado reflexionando sobre mi identidad y origen. Durante varias décadas, viví justo detrás del lugar donde pasé mi primera infancia. Ahora soy algo así como un “forastero… en tierra ajena” (Éxodo 2:22), con nuevas costumbres regionales que aprender y cosas nuevas que descubrir. Cada vez que anhelo estabilidad, oro con las últimas palabras de la oración: “Tuyo es el reino, y el poder; y la gloria, por todos los siglos”. Me recuerdo a mí mismo que en realidad vivo ahora mismo en este ambiente espiritual de fortaleza y majestad. Este lugar e influencia eternos es el hogar.
La obra de vida de Cristo Jesús y sus enseñanzas inspiradas y prácticas me han ayudado a establecer un sentido más sustancial del hogar. Me encanta que Jesús dijera: “Las zorras tienen guaridas, y las aves de los cielos nidos; mas el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar la cabeza” (Lucas 9:58). Expandió nuestro concepto de hogar más allá del hábitat físico hacia una perspectiva más profunda que incluye unidad, comodidad y curación. Él nos mostró que (como lo expresó con claridad el escritor de la Epístola a los Efesios) a través del espíritu del Cristo “tenemos entrada por un mismo Espíritu al Padre. Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios” (2:18, 19).
Abrazar el espíritu del ministerio de curación de Jesús y comprender el significado de la oración que nos dio ha sido para mí un paso útil para darme cuenta de la naturaleza confiable de nuestro verdadero hogar espiritual en Dios. Como sugiere la Sra. Eddy en su libro La unidad del bien, una comprensión de las enseñanzas de Jesús “transformaría el universo en un hogar de luz maravillosa, ‘una consumación fervientemente deseable’” (pág. 17). Allí nos sentimos protegidos y apreciados. Allí somos libres de ser nosotros mismos y de expresar más plenamente nuestra naturaleza amorosa, la que incluye maternidad, paternidad, integridad y armonía.
Ya sea que estemos pensando en nuestro lugar en el mundo o en nuestros orígenes, el hogar es un refugio formidable cuando se considera como la perdurable luz espiritual de la expresión de Dios. Dentro de la consciencia de la bondad de Dios, cada uno puede descansar en ese amor eterno y sentir su toque sanador. Este es nuestro espacio en el cual superarnos y prosperar. Aquí siempre podemos percibir el conmovedor saludo “Bienvenido al hogar”.
