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Original Web

El tiempo es tan solo una medida

Del número de noviembre de 2022 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 15 de agosto de 2022 como original para la Web.


“El tiempo es una medida de variación” escuché en un programa de televisión en donde hablaban sobre el Cosmos. Los físicos presentes estaban considerando la posibilidad de viajar en el tiempo. Dos temas de esta charla llamaron mi atención.

Primero, decir que el tiempo es una medida quita el poder que a veces le estamos otorgando. Pensamos que el tiempo tiene influencia en nosotros, que nos limita, que necesitamos más de él, que todo mejorará, o empeorará, a medida que pase. No obstante, una medida o forma de medir algo no tiene mayor importancia que registrar lo que se está midiendo. Nadie diría que la cinta de medir influye en la estatura de alguien. Y qué tal si medimos en centímetros, ¿influirá más que si medimos en pulgadas? Jesús también hizo la pregunta: “¿Y quién de vosotros podrá, por mucho que se afane, añadir a su estatura un codo?” (Mateo 6:27).

Así mismo, el año, que es la medida de una vuelta al sol, no mide lo mismo si estamos en la Tierra o si estamos en Júpiter. Se puede decir que uno viviría menos años en Júpiter que en la Tierra, pero eso no tendría influencia en el período de la vida humana de alguien.

No es el tiempo lo que nos afecta, sino la creencia de que estamos cambiando constantemente.

En su libro Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, Mary Baker Eddy comenta una historia publicada en The Lancet, una revista médica, acerca de una joven que permaneció joven durante décadas. La Sra. Eddy escribe: “Decepcionada en amores en su juventud, enloqueció y perdió toda noción del tiempo. Creyendo que aún seguía viviendo el momento que la separó de su amado, sin notar los años, se paraba diariamente ante la ventana esperando su llegada. En este estado mental permaneció joven. Al no tener consciencia del tiempo, literalmente no envejeció” (pág. 245).

Esto ilustra que no es el tiempo el que influye en nosotros, sino la creencia de que se está produciendo un constante cambio en nosotros y en nuestro ambiente; que hay otras fuerzas, distintas a Dios, la Mente eterna, que nos pueden influenciar para bien o para mal, y que nos pueden hacer cambiar o envejecer. Cuando en realidad, es un hecho que, por ser la imagen y semejanza de Dios, nuestra verdadera identidad refleja el bien eterno e inalterable. Como declara Ciencia y Salud: “El Dios de la Ciencia Cristiana es el Amor divino, universal, eterno, que no cambia, y que no causa el mal, la enfermedad ni la muerte” (pág. 140).

El otro punto que recuerdo que se mencionó en la charla por televisión que me impresionó fueron los efectos de subirnos hipotéticamente a un rayo de luz proveniente de una estrella muy lejana. Los científicos comentaron que en ese rayo de luz no hay variación ni se tiene consciencia del paso del tiempo. No experimentaríamos ningún cambio en nosotros, mientras permanecemos en el rayo, viajando a la velocidad de la luz. Pero al momento de bajarnos de ese rayo nos daríamos cuenta de todo el tiempo transcurrido y notaríamos un cambio en los demás, pero no en nosotros mismos. De modo que debemos mantenernos en el rayo de sol; debemos estar conscientes de nuestra verdadera identidad como reflejos de Dios, eternos, espirituales y perfectos.

Esto me ayudó a entender mejor la falsedad del tiempo y relacionarlo con las enseñanzas de la Ciencia Cristiana. Al referirse a la verdadera identidad de cada uno de nosotros, Ciencia y Salud dice: “El hombre no es Dios, mas como un rayo de luz que viene del sol, el hombre, el producto de Dios, refleja a Dios” (pág. 250). Y hago notar que en la analogía el rayo de luz ya salió del sol; no va hacia él. Es decir, jamás estamos desconectados de Dios, sino que ya somos Su expresión y Lo estamos reflejando. El hombre es eterno y no cambia porque Dios no cambia.

Este razonamiento ha tenido un impacto sanador en mi experiencia. Estas ideas me han sido especialmente útiles en momentos en que he sentido dolores en las articulaciones que podrían ser atribuidas al paso del tiempo o la falta de ejercicio. El cambio de un estado al otro, llámese proceso humano, o cambio de actividad física, no puede afectarnos mientras estemos conscientes del hecho de que, como ese rayo de sol, somos la emanación o expresión del Amor, Dios, que está en constante acción. En el Amor no hay fricción, ni acción excesiva, ni reacción.

Recuerdo un momento en el cual iba caminando y me dio un fuerte dolor en una rodilla que empecé a cojear, pero no tuve miedo. Al instante recordé mi verdadera identidad, como ese rayo de sol que sólo expresa el sol y nada puede limitarlo. Mientras seguía caminando el dolor aminoró hasta desaparecer. Entonces me gocé en esa idea y erguido seguí a paso firme mi andar. Continué mi camino y no tuve más problemas con esa rodilla.

Estoy agradecido a la Sra. Eddy y a la Ciencia Cristiana por mostrarnos la realidad de la existencia y cómo podemos apoyarnos en las verdades que nos han revelado. El paso del tiempo no necesita afectarnos, más bien podemos expresar nuestra identidad como realmente es, espiritual y perfecta; “… lo mortal desaparece y la perfección espiritual aparece”, como menciona la Sra. Eddy en la definición de tiempo en el Glosario de Ciencia y Salud (pág. 595). Así podemos llevar una vida más armoniosa.

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